Tita libre

Mar¨ªa del Carmen Cervera Fern¨¢ndez est¨¢ desnuda ante el espejo de su alcoba en Mas Ma?anas, su casa de Sant Feliu de Gu¨ªxols en la Costa Brava de Girona. Por los paneles de hilo se trasluce el Mediterr¨¢neo, liso como un plato despu¨¦s de semanas batido por el temporal. Taitu y Laky, sus perritos malteses, dormitan sobre un almohad¨®n. En el tocador descansan los afeites que se acaba de aplicar en el rostro, un poco demasiado terso para resultar del todo natural. Un Lanvin y dos Alexander McQueen sin estrenar refulgen, magn¨ªficos, entre las prendas elegidas para las fotos. Eugenia, su camarera personal, le ajusta los modelos. La percha es de primera. A los 67 a?os, Carmen Cervera, Tita Barker, la baronesa Thyssen en persona, luce en notable estado de conservaci¨®n el cuerpo esbelto, las piernas firmes y las mismas curvas -"m¨ªralas, sin operar"- que la convirtieron en 1961 en la primera Miss Espa?a y la catapultaron a una vida ins¨®lita incluso para una ni?a relativamente bien de la posguerra barcelonesa.

"?Sola? no tengo tiempo. Jam¨¢s me permito la soledad ni la depresi¨®n"

"He disfrutado de todo lo que la vida me ha dado. No puedes insultarla despreci¨¢ndola"

"Me falta mi hijo, la tranquilidad por el futuro de mi colecci¨®n y el de mi familia"

"Nunca he buscado nada. Ha sido siempre en plan de broma o casualidad como me han salido las cosas"

"El arte tiene que ser cierto. si alguien hace algo s¨®lo para vender, se nota"

"Borja es un se?or. Nunca quiso dinero. No hab¨ªa lo de esto es tuyo y esto es m¨ªo. Era todo nuestro"

A varias vidas, en realidad. Ella es ¨²nica y muchas a la vez. Pocos acreditan su capacidad de adaptaci¨®n al medio. Su instinto de supervivencia. Su habilidad para reinventarse seg¨²n vienen dadas. Esta es la pen¨²ltima de las Titas que ha sido y, probablemente, ser¨¢. Porque la se?ora de la casa, viuda sucesiva de un gal¨¢n de Hollywood -Lex Barker, Tarz¨¢n-, un vividor venezolano -Espartaco Santoni- y un magnate centroeuropeo -el bar¨®n Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza-, es mucho m¨¢s que esta ex reina de la belleza que se maquilla y se carda personalmente la melena para estar por casa o asistir a una recepci¨®n de Estado. M¨¢s que la madre soltera de un ocioso treinta?ero que no le dirige la palabra mientras le reclama su presunta herencia a bombo y platillo. M¨¢s que la tard¨ªa mam¨¢ adoptiva de las dos mellizas de tres a?itos que reciben sus clases de ingl¨¦s en el piso de abajo. Infinitamente m¨¢s que la gran dama a la que halagan los medios del coraz¨®n bonito y que la se?ora mayor con la que se ceban los del coraz¨®n salvaje.

Esos cuya audiencia quiz¨¢ no sepa o no recuerde que Tita, el nombre que se puso ella misma a los cinco a?os, es la vicepresidenta de la Fundaci¨®n Thyssen. La gran conseguidora del arte. La mujer que se gan¨® a su marido en vida y pele¨® a muerte con sus hijastros para lograr que los 800 fabulosos cuadros del bar¨®n se cedieran -por 40.000 millones de pesetas de las de 1993, eso s¨ª- al Estado y permanecieran juntos en un museo p¨²blico espa?ol en vez de acabar desperdigados por el mundo. La baronesa viuda Thyssen-Bornemisza. Medalla de las Bellas Artes. Orden de Isabel la Cat¨®lica. El poder f¨¢ctico capaz de parar una reforma urban¨ªstica amarr¨¢ndose a un pl¨¢tano del paseo de Recoletos de Madrid calzada con unas bailarinas Chanel y tocada con un panam¨¢. La mecenas que cede a Espa?a su tesoro -la colecci¨®n Carmen Thyssen, una de las pinacotecas m¨¢s exquisitas- y el ama de casa burguesa que cuelga los inefables ¨®leos de su mejor amiga presidiendo su sal¨®n.

Eso es Carmen Cervera, esta mujer desnuda en su dormitorio blanco y rosa chicle colonizado por decenas de animalitos de cristal Swarovsky. Sus avatares son de dominio p¨²blico. Su vida, sus vidas, est¨¢n en las hemerotecas. Quiz¨¢ por eso no le importe mostrarse como vino al mundo. Ya se la ha visto en cueros antes. Su cuerpo es, no obstante, lo ¨²nico que descubre en las horas que pasamos con ella. Se muestra simp¨¢tica, confiada, locuaz. Entra al trapo como y por donde quiere, sin salirse del gui¨®n que ha decidido interpretar. Pero las luces y sombras que atraviesan su mirada al contar sus alegr¨ªas y sus penas parecen genuinas. Ser¨¢ despu¨¦s cuando recele, se cierre en banda y quiera decir digo donde dijo Diego. Nunca fue una monja, admite, aunque a veces da la sensaci¨®n de quererlo parecer. In¨²til se?alarle que sus contradicciones, sus paradojas, sus salidas del tiesto, est¨¢n al alcance de cualquiera que busque su nombre en Internet. Lo sabe mejor que nadie. Y qu¨¦. Tita es Tita, dicen sus conocidos. Y Tita es libre.

-?Le importa lo que se dice de usted?

-S¨ª, porque tengo educaci¨®n. Pero si hago una cosa, la hago con todo mi conocimiento, como y porque me da la gana, estar¨ªa bueno. Me he equivocado much¨ªsimas veces. He pedido disculpas si he hecho da?o sin querer, o queriendo, pero lo que me da rabia es pasar por lo que no he hecho o no soy.

-Ha tenido una vida intensa. ?Est¨¢ disfrutando de su madurez?

-He disfrutado de lo que la vida me ha dado, no lo voy a negar. La existencia te da cosas y no puedes insultarla despreci¨¢ndolas. Pero tampoco se puede comer dos veces. El mayor placer es sentirte bien. Estar en paz con el mundo. Puedes tener de todo, estar en un lugar maravilloso y estar pensando a m¨ª qu¨¦ me importa, porque te falta algo.

-?Y est¨¢ en paz? ?Le falta o le sobra algo?

-Me falta mi hijo. Me falta la tranquilidad por el futuro de mi colecci¨®n y el futuro de mi familia. Nada m¨¢s.

Y nada menos, le falta decir. La baronesa est¨¢ triste, no hay m¨¢s que verla. Bajo su cordial verborrea -todo es "divino, delicioso, divertido"- se trasluce amargura. Tambi¨¦n coraje. Y determinaci¨®n. Ocho a?os despu¨¦s de la muerte del bar¨®n, su viuda tiene varios frentes abiertos. Sus desencuentros con Borja, el hijo que tuvo en 1980 de su relaci¨®n con el publicista Manuel Segura, han pasado a mayores. El idolatrado ni?o de mam¨¢, adoptado por el bar¨®n Thyssen gracias a ella, ha elegido su camino. Y no es precisamente el que Tita ten¨ªa previsto. Quien deb¨ªa ser su mano derecha en el trabajo y la vida, no est¨¢ por la labor. Su noviazgo y matrimonio con Blanca Cuesta, una chica relativamente bien de Barcelona, nunca fue del agrado de Carmen. Era p¨²blico y notorio: ella no es de las que disimulan. El nacimiento en 2008 de Sacha, su nieto, s¨®lo templ¨® gaitas el tiempo suficiente para que otra serie de rifirrafes -presunta petici¨®n de pruebas de paternidad incluida- profundizara la grieta.

Los ¨²ltimos episodios han sido ¨¦picos. El pasado oto?o, Borja acus¨® a su madre en la portada de Hola de ocultarle la herencia que le leg¨® el bar¨®n en el Pacto de Basilea, el c¨®nclave familiar que acab¨® en 2002 con siete a?os de encarnizado pleito entre padre, hijos y madrastra por el legado del patriarca. Crecido, Borja se present¨® en el Museo Thyssen a por los dos cuadros -un goya y un giaquinto- que dice que son suyos. Tita, descompuesta, dijo hasta aqu¨ª hemos llegado y demand¨® a su hijo y a su nuera por revelaci¨®n de secretos. Borja anunci¨® acciones legales contra mam¨¢. Los puentes est¨¢n rotos.

Eso, en casa. Fuera, las cosas no son m¨¢s sencillas. Puede que los visitantes que llenan el Museo Thyssen -700.000 al a?o- consideren como un todo el patrimonio all¨ª expuesto. Sin embargo, unas barrocas letras doradas sobre el c¨¦lebre color siena p¨¢lido con el que Tita se empe?¨® en pintar las paredes contra el criterio del mism¨ªsimo premio Pritzker Rafael Moneo pregonan que la colecci¨®n Carmen Thyssen es cap¨ªtulo aparte. Propiedad privada. Los 240 cuadros, un deslumbrante paseo por el paisaje del impresionismo y expresionismo internacional, con al menos 20 obras maestras absolutas, son de Tita y s¨®lo de Tita. La cesi¨®n gratuita al Estado que realiz¨® en 1999 expira en febrero de 2011. Seis sucesivos ministros socialistas y populares no han sabido o no han podido cerrar un acuerdo para comprar la colecci¨®n. Este es el a?o decisivo. Pero la crisis econ¨®mica, la falta de sinton¨ªa con el equipo de ?ngeles Gonz¨¢lez Sinde y las cuitas familiares de la baronesa tienen el asunto empantanado. Los bufetes de Garrigues, por parte de Carmen, y Ur¨ªa, por parte del Estado, esperan ¨®rdenes. Tita ya no vende, alquila. Sabe lo que tiene -"mi colecci¨®n vale 700 millones"- y lo hace valer. "A lo mejor se va a otro pa¨ªs", deja caer, aunque luego recula. "Soy coleccionista, me gustar¨ªa dejarles a mis hijos un legado importante en arte, y no en dinero. Lo hago para que tengan un deber, con un alquiler de a?os se sentir¨¢n responsables". Sabiendo que las mellizas Carmen y Sabina a¨²n no han cumplido cuatro a?os, el destinatario del mensaje parece evidente.

"Ella cambi¨® la vida de mi hijo, y la m¨ªa", confiesa Carmen Thyssen mientras se sirve pescado de la fuente que le presenta Eugenia. Resueltas las fotos, y despu¨¦s de retirarse a supervisar la comida de las ni?as, la baronesa nos ofrece un almuerzo en el comedor de Mas Ma?anas. Men¨² ligero: salm¨®n marinado, rodaballo al horno, fresas con yogur y caf¨¦. Tita come con ganas y no se priva de una cerveza, el pan con mantequilla del aperitivo y el bomb¨®n del postre. "Nunca he hecho dieta", comenta. La talla 38,5 de sus modelazos de costura o de mercadillo no peligra. "No quiero meterme en si es buena o mala porque cada uno es como es. Lo que s¨ª s¨¦ es que a mi hijo no lo veo hace un a?o, que le he llamado muchas veces y no se pone", a?ade. El sujeto el¨ªptico que se niega a pronunciar es obvio. "Creo que yo he ofrecido m¨¢s de lo que he recibido de ella".

-?De Blanca?

-Claro. Yo la he llevado y la he puesto en sitios importantes. Jam¨¢s he cerrado la puerta de mis casas ni he pedido pruebas de paternidad a nadie. Borja nunca quiso dinero, eso es precisamente lo que me molesta. Siempre ha sido un se?or. Conmigo nunca ha habido esto es m¨ªo y esto es tuyo, era todo nuestro. Estas diferencias de ahora no las entiendo. Yo labro su futuro.

-Pacto de Basilea, Thyssen contra Thyssen, Borja contra Tita seg¨²n unos, o Tita contra Blanca seg¨²n otros. Disculpe, pero algunos episodios de su vida parecen un tratado b¨¦lico. Va de guerra en guerra familiar.

-Mira, en esta vida hay que asumir las responsabilidades, lo que no puedes es jugar al pimp¨®n. Si tengo un legado del cielo y por alguna raz¨®n estoy donde estoy, he de asumirlo y ser correcta. Las querellas en las que estuve involucrada con mi marido se ganaron porque era lo que hab¨ªa que hacer, por seriedad. Lo que he aprendido a lo largo de mi vida es disciplina. Cuando me comprometo, lo cumplo, ya se puede caer el mundo. Hay que ser consecuente, no se puede jugar.

-?Por eso le duele la actitud de su hijo?

-S¨ª. No tengo m¨¢s remedio que poner orden para que mi hijo vea la realidad, porque est¨¢ muy mal aconsejado.

-Quiz¨¢ esperaba de ¨¦l compa?¨ªa personal y profesional en esta etapa de su vida

-S¨ª. Lo echo de menos. Lo necesito como hijo y como todo. Un colaborador se puede contratar. Pero lo necesito a mi lado en nuestras cosas. Y cuando digo nuestras cosas, son de mi hijo y m¨ªas, como siempre.

Carmen Thyssen-Bornemisza suscribe los lemas de su ¨²ltima familia pol¨ªtica. "La vertu surpasse la richesse" (la virtud supera la riqueza), reza el escudo de armas de los Thyssen en Villa Favorita, la hist¨®rica mansi¨®n familiar en Lugano (Suiza), donde Tita vivi¨® los primeros a?os de su matrimonio con el bar¨®n. "If you seat, you rust" (si te sientas, te oxidas), advierte la divisa personal de su esposo. La m¨¢xima cuadra con su car¨¢cter. La baronesa no descansa. El Museo Thyssen cuenta con una zona para su uso exclusivo, pero Carmen ni la pisa. Cuando va de visita o a una de las sesiones del patronato, donde se sienta con su civilizadamente detestada hijastra Francesca Thyssen, no deja ni el bolso. Curiosea por la tienda. Brujulea por las salas. Se retrata con todo el que le pide una foto. Va a toda pastilla. Agota a sus colaboradores. Llena la agenda a tope. Programa citas con marchantes, abogados, pol¨ªticos, periodistas. Desayunos, almuerzos, cenas y veladas en su casa de La Moraleja. Enciende un cigarrillo con otro. Alg¨²n whisky para alternar. Cambia de planes cada minuto. No para.

Ella es as¨ª, pero desde que falta su marido, su hiperactividad -otros dicen ansiedad- se ha exacerbado. "La muerte del bar¨®n la dej¨® desarbolada", dice alguien que la conoce bien y que, como todos los dem¨¢s consultados para este retrato, pide anonimato. "Tita quer¨ªa a Heini. Ella le alegraba, y ¨¦l la serenaba, se sent¨ªa protegida. ?l estaba loco de amor: siempre la sentaba enfrente en las cenas para mirarla, y ella le ten¨ªa mucho respeto. Es ind¨®mita, s¨ª, pero si el bar¨®n daba un grito, se cuadraba", dice un pr¨®ximo. Ahora Tita no se cuadra ante nadie.

Su mano derecha, y la izquierda, es ella misma. Y a veces se le van. "Tiene un grupo de consejeros de los que se f¨ªa, y a los que utiliza y escucha seg¨²n le conviene, hasta que deja de hacerlo. Entonces act¨²a, y puede salir por peteneras. Tiene una vena kamikaze que nadie controla, ni ella misma", aporta un miembro del c¨ªrculo. Es cuando, por ejemplo, irrumpe en una rueda de prensa con los corresponsales culturales de los grandes medios y suelta, as¨ª, en confianza, que su hijo est¨¢ "abducido por una secta". O cuando -est¨¢ en Youtube- sale de inaugurar una exposici¨®n de altos vuelos y se va derecha hacia una periodista del coraz¨®n que la espera para preguntarle por su ¨²ltima trifulca. Luego lo ve publicado, se horroriza, niega la evidencia. Y le monta una bronca infernal a quien considera responsable. Tita es "ladradora y poco mordedora", coinciden sus conocidos, pero el ruido que ella misma ayuda a levantar a su alrededor acaba por ensordecer su aut¨¦ntico discurso.

"No es consciente de la erosi¨®n que su continua presencia en los medios del coraz¨®n provoca en su imagen", sostiene un conocido. La baronesa tiene su propia percepci¨®n. Se siente querida. "Todos quieren hacerse fotos conmigo", arguye, pero no se puede gustar a todo el mundo. Si a Crist¨®bal Col¨®n, "con lo que fue Col¨®n", le ha tratado tan mal la historia, ella no va a ser distinta. Sus colaboradores est¨¢n hartos de sugerirle que no d¨¦ cancha a los medios rosa, pero ella va por libre. Le gusta salir en Hola. Es una celebridad de la vieja escuela. De los tiempos en los que uno no era nadie hasta que sal¨ªa en esa revista que ojea el qui¨¦n es qui¨¦n internacional. As¨ª que est¨¢ cuando la llaman. Lo considera una atenci¨®n a la sociedad. Y un tributo a su vanidad. Le sacan fotos espl¨¦ndidas y no esas otras que le roban por la calle en las que sale poco favorecida. Aqu¨ª estoy yo, viva, coleando y todav¨ªa presentable. Ese es el mensaje que desea transmitir.

Es cierto. Es m¨¢s guapa al natural. La baronesa se cuida. Los retoques de su rostro son evidentes, pero el vigor de sus piernas y sus brazos no se adquiere en ning¨²n quir¨®fano. Cuando est¨¢ en Sant Feliu se levanta a las siete, desayuna y se pone en marcha. En verano baja los 100 escalones largos hasta la playa y nada hasta que empieza a llegar gente. Vuelve a subirlos y ordena la intendencia del d¨ªa. Del men¨² de las ni?as al del servicio. Despacha con Rosana, su secretaria personal. La gesti¨®n de un patrimonio de muchos cientos de millones de euros entre negocios, inmuebles y activos lleva su tiempo. Adem¨¢s, est¨¢ el arte. La baronesa recibe todos los cat¨¢logos de todas las subastas. Compra menos, pero a¨²n puja cuando algo la enamora. "?Ves esto?", dice se?alando la blusa de McQueen -no menos de 1.000 euros en tienda-, "dud¨¦ si comprarla. Pero si s¨¦ de un cuadro que me gusta, me lanzo". Cervera est¨¢ al d¨ªa en arte contempor¨¢neo. Le chifla Jeff Koons, pero los formoles de Hirst o las performances de Abramovic le aburren soberanamente. "El arte tiene que ser cierto. Que quien lo hace se lo crea. Si est¨¢ hecho para vender, se nota", sentencia.

Despu¨¦s del trabajo, Tita ejecuta su sesi¨®n diaria de pilates con Nuria, su monitora privada. Si se tercia, se llega a la lonja a por un rodaballo tan fresco como el de hoy. O se viste de trapillo para pintar sus c¨¦lebres flores al pastel o arreglar las del jard¨ªn. Las tardes son para las ni?as. Carmen y Sabina la tienen loca. Le llaman mami y se derrite. Hac¨ªa tiempo que no escuchaba esa palabra.

Borja Thyssen es el fantasma de Mas Sonrisas. La mas¨ªa -el doble de espectacular que Mas Ma?anas- que su madre compr¨® para ¨¦l un poco m¨¢s arriba en los 40.000 metros de su finca est¨¢ vac¨ªa. "Hace mucho que no viene", comenta Fatimina, la gobernanta portuguesa. F¨¢tima, heredada del servicio del bar¨®n en Villa Favorita, lleva 29 a?os con Carmen. Es una de los 80 empleados que tiene en n¨®mina. Doncellas uniformadas con batas de rayas blancas y rosas, jardineros y operarios que se dirigen a "la se?ora" con naturalidad. Cero ceremonia. Como Eugenia, que lleva 11 a?os visti¨¦ndola.?O Enric, su ch¨®fer de toda la vida, y los escoltas -"los polic¨ªas", dice ella- que velan su sue?o y el de las mellizas en Sant Feliu. El resto del personal permanece a sus ¨®rdenes en sus casas de Lugano, Madrid, Marbella y Mallorca, entre otras. El Mata Mua, el barco que hered¨® del bar¨®n, est¨¢ amarrado en puerto en perfecto estado de revista por si surge alguna singladura. Hace mucho que Tita no va de vacaciones ex¨®ticas. Una de las ¨²ltimas fueron las de 2006, con Borja y Blanca, en Punta del Este. Pero Borja no est¨¢. Borja se fue. Y aunque una cuadrilla de mujeres le atiza a los cojines de Mas Sonrisas en el t¨ªpico zafarrancho de limpieza de primavera, no es probable que vuelva en breve.

"Tita est¨¢ habituada a doblarle el brazo a la realidad. A hacer que las cosas sucedan, y esta es de las pocas veces que no se sale con la suya", dice un amigo. "Eso la tiene perdida, herida y sola porque aunque parezca que s¨ª, Tita no tiene estrategia. Reacciona a los acontecimientos y ahora no lucha contra el mundo, sino con su hijo, y tiene mucho que perder", aporta otra voz cercana. "Carmen tiene muchos cuadros, pero ella es su mejor obra de arte", a?ade una tercera. "Ha vivido varias vidas en una, ha pasado compuertas, ha sido pionera en muchas cosas, se ha puesto el mundo por montera. Si conserva el equilibrio, puede darse con un canto en los dientes. Pero a la vez sigue siendo la chica alegre y algo naif que fue Miss Espa?a. Esa es su grandeza y su debilidad".

Esa soledad y esa determinaci¨®n para adaptar la realidad a sus deseos est¨¢n detr¨¢s, seg¨²n algunos, de su decisi¨®n de ser madre a los 63 a?os. Alguien ofrece una explicaci¨®n a quien no entienda que una se?ora de su edad mueva cielo y tierra para traer al mundo -mediante un vientre de alquiler en Estados Unidos- a dos criaturas. "Se sent¨ªa sola y quer¨ªa tener algo suyo. ?Visi¨®n din¨¢stica? ?Presi¨®n a Borja para asumir responsabilidades? Quiz¨¢ eso vino despu¨¦s. Tita no tiene plan B. Aplica a su vida creatividad y fantas¨ªa desde ni?a. Vive en carne viva".

Las deliciosas memorias que public¨® en 2009 en Hola lo corroboran. El regio Yo, Tita Thyssen del t¨ªtulo es elocuente. La protagonista justifica su abolengo y el de sus maridos. Segunda hija de Enrique Cervera y Pilar Fern¨¢ndez, retrata a su padre como un acomodado ingeniero catal¨¢n, y a su madre como una mujer moderna, fuerte y emprendedora, hija de un hidalgo en cuya casa de Valladolid se serv¨ªa la mesa con librea. Otras fuentes y biograf¨ªas no autorizadas hablan de un origen bien distinto, pero ella aduce que sus memorias "no tienen nada de desmemoriado". Es su palabra contra el resto.

Separada pronto, su madre la educ¨® como una chica bien. Viajes, internados extranjeros y alg¨²n correctivo para devolver al redil a la nena, convertida en una mujer despampanante desde que, a los 10 a?os, le brotaran los poderes en forma de un rostro agraciado, una sonrisa p¨ªcara y un cuerpo de infarto. "Los chicos se peleaban por dejarme la bici. Se rifaban un beso. El mundo cambi¨® para m¨ª". Siempre con moscones cerca, la alegr¨ªa de la playa se dejaba querer.

-Su primer arma fue la belleza. ?Fue consciente de ese poder?

-Siempre he tenido ¨¦xito con los hombres. M¨¢s que poder, la belleza da tontez, pavo. Me sent¨ªa feliz con que me miraran, pero nunca la us¨¦ para lograr algo. Jam¨¢s.

-Conoci¨® a Lex Barker en un avi¨®n. Al bar¨®n Thyssen, en un crucero en Cerde?a al que no pensaba ir. Seg¨²n lo cuenta, todo en su vida parece fruto de la casualidad.

-Pues s¨ª. Yo no he buscado nada, ni ir a ning¨²n sitio, ni presentarme, ni hacer algo para conseguir una cosa. Ha sido siempre en plan de broma, o en plan divertido o de casualidad como me han salido las cosas.

-Muchos piensan que su madre la entren¨® para cazar a un millonario.

-Nunca. Le habr¨ªa gustado que fuera bailarina, pero soy demasiado grande; que estudiara una carrera, pero por ah¨ª no pas¨¦, la vida era demasiado divertida para estar estudiando. As¨ª que, como era imposible conmigo, hizo que aprendiera idiomas.

Ingl¨¦s, franc¨¦s, alem¨¢n, italiano. Sus idiomas, su desparpajo y su palmito fueron sus pasaportes al mundo. Empezaban las vidas de Tita. Con Barker fue una veintea?era latina en Hollywood. Tenis, playa, fiestas. Amigos actores. Gente guapa. All¨ª conoci¨® a Mercedes Lasarte, la autora de los cuadros presuntamente naifs que adornan Mas Ma?anas. Fallecido Tarz¨¢n de un infarto, Tita renace como una espectacular viuda de 30 a?os en plena Espa?a del destape. De entonces datan sus papeles -"la guapa azafata de Aerom¨¦xico", dice una rese?a- en pel¨ªculas de Paco Mart¨ªnez Soria.?Su infausto matrimonio con Santoni, un b¨ªgamo encantador que casi la arruina. Su romance con Segura y su maternidad, sola, a?los 37 a?os. Ten¨ªa Borja un a?o cuando abord¨® el crucero que le cambi¨® la vida. Tita muta en baronesa Thyssen. Un golpe de suerte, para algunos. Un destino a la medida de una mujer fascinante, para otros.

"Misses hay cientos. Mujeres de millonarios, decenas. Tita, s¨®lo una. Algo tendr¨¢", dice una conocida. "Los clich¨¦s con ella son relativos: es folcl¨®rica, s¨ª. Pero no tiene un pelo de tonta; es intuitiva, valiente, r¨¢pida, luchadora y m¨¢s lista que el hambre", comenta otro allegado. "Es un bell¨ªsimo perro callejero", dijo de ella, hechizado, un diplom¨¢tico sueco tras la inauguraci¨®n del Museo Thyssen. Tita brillaba como nunca. Entendi¨® que el bar¨®n era el protagonista, y ella, la guinda del pastel. Con ideas propias, eso s¨ª. Adem¨¢s del color siena, impuso a Moneo el suelo de m¨¢rmol y no de madera. "Por mi amor a los ¨¢rboles", dice ella. "Porque le sali¨® la vena maruja y era f¨¢cil de limpiar", dicen otros. Muchos museos bregan hoy con el declive de su parqu¨¦ mientras el pavimento del Thyssen brilla como el primer d¨ªa.

Esos a?os, el bar¨®n y la baronesa paseaban triunfales por el mundo. Borja crec¨ªa entre nanas y preceptores entre Lugano y La Moraleja. A las faldas de su abuela y de su madre. "Trabajar con Tita te hace sentir como un ap¨¦ndice, imagino c¨®mo pod¨ªa sentirse Borja", dice un ex colaborador que cree que el joven est¨¢ atravesando, a los 30, la adolescencia que no pas¨® a los 15. Quienes le conocen retratan a Borja como un chico noblote, educado, "buen ni?o". No especialmente brillante. T¨ªmido. Influenciable. "Lleg¨® una chica que le hizo caso, le cre¨® un mundo propio y ¨¦l se tir¨® de cabeza". Hasta hoy.

Fallecido el bar¨®n, Carmen tambi¨¦n vir¨® de rumbo. En vez de frecuentar la alta sociedad que tanto le bailaba el agua cuando era baronesa consorte, la viuda ha tirado por la calle de en medio. "Podr¨ªa salir con quien quisiera, no es cierto que le hagan el vac¨ªo, es ella la que rechaza las invitaciones", dice una amiga. "Carmen tiene una dualidad brutal. Por un lado, le duele la indiferencia de las marquesonas y las se?oras de, que la tachan de advenediza sin clase. Pero por otro, se matar¨ªa de aburrimiento con ellas. No soporta el cors¨¦ y la falsedad social. Es la antiesnob. Desconf¨ªa de todos, cree que van a esquilmarla, y se ha acercado a la gente que le divierte. No olvides que Tita est¨¢ bajo la baronesa Thyssen". Mercedes Lasarte y Antonio Salcedo -un malague?o que ejerce de chevalier servant- son, con la ex ministra Carmen Calvo, algunos de sus pr¨®ximos.

As¨ª vive hoy la baronesa. Triste en el fondo y encantada de la vida en la forma. Por algo dec¨ªa el bar¨®n que Tita le daba "alegr¨ªa, Macarena". Adora el color y la exuberancia. En sus casas y en sus cuadros. Su pintura preferida es Mata Mua, de Gauguin. Hasta el t¨ªtulo, ?rase una vez, en tahitiano, le va que ni pintado. Un cuento, una escena pastoral, un mundo feliz. Pero Tita es dual. Por una parte le?gustar¨ªa estar en Mata Mua; por otra, se crece en los l¨ªos. "Tita ama el melodrama", apuntan. Ella disiente. "No me gustan los dramas, pero s¨ª, toda la vida me han perseguido, me ha tocado. Hay cosas que se repiten: fui la quinta y ¨²ltima esposa de Lex, y de Heini. Me cas¨¦ en 1965, 1975 y 1985".

-Y ha sido dos veces madre soltera.

-S¨®lo he sido madre una vez.

-?Y las ni?as?

-Ah, s¨ª [r¨ªe]. F¨ªjate qu¨¦ gracia, nunca se me hab¨ªa ocurrido. Y ahora soy abuela soltera. Qu¨¦ destinos m¨¢s especiales.

Lo dice alguien que va al vidente una vez al a?o -otros multiplican la frecuencia-, como quien va al psic¨®logo. Antes de irnos, Tita quiere ense?arnos "el tenis y el cine". Cruzamos la calle y Eugenia abre otra finca donde Zipi y Zape, dos pastores alemanes, guardan la pista de tierra y la sala de proyecciones -una inmensa leonera atiborrada de sof¨¢s, billares, futbolines y una barra presidida por un pel¨ªcano de cristal de m¨¢s de un metro de envergadura- en la que Borja y ella sol¨ªan ver pel¨ªculas de amor y lujo. Pero eso se acab¨®. El cine de ahora no le gusta tanto. "Ya no hay glamour. Mira el Oscar de este a?o. Para ver cabezas cortadas ya est¨¢ el telediario". Este fin de semana podar¨¢ los magnolios. Cuando acueste a las ni?as, puede que lea un rato. Marilyn y JFK, una cr¨®nica del romance entre el s¨ªmbolo sexual del siglo XX y el presidente Kennedy, la entretiene estas noches. A las once apagar¨¢ la luz.

-?Se encuentra sola?

-No tengo tiempo. No he sabido lo que es la soledad ni la depresi¨®n porque no me lo he permitido jam¨¢s. Le¨ª de peque?a Lo que el viento se llev¨® y se me qued¨® una cosa grabada. Cuando algo me amarga, digo como Scarlett OHara: lo pensar¨¦ ma?ana.