Gangrena
La semana pasada se represent¨® en la Eurozona el ¨²ltimo acto de la tragedia griega, hasta que la canciller Merkel transigi¨® por fin acudiendo al rescate de los contribuyentes helenos, y con ello de sus dem¨¢s conciudadanos del sur europeo, amenazados por el contagio de la desconfianza en la insolvencia griega. Un contagio que se suele explicar como efecto domin¨®, cuando la ca¨ªda de una ficha derriba a las siguientes en la fila. Pero m¨¢s que de efecto domin¨® habr¨ªa que hablar de efecto gangrena, pues los pa¨ªses del euro no somos piezas sueltas sino que formamos un solo cuerpo org¨¢nico integrado como un todo unitario. Un eurocuerpo en el que Berl¨ªn ocupa la cabeza; Par¨ªs, el coraz¨®n; Roma y Madrid, el abdomen, y Atenas y Lisboa, las extremidades. Si los pies de helenos o lusos se gangrenasen, la infecci¨®n de la desconfianza se extender¨ªa progresivamente al resto del cuerpo, y de no amputarse el foco de contagio, el mal amenazar¨ªa con invadir finalmente el sistema corporal entero. De ah¨ª que la amputaci¨®n de la gangrena griega sea el gran temor y a la vez la gran tentaci¨®n que acecha a la Eurozona, compelida por las apuestas especulativas a dejar caer a Grecia como se dej¨® caer a Lehman Brothers.
Los grandes Estados se desentienden de los peque?os, dejando que cada palo aguante su vela
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? Cuando quienes amenazaban con arruinarse por insolvencia deudora y trampas contables eran los bancos privados demasiado grandes para caer, el G-20 y el FMI proclamaron el estado de excepci¨®n y nacionalizaron los mercados decretando una econom¨ªa de guerra contra la crisis. As¨ª, todos los Estados suspendieron la ortodoxia y se endeudaron hasta las cejas para inyectar liquidez deficitaria en los mercados. En esta l¨ªnea de hacer los deberes impuestos por el FMI, Espa?a fue la primera de la clase, al liquidar en 2008 su super¨¢vit fiscal del 3% para incurrir al a?o siguiente en un d¨¦ficit del 11%. Y aunque fuera en menor medida, todos los dem¨¢s pa¨ªses hicieron lo mismo. Pues bien, ahora las tornas se invierten. Una vez saneada la banca privada con cargo al contribuyente, ahora son los Tesoros p¨²blicos quienes amenazan con arruinarse por su insolvencia deudora (y en el caso de Grecia por sus trampas contables). Pero esta vez no se decreta el estado de excepci¨®n para dise?ar un plan de salvaci¨®n colectiva. Por el contrario, los que hace un a?o preconizaban el gasto deficitario ahora decretan el s¨²bito regreso a la ortodoxia, exigiendo a los Estados sanear sus haciendas con m¨¢xima urgencia. Es lo que exige Merkel a Grecia y Bruselas a Madrid, reclamando el cumplimiento del plan de estabilidad (3% de d¨¦ficit fiscal) cuando hace un a?o alentaban las inyecciones keynesianas.
?Qu¨¦ ha cambiado, para pasar tan deprisa de la heterodoxia a la ortodoxia? Pues que la banca de inversi¨®n ya ha logrado sanear sus deudas privadas gracias a la deuda p¨²blica. Esa misma banca de inversi¨®n que ahora se enriquece al especular a la baja prestando con usura a los Estados tachados de insolventes. As¨ª, cuando la gran banca amenazaba con arruinarse, los Estados se unieron como una pi?a para comprometerse en un plan de salvamento com¨²n. Pero ahora, una vez pasado el peligro de quiebra bancaria, los grandes Estados se desentienden de los Estados peque?os, dejando que cada palo aguante su vela. Con ello se olvida que la verdadera gangrena no es la presunta insolvencia estatal sino la especulaci¨®n usurera. Es la ley del m¨¢s fuerte porque en la selva financiera el tama?o tambi¨¦n importa, y s¨®lo se rescata con fondos p¨²blicos a los bancos y pa¨ªses demasiado grandes para caer, mientras que a los peque?os se les abandona a su suerte.
Pero esto demuestra una gran miop¨ªa por parte de Alemania, que no parece comprender que nos enfrentamos todos, grandes y peque?os, a un problema de "acci¨®n colectiva" (Olson). Si se deja caer a los pa¨ªses m¨¢s peque?os del Eurogrupo ser¨¢ toda la Uni¨®n Monetaria quien lo sufra, pues la suerte de los pa¨ªses mayores tambi¨¦n depende de la que corran los menores. De ah¨ª que tendr¨ªa que ser Alemania, como miembro de mayor tama?o, quien ejerciera la funci¨®n de empresario pol¨ªtico encargado de liderar la acci¨®n colectiva del cuerpo com¨²n. Una funci¨®n de liderazgo que implica no s¨®lo penalizar a los gorrones (o free riders), como exige Merkel, sino rescatarlos tambi¨¦n entre todos, a fin de evitar el suicida s¨¢lvese quien pueda. Y este dif¨ªcil problema de acci¨®n colectiva que afecta a la Eurozona es el mismo que aqueja a Espa?a a escala estatal: c¨®mo liderar a las administraciones p¨²blicas, a los interlocutores sociales y a los partidos pol¨ªticos para acordar entre todos el saneamiento fiscal de la hacienda espa?ola. Una tarea que exige el convincente liderazgo de un empresariado pol¨ªtico que entre nosotros brilla dram¨¢ticamente por su ausencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.