El aroma de la nostalgia
Mar¨ªa Dolores Pradera convence ante un p¨²blico devoto
La pregunta, a la entrada, era recurrente en los corrillos: "?Qu¨¦ tal andar¨¢ do?a Dolores?". La respuesta, hora y media y dos docenas de canciones despu¨¦s, admite pocas dudas: bien, francamente bien. Cercana ya a los 86 a?os, Mar¨ªa Dolores Pradera no s¨®lo conserva una voz de calidez envidiable, sino que todav¨ªa es capaz de emocionarse con el calor del p¨²blico, de titubear en sus primeras caricias al micr¨®fono, de ponerse exigente si alg¨²n detalle no le complace. "Perdonen que sea muy repipi, pero el sonido no est¨¢ bien. ?Arr¨¦glamelo, Luisito!", exclam¨® nada m¨¢s dar cuenta de Que te vaya bonito. A met¨®dica y perfeccionista no se sabe de ninguna jovencita que la doblegue.
Los escenarios son su morada desde hace siete d¨¦cadas, pero el genio s¨®lo podr¨¢ doblegarlo el destino canalla. La gran dama madrile?a sigue atesorando una garganta firme, recia, acogedora, e interpreta cada canci¨®n, cada historia, como si de "teatritos de tres minutos" se trataran. Porque Mar¨ªa Dolores no es s¨®lo la voz, sino tambi¨¦n esas manos m¨¢gicas y afiladas que piden a gritos un poema. Manos que aletean y se ofrecen, manos que se balancean, abren y cierran par¨¦ntesis, ara?an el pecho y claman al cielo. Manos de actriz cantora que conoce los sortilegios de la emoci¨®n serena.
El suyo es un repertorio abonado a la nostalgia, pero con ese don ya indeleble de la atemporalidad. Se nutre de autores -Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, Carlos Cano, Atahualpa Yupanqui, Chabuca Granda- tan a?orados como inmortales; de rancheras, boleros, baladas o habaneras que permanecer¨¢n siempre ajenos a los vaivenes de las modas. Exagera do?a Dolores cuando dice que las familias "antes cantaban a los postres y ahora se drogan", pero no podemos dejar de admirar su coraje, su coqueter¨ªa, hasta su sentido del humor. Anoche abarrot¨® el teatro Fern¨¢n G¨®mez -y hoy har¨¢ otro tanto- ante un p¨²blico entregado y devoto. Seguro que el esp¨ªritu del padre de sus hijos tarare¨® Perfidia como tantas veces hicieran cogidos de la mano.
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