El evangelio del desierto chileno
Hern¨¢n Rivera Letelier recibe el galard¨®n por 'El arte de la resurrecci¨®n' - La edici¨®n digital de la obra estar¨¢ disponible en la plataforma Libranda
En 2005, Hern¨¢n Rivera Letelier viaj¨® a Madrid para dar una conferencia en la Casa de Am¨¦rica. Su estancia coincidi¨® con la entrega del Premio Alfaguara a Graciela Montes y Ema Wolf por El turno del escriba y el novelista chileno acudi¨® a la ceremonia. Cuando un compatriota suyo lo vio apoyado en una de las columnas de la sede de Santillana le pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa all¨ª. "Reconociendo el terreno", fue su respuesta.
Cinco a?os despu¨¦s, aquella misi¨®n de reconocimiento ha dado sus frutos y ayer el escritor de Antofagasta recogi¨® su Premio Alfaguara por El arte de la resurrecci¨®n, la historia de Domingo Z¨¢rate Vega, el Cristo de Elqui, que en los a?os cuarenta del siglo pasado predic¨® la llegada del fin del mundo a lo largo del desierto chileno, esa "mortaja de sal" en la que Hern¨¢n Rivera Letelier vive desde que ten¨ªa tres meses.
Manuel Vicent: "Cada palabra del libro es comestible, se puede respirar"
"Yo llevaba en los genes el tono para contar esta historia", dice el autor
Adem¨¢s de los 130.000 euros y de la escultura de Mart¨ªn Chirino del galard¨®n, Rivera se llev¨® ayer la edici¨®n digital de su novela dentro del lector de libros electr¨®nicos que le entreg¨® Ignacio Polanco, presidente del Grupo PRISA (editor de EL PA?S). El Alfaguara se convierte as¨ª en el primer premio literario que se publica en Espa?a en ese formato. Esa versi¨®n estar¨¢ disponible para los lectores a finales de este mes dentro de la plataforma Libranda, impulsada por Santillana, Planeta y Random House Mondadori, y que se presentar¨¢ en sociedad pocos d¨ªas despu¨¦s, el 8 de junio, durante la Feria del Libro de Madrid.
Despu¨¦s de que Manuel Vicent, presidente del jurado, elogiara la capacidad sensorial de su estilo -"cada p¨¢gina es comestible, cada palabra se puede respirar y pasa a los pulmones, a la imaginaci¨®n, al pensamiento"-, Hern¨¢n Rivera Letelier se dirigi¨® al atril para improvisar un discurso que empez¨® con una confesi¨®n: "Tengo la rara sensaci¨®n de ser un impostor, de que le estoy robando el puesto a alguien, de que en cualquier momento un ejecutivo de Alfaguara va a tocarme en el hombro, va a descubrirme y me va a mandar de un puntapi¨¦ a mi pa¨ªs, a mi desierto".
El desierto de Atacama -"mi Comala, mi Macondo, mi Santa Mar¨ªa", dijo en referencia a los territorios imaginarios creados por Rulfo, Garc¨ªa M¨¢rquez y Onetti- ha marcado la obra de Hern¨¢n Rivera Letelier tanto como su vida. Nacido en Talca, en el sur de Chile, en julio de 1950, lleg¨® siendo un beb¨¦ al inh¨®spito norte y all¨ª consumi¨® 30 a?os como obrero en las minas de salitre. Fue antes de que los alemanes inventaran el nitrato sint¨¦tico y la pampa chilena se convirtiera en la tumba a cielo abierto de los casi 300 poblados mineros que la ocuparon un d¨ªa. Hoy solo queda uno.
"Nosotros somos los tipos que no pueden ir a recorrer las calles de su infancia porque no existen", suele decir el autor de El arte de la resurrecci¨®n. En uno de esos poblados fue donde el escritor oy¨® por primera vez el nombre del protagonista de su novela. "Ven¨ªs m¨¢s descachalandrao que el Cristo de Elqui", le dijo su madre una tarde en la que llegaba de matar lagartijas y perseguir remolinos de arena por el desierto. El personaje, al que el poeta Nicanor Parra dedicar¨ªa tambi¨¦n dos libros de versos, se instal¨® en su vida para terminar instal¨¢ndose en sus libros. Primero coloniz¨® media p¨¢gina en La Reina Isabel cantaba rancheras, su primer libro -"una novela de prostitutas" publicada en 1994-, luego se sum¨® a un viaje en Los trenes se van al purgatorio y m¨¢s tarde se hizo con varios cap¨ªtulos en Mi nombre en Malarrosa. "Me dije: este Cristito quiere algo", record¨® Rivera. El resultado es la novela -"el primer milagro del Cristo"- que le ha valido el Premio Alfaguara. "Nadie m¨¢s en Chile pod¨ªa escribir esta historia, y no porque yo sea el mejor -que tal vez lo sea-, sino porque llevaba en los genes el tono para contarla: mi padre era predicador y yo me cri¨¦ con una Biblia bajo la almohada".
El Cristo que atraviesa ese particular quinto evangelio seg¨²n Hern¨¢n Rivera Letelier que es El arte de la resurrecci¨®n es una mezcla de Don Quijote y Sancho. Humanamente divino y divinamente humano, seg¨²n la definici¨®n de su autor. "No s¨¦ muy bien qu¨¦ significa eso, pero suena bonito ?no?", dijo. Pero s¨ª sab¨ªa qu¨¦ significa: "Un Cristo humano como el que me gustar¨ªa haber encontrado en la Biblia, alguien con sentido del humor que se riera con las bromas de sus disc¨ªpulos o que les dijera: 'Esperadme, que voy a mear detr¨¢s de esos arbustos".
En la novela se lee que el cristal m¨¢gico para ver "bonitas a las feas" y cuerdos a los locos tiene un nombre: dinero. Con ¨¦l, un pobre pirado se convierte en "exc¨¦ntrico" y una fea, en mujer de "bizarra belleza ex¨®tica". Desde ayer, Rivera Letelier tiene 130.000 razones en euros para que su cara de minero curtido sea el rostro de un escritor de pasado novelesco.
Minero y caballero
- El arte de la resurrecci¨®n es la decimoprimera novela de Hern¨¢n Rivera Letelier.
- Un a?o despu¨¦s de publicar la primera, La Reina Isabel cantaba rancheras, dej¨® su trabajo de 30 a?os en las minas de salitre del desierto de Atacama, en el norte de Chile.
- El padre del escritor era predicador evang¨¦lico y el ¨²nico libro que hab¨ªa en la casa de su infancia, en el poblado minero de Algorta, era la Biblia.
- En 2001 fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia.
Babelia
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