Las vengadoras
Que el pasado, con diferentes m¨¢scaras, siempre vuelve es algo que se aprende con los a?os y supongo que la lucidez tiene relaci¨®n con la capacidad de convivir con este retorno. Tan perjudicial resulta la ocultaci¨®n del pasado como su exhibici¨®n como una llaga viva que no permite habitar el presente. Aunque s¨®lo sea por este motivo es aconsejable ver la ¨²ltima y excelente pel¨ªcula de Roman Polanski, The ghost writer, traducida aqu¨ª impropiamente como El escritor para evitar la incorrecci¨®n pol¨ªtica de la expresi¨®n el negro, que es como en el argot editorial se llama a quien escribe por cuenta ajena aceptando que, a cambio de cierto dinero, otro figurar¨¢ como autor del libro que ¨¦l escriba. En la actualidad centenares de pol¨ªticos, deportistas, actores o cocineros recurren a negros para escribir las obras que luego presentan como propias. Y me temo que no faltan los escritores que hacen lo mismo.
'El escritor' de Polanski es un ejercicio valiente e intrigante. S¨®lo en Europa es posible tal libertad cr¨ªtica
?Se imaginan una pel¨ªcula semejante con un casi-Aznar?
La pel¨ªcula de Polanski est¨¢ protagonizada por el negro contratado por la editorial que tiene que publicar las memorias de un tipo que es Tony Blair en todo menos en el nombre. Cinematogr¨¢ficamente es una obra de madurez en la que el cineasta polaco recupera el ritmo de pel¨ªculas como Chinatown o la opresi¨®n metaf¨ªsica de paisajes como las de la primeriza Cuchillo en el agua. Tambi¨¦n hallamos huellas de las indagaciones dram¨¢ticas de El pianista o La muerte y la doncella. Un hombre atrapado por su pasado como Polanski, y as¨ª se lo recuerda implacablemente el fiscal de Los ?ngeles que persigue su viejo delito, est¨¢ en condiciones especiales para bucear en el ayer. En los mitos griegos se cre¨ªa que las Erinias eran deidades vengadoras que llevaban inevitablemente a la destrucci¨®n mediante la memoria y el castigo. Es posible que Polanski no escape a sus Erinias, o al tribunal americano, pese a que el tiempo transcurrido invitar¨ªa a un ejercicio de perd¨®n.
Sin embargo, curiosamente, en The ghost writer ¨¦l mismo pone en marcha el violento engranaje de las vengadoras para cebarse sobre Tony Blair e indirectamente sobre George Bush. La novedad es la inmediatez hist¨®rica con que Polanski realiza el ajuste de cuentas y que a m¨ª me ha recordado aquella magn¨ªfica falta de prejuicios -y de eventuales querellas- con que act¨²a Dante en La divina comedia. No s¨¦ si en la actualidad el poeta toscano podr¨ªa sumergir tan f¨¢cilmente, y con nombres y apellidos, a sus enemigos en el infierno o, por el contrario, deber¨ªa estar atento al alud de demandantes que acabar¨¢n de hundir su ya de por s¨ª maltrecha econom¨ªa.
Sea como fuera, Roman Polanski, y con el s¨®lo disimulo del nombre de su personaje, ha idodirectamente a la caza de Tony Blair. Y se trata de caza mayor por cuanto Blair, junto con Berlusconi, es el m¨¢s shakespeariano de los ¨²ltimos pol¨ªticos, y no precisamente por lo que se refiere a su honor y dignidad: Berlusconi por bufonesco y Blair por mordaz. Con todo, hay que reconocerle a este ¨²ltimo una inteligencia poco habitual en la pol¨ªtica del presente, de modo que fueron muchas las expectativas que origin¨® y a¨²n m¨¢s las desilusiones a las que finalmente dio lugar.
De hecho, ha sido fascinante comprobar c¨®mo Tony Blair ha intentado escapar de su propia sombra desde que abandon¨® el poder londinense, ?gil camale¨®n en todos los aspectos de su vida, hemos asistido al espect¨¢culo de observar a Blair convirti¨¦ndose al catolicismo mientras dec¨ªa tener una suerte de l¨ªnea telef¨®nica directa con Dios, sin que estas cuestiones m¨ªsticas le distrajeran de la necesidad de amasar una incre¨ªble cantidad de dinero en tan poco tiempo o de la b¨²squeda inquieta de una nueva oportunidad pol¨ªtica en Oriente Pr¨®ximo -un fracaso- e, incluso, en la presidencia europea -una quimera-. Blair ha ido de aqu¨ª para all¨¢ con tal velocidad que nos parece que han transcurrido decenios desde que cedi¨® la mal¨¦fica herencia del poder al ahora destronado Brown.
Blair ha tenido la habilidad de Proteo y, sin embargo, Polanski, no le ha permitido escabullirse y le ha golpeado con una contundencia poco frecuente. No deja de ser ir¨®nico que el cineasta haya urdido toda la trama alrededor de las Memorias del antiguo primer ministro brit¨¢nico, el libro que ten¨ªa que servir a ¨¦ste en varias direcciones simult¨¢neamente: para hacer un suculento negocio, para camuflar el pasado, para forjar un futuro glorioso. En la pel¨ªcula todo se interrumpe pues la muerte del personaje implica la muerte simb¨®lica de Blair. Antes, no obstante, ha ca¨ªdo todo el andamiaje y la gloria prometida ha quedado cubierta por el polvo de la mentira. El ghost writer contratado para escribir las Memorias del pol¨ªtico comprueba que ¨¦ste ni siquiera se expresa medianamente bien en la primera y rudimentaria versi¨®n del libro. Pero lo peor viene despu¨¦s cuando, desencadenadas las Erinias, los grandes embustes de Blair quedan al descubierto, empezando por el mayor de todos: aquella mentira, la de las "armas de destrucci¨®n masiva", que condujo a decenas de miles de muertos en la guerra de Irak. Al ¨¢lter ego cinematogr¨¢fico de Blair se le va nublando la sonrisa forzada como si, en efecto, las vengadoras, vertieran sobre su cabeza la sangre acumulada.
El ejercicio de Polanski es valiente, intrigante y tiene la virtud de aclarar que s¨®lo en Europa es posible todav¨ªa una tal libertad cr¨ªtica. No estoy seguro de que en Estados Unidos se hubiera podido producir una pel¨ªcula semejante, sustituyendo la figura de Blair por la de Bush, y estoy convencido de que tal tentativa ser¨¢ imposible en las dem¨¢s regiones del planeta, donde los llamados secretos de Estado son las m¨¢s eficaces formas de impunidad.
En Europa, pero no s¨¦ si en toda Europa. Si hemos de sacar conclusiones de la tragic¨®mica incapacidad de Espa?a para afrontar hechos que ocurrieron 70 a?os atr¨¢s, no me imagino un ejercicio de sinceridad hist¨®rica a corto plazo. De hecho, ninguno de los grandes traumas de la ¨¦poca democr¨¢tica, desde la "guerra sucia" al golpe de Estado de 1981, se han aclarado suficientemente. Viendo The ghost writer no pod¨ªa sacarme de la cabeza que uno de los m¨¢s ¨ªntimos c¨®mplices de Tony Blair en la ¨¦poca de las andanzas denunciadas por Polanski era Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. ?Se imaginan una pel¨ªcula semejante con un casi-Aznar? Es improbable. Claro que Aznar, escritor dotado, a diferencia de Blair, escribe ¨¦l solo sus libros sin ayuda de nadie, como es sabido.
Rafael Argullol es escritor.
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