Vivir del presupuesto
Los que tenemos una edad, vivimos en una Espa?a diferente y mejor que aqu¨¦lla en la que nacimos, pero a¨²n subsisten antiguos vicios. Hoy, cuando las burbujas de una enga?osa abundancia estallan y hemos de acostumbrarnos a vivir de acuerdo con nuestras posibilidades reales, conviene reflexionar sobre las causas de la crisis, entre las que est¨¢n algunos vicios muy arraigados entre nosotros. El viejo Romanones ya dijo, con c¨ªnica lucidez, que para el espa?ol es un error vivir al margen del Presupuesto. Aqu¨ª todos nos hemos convencido de que tenemos derecho a recibir gratuitamente toda clase de servicios, y creemos que cualquier actividad que se nos ocurra desarrollar es de inter¨¦s general, y por tanto subvencionable. Exigimos disponer de todo, en todo lugar y en todo momento, siempre a costa del dinero p¨²blico.
Si los gobernantes no comprenden que la fiesta ha acabado no sirven para su tarea
Tan peligrosa convicci¨®n se ha visto tradicionalmente retroalimentada por un cierto tipo de gobernantes y ediles que, con p¨®lvora del rey, buscan el pasar a la peque?a o gran historia m¨¢s por la construcci¨®n de palacios y equipamientos monumentales que por organizar con eficacia los aut¨¦nticos servicios p¨²blicos. Son incansables e imaginativos a la hora de gastar, y con frecuencia son ellos mismos los que provocan la demandada ciudadana de equipamientos en modo alguno imprescindibles o urgentes. No les inquieta recurrir al endeudamiento porque saben que al final el palacio o el pabell¨®n llevar¨¢ su nombre y les facilitar¨¢ la reelecci¨®n, aunque ya no estar¨¢n all¨ª cuando venza la deuda. Buscan la popularidad f¨¢cil, y basan su peque?o o gran poder en la creaci¨®n de gabinetes, consejos, observatorios y otros inventos donde colocar a los partidarios fieles; en el encargo de informes pintorescos a consultoras y asesor¨ªas bien relacionadas; y en el reparto a voleo de ayudas y subvenciones para actividades de dudoso o nulo inter¨¦s general. Vemos a comunidades aut¨®nomas y ayuntamientos que financian, avalan, y hasta les construyen el campo o pabell¨®n, a equipos de f¨²tbol, baloncesto, ciclismo y otros deportes gestionados por manirrotos que no dudan en pagar suculentas fichas a sus atletas, porque saben que, al final, la Administraci¨®n pagar¨¢ la ronda, con dinero fresco o con recalificaciones urban¨ªsticas. No hay apenas conciertos, festivales, pel¨ªculas, representaciones teatrales, espect¨¢culos taurinos o de otra ¨ªndole que subsistan con la taquilla, sin recibir dinero de las administraciones. Asociaciones variopintas, casas regionales, comisiones de fiestas, concursos de bellezas, verbenas, romer¨ªas, desfiles y cabalgatas varias, paelladas, todo es aqu¨ª subvencionable porque nadie asume la impopularidad que supondr¨ªa a veces decir simplemente: No.
Es dif¨ªcil cuantificar este despilfarro, porque los presupuestos p¨²blicos, en especial los de los ayuntamientos y las comunidades aut¨®nomas, son muy poco transparentes. Pero s¨ª sabemos ya que es insostenible, tanto desde la perspectiva del gasto p¨²blico como de los valores y principios que deben de inspirar la acci¨®n de gobierno. Si la ra¨ªz de esta plaga est¨¢ en la falta de discernimiento a la hora de deslindar lo p¨²blico de lo privado, es inexcusable que quienes ejercen la pol¨ªtica distingan entre todo aquello que ha de depender de la iniciativa privada, exista o no en un momento dado, y que, por tanto, no puede obtener dinero p¨²blico, de lo que s¨ª constituye un servicio p¨²blico, e incluso de lo que, a¨²n promovido por los ciudadanos, tiene un claro e indiscutible inter¨¦s general, demostrado d¨ªa a d¨ªa, y que merece ser ayudado por la Administraci¨®n. S¨®lo a partir de una idea compartida por todos de lo que pertenece a una u otra esfera ser¨¢ posible conocer la dimensi¨®n y la estructura adecuadas de la funci¨®n p¨²blica en cada nivel, y gastar de modo racional y prudente.
No s¨®lo esto. La crisis, que nos apea de la vida de vino y rosas que ven¨ªamos llevando, obliga a replantearse la forma de seleccionar las inversiones en equipamientos y dotaciones. Es de sentido com¨²n que, como en nuestra vida particular, no podemos permitirnos muchas cosas que mejorar¨ªan nuestro nivel de satisfacci¨®n personal, sencillamente porque exceden de nuestras posibilidades, y que, en consecuencia, habremos de distinguir entre lo necesario y urgente, y lo meramente conveniente y aplazable. Si los gobernantes de hoy no comprenden que la fiesta ha acabado, que la capacidad de endeudamiento tiene un l¨ªmite, que las pol¨ªticas de cara a la galer¨ªa conducen a la ruina y a la escasez, que no valen excusas tan socorridas como la de que determinadas inversiones reactivan la econom¨ªa, cuando en realidad generan m¨¢s d¨¦ficit para el futuro, que con muchos "chocolates del loro" se cuecen enormes tartas de deuda inasumible, sencillamente no sirven para la tarea que desempe?an.
Para solicitar y obtener el sacrificio y esfuerzo de todos, ahora que pastan vacas flacas, hay que predicar con el ejemplo desde las instituciones. Eliminar la duplicidad de servicios y unidades administrativas, reducir el n¨²mero de cargos de libre designaci¨®n, suprimir contrataciones externas caprichosas no constituye s¨®lo una obligaci¨®n pol¨ªtica, sino tambi¨¦n moral. Porque no ser¨ªa justo que sean s¨®lo los funcionarios de carrera, los pensionistas o las personas en situaci¨®n de dependencia quienes vean recortados o congelados sus haberes, mientras sigue sin producirse una poda y limpieza a fondo de esa trama paralela que se nutre del hoy menguado erario p¨²blico, y mientras se siguen promoviendo obras fastuosas y no indispensables, con cargo a la deuda que habr¨¢n de saldar los que vengan detr¨¢s.
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