?Puede el amor vencer la diferencia de edad?
Jes¨²s y Bel¨¦n se conocieron en el instituto, como profesor y alumna. Acabado el periodo acad¨¦mico, ella mantuvo la relaci¨®n y logr¨® conquistar a su admirado maestro, cas¨¢ndose cuando ella ten¨ªa 22 a?os y ¨¦l 48. ?l no quiso tener hijos, una situaci¨®n que pes¨® demasiado y acab¨® con la relaci¨®n 15 a?os despu¨¦s. A Jacinto, director general de una empresa, le prend¨® enseguida la pasi¨®n y la elegancia de una de sus nuevas directivas. Se enamoraron. Dos a?os de dif¨ªcil cortejo, con divorcio por medio. Se casaron, ella con 33 a?os, ¨¦l con 52. Actualmente tienen dos hijos y son felices. Helena mantuvo durante cinco a?os una relaci¨®n con un chico 12 a?os menor que ella. Al final rompi¨® la relaci¨®n, no porque no le quisiera, sino porque ¨¦l se hab¨ªa convertido en una especie de hijo adoptivo.
"G¨¦nero y tiempo tendr¨¢n otros significados y prevalecer¨¢ el criterio del amor aut¨¦ntico y menos el condicionado"
Son casos de los que van proliferando en nuestra sociedad, y que subrayan nuevos aspectos en las din¨¢micas de emparejamiento. No aludo, en cambio, a las m¨²ltiples historias que no han pasado la barrera del compromiso, los vaivenes sexuales entre mujeres maduras y hombres mucho m¨¢s j¨®venes, ni a la larga tradici¨®n del hombre cincuent¨®n persiguiendo lolitas. M¨¢s all¨¢ de lo dif¨ªcil que resulta enmendar las calenturientas voracidades de nuestra libido, ?qu¨¦ nos est¨¢n diciendo estas conductas sobre la pareja de hoy? ?Estamos ante un mero prejuicio social o se intuye la ca¨ªda de otro tab¨²? En la nueva consciencia que se proclama, ?se est¨¢n derrumbando las barreras del tiempo?
De qui¨¦n nos enamoramos
Uno no se enamor¨® nunca, y ¨¦se fue su infierno. Otro s¨ª, y ¨¦sa fue su condena (Robert Burton)
Alcanzar un estado de enamoramiento puede llegar a ser incluso vulgar. Nos atrae un color de pelo, una melena o unos rizos, unos p¨®mulos enrojecidos, unas curvas sinuosas, unos vaqueros rotos, s¨ªmbolos en definitiva de algo que se nos muestra como un reflejo interior, como algo que por su sola existencia nos arrastra a un antiguo estado de placidez. Luego vienen otras sutilezas: una mirada, esa forma altiva de andar, un rostro que emana bondad, seguridad al hablar, inocencia, pasi¨®n desbordante. M¨¢s s¨ªmbolos que ponen en evidencia nuestras proyecciones.
Cuando esas proyecciones van m¨¢s all¨¢ de lo visible acaparan tambi¨¦n nuestros deseos y nuestras carencias. Buscamos otros padres y otras madres, buscamos los opuestos a nuestros progenitores, buscamos lo que cre¨ªmos perder un d¨ªa o de lo que siempre nos pareci¨® carecer. Buscamos y encontramos arquetipos: el maestro, o el sabio, la enfermera o cuidadora, el protector, la geisha? y al final admiramos los valores personales: la sabidur¨ªa, la generosidad, la amistad, el tes¨®n, la fortaleza interior, la entrega, la compasi¨®n. Enamorarse es querer eternizar un instante en el que nos encontramos a nosotros mismos en el otro.
?Qu¨¦ buscan y qu¨¦ encuentran los amantes de edades lejanas? Dicen las chicas de 20 a?os que los de su generaci¨®n son unos cr¨ªos y que prefieren a hombres m¨¢s seguros y que les aporten m¨¢s conocimiento. Dicen las mujeres de 50 que los de 30 son vigorosos, din¨¢micos y divertidos. Dicen los chicos j¨®venes que las mujeres maduras les aportan experiencia y estabilidad. Dicen los hombres maduros que encuentran en las j¨®venes belleza, pasi¨®n y menos complicaciones existenciales. Visto as¨ª, todo se reduce a un intercambio de cromos, a un ejercicio de complementariedades, cuando no de compensaciones. Ya en la Grecia antigua se sab¨ªa que no hay mayor transacci¨®n que la belleza por sabidur¨ªa.
El miedo al paso del tiempo
Las arrugas del esp¨ªritu nos hacen m¨¢s viejos que las de la cara (Montaigne)
Cuenta S¨®crates, en Fedro, de Plat¨®n, que cada uno se entretiene con los de su propia edad, ya que se comparten placeres, sobre todo el de la amistad, a pesar de que tambi¨¦n pueden acabar por producir?asco. Lo que constri?e acaba siendo pesado para todo el mundo, empeorando las cosas si la diferencia de edad es considerable. Tiene su explicaci¨®n.
Quien es mayor goza de ver, sentir y tocar ese cuerpo joven, vinculando amistad y placer al un¨ªsono. Pero, ?qu¨¦ consuelo y qu¨¦ placeres podr¨¢ dar a su amado o amada con el paso del tiempo? ?C¨®mo evitar que no acabe siendo una cosa desagradable? S¨®crates mismo apuntillaba: porque ha de ver una cara vieja que ya no est¨¢ en la flor de la primavera, a?adiendo todo lo que no es agradable de sentir, y menos a¨²n de practicar si no es por constre?imiento, cumplidos inapropiados, as¨ª como reproches inaceptables.
Pinta un panorama que asusta, aunque toca donde m¨¢s duele: el miedo al paso del tiempo. Para el maduro se entrecruza la posibilidad del hast¨ªo de su joven pareja y, a la vez, encontrarse solo en plena vejez. La persona joven, en cambio, adem¨¢s de adue?arse del conocimiento ajeno, sigue viviendo en la perspectiva de la inmortalidad. Por mucho que se quieran, eso resta equidad a la relaci¨®n, alimentando sus temores que se recrudecen con el paso de los a?os.
M¨¢s all¨¢ del prejuicio
La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo (William Shakespeare)
Los tiempos han cambiado, y los cuidados de la salud y el cuerpo ocultan el paso del tiempo. Sin embargo, no puede ocultarse lo vivido, no puede prescindirse de lo aprendido, ni puede evitarse lo que est¨¢ a¨²n por hacer. Si alg¨²n prejuicio se impone, chismorreos al margen, es el estancamiento que puede suponer regresar a un estadio anterior de consciencia, si la pareja m¨¢s joven invita a ello. Del mismo modo, no conviene adentrar a nadie en caminos que a¨²n no le tocan vivir. No importa tanto la edad, sino lo que verdaderamente puede ser compartido entre los interesados.
Sin embargo, hay algo que no se debe obviar en esta sociedad en transformaci¨®n: la progresiva alteraci¨®n del concepto del tiempo. Existe prejuicio en tanto que existe un modelo imperante en el que las relaciones son para toda la vida. Al ser as¨ª, se impone un criterio de simetr¨ªa en las edades de los c¨®nyuges. Si, por el contrario, se rompen las fronteras del tiempo, el amor, la relaci¨®n, como todo, simplemente es ahora y aqu¨ª, es autenticidad y compromiso, es amor que ama sin contar el tiempo. Entonces puede suceder que las relaciones no tengan edad, ni fecha en el calendario.
No adivino ni pronostico. Observo s¨®lo la conducta humana y constato que el mundo que conocemos est¨¢ cambiando y puede haber otros escenarios posibles. Ocurrir¨¢ que a lo largo de una vida tendremos diferentes parejas, algunas tal vez del mismo sexo, as¨ª como de edades diferentes. G¨¦nero y tiempo tendr¨¢n otros significados y prevalecer¨¢ el criterio del amor aut¨¦ntico, y menos el condicionado, en una sociedad m¨¢s libre en la que cada cual podr¨¢ optar, ya sin miedos ni culpas, a vivir como desea vivir. Aunque parezca una utop¨ªa, eso ya est¨¢ ocurriendo hoy. Plat¨®n ten¨ªa sus razones, sin embargo, estamos empezando a salir de la caverna. P
Aqu¨ª, hoy y ahora
1. Pel¨ªculas:
'El graduado', de Mike Nichols (1967).
'Cuando menos te lo esperas', de Nancy Meyers (2003).
'Lolita', de Stanley Kubrick (1962).
2. Libros:
'40-20. Dos generaciones, un mismo sentir', de Nancy Sanmiguel. Bubok.
'El arte de enamorar', de Antonio Bolinches. Random House Mondadori. 2004.
'Fedro', de Plat¨®n. RBA Libros. 2008.
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