Avatares
Este a?o, el prestigioso Sal¨®n del Libro de Tur¨ªn ha estado dedicado a la memoria. Dijo Borges que, de todos los instrumentos humanos, el libro es el m¨¢s prodigioso: los dem¨¢s prolongan nuestras capacidades f¨ªsicas (la vista, el o¨ªdo, la velocidad, la fuerza de combate...) pero el libro ampl¨ªa nuestra memoria, que es una facultad espiritual. El poeta argentino no lleg¨® a conocer las posibilidades de Internet, que la multiplica en proporci¨®n casi ilimitada. Claro que hay quien prefiere vetar el registro de ciertos recuerdos y su publicidad: a ello parece orientarse la llamada "ley mordaza" que debe aprobar el Parlamento italiano, dr¨¢stica limitaci¨®n del uso judicial de escuchas telef¨®nicas y de su publicaci¨®n en los medios. ?Pretende reducir abusos o prevenir la revelaci¨®n de esc¨¢ndalos y manejos mafiosos, que con desoladora frecuencia afectan al Gobierno de Berlusconi? En cualquier caso, los principales editores italianos -Feltrinelli, Laterza, Rizzoli, Longanesi...- hicieron circular por los stands de la feria de Tur¨ªn un llamamiento contra esa nueva forma de censura.
Como aficionado h¨ªpico no tolero esos hipocampos libelulares que bailotean por el desdichado planetoide
Claro que la m¨¢quina que mejor perpet¨²a la memoria es la nostalgia: me enter¨¦ la tarde que llegu¨¦ a la convenci¨®n de que esa ma?ana se hab¨ªa presentado la nueva edici¨®n de uno de los ¨²ltimos libros de Emilio Salgari, Las ¨¢guilas de la estepa (Greco & Greco Ed.), que nunca he le¨ªdo. El ta?ido adolescente de ese nombre, Salgari, me remiti¨® por un instante a Malasia, a los desiertos de Arabia, a la selva amaz¨®nica, a los corsarios del Mediterr¨¢neo... a las letras de nobleza de mi felicidad. Menos dichoso fue en cambio el propio novelista -el primero que vendi¨® un mill¨®n de ejemplares en Europa- que se suicid¨® aqu¨ª, en Tur¨ªn, agobiado por las exigencias de sus editores y por la locura de su mujer. A¨²n pensaba en Salgari mientras atend¨ªa una entrevista de radio en el plat¨® improvisado en la propia feria, cuando al periodista se le ilumin¨® la cara: "Aqu¨ª llega Umberto Eco, que enseguida nos contar¨¢ el di¨¢logo sobre la memoria que acaba de mantener con Mauricio Ferraris...". Y o¨ª al gran Umberto murmurar: "Pero es que creo que ya se me ha olvidado...".
La noticia curiosa de la jornada tiene que ver, ay, con Avatar. Seg¨²n he o¨ªdo repetir con toda seriedad, la pel¨ªcula de James Cameron significa tal revoluci¨®n que puede cambiar el futuro del s¨¦ptimo arte (aunque este tuviera para ello que dejar de serlo). Como estoy convencido de que la vacuidad t¨®pica tiene porvenir en todos los campos, no me extra?ar¨ªa que esa profec¨ªa se cumpliese. A mi juicio, es dif¨ªcil imaginar un producto m¨¢s bobo y ?o?o que Avatar: parece mentira que venga firmado por el mismo director de obras de acci¨®n fant¨¢stica tan potentes como Aliens o Terminator. No me hablen de la magia de sus efectos especiales: estoy dispuesto a perdonar los personajes de cart¨®n y el ecologismo anticolonial zaparrastroso, pero como aficionado h¨ªpico no tolero esos hipocampos libelulares que bailotean por el desdichado planetoide.
Bueno, pues p¨¢smense: seg¨²n una publicaci¨®n tur¨ªstica regional, el modelo de la US Na'Vi y su espiritualismo indigente es la comunidad Damanhur, que tiene su sede en las colinas de la Valchiusella. Su fundador es un tal Oberto Airaudi, que se hace llamar Falco, y su doctrina incluye el pensamiento positivo, las l¨ªneas sincr¨®nicas y los r¨ªos de energ¨ªa, todo el habitual baratillo. Tambi¨¦n reparten un amuleto llamado self, que seg¨²n su color cura unos males u otros, pero siempre cura. Los fieles de la comunidad preconizan el matrimonio a un a?o vista, a cata y prueba, as¨ª como investigan para fabricar filetes sint¨¦ticos que acabar¨¢n con el hambre del mundo. La decoraci¨®n en oros y azules de sus locales, reproducidos en la revista, son efectivamente tan kitsch como la est¨¦tica de Avatar. De modo que los entusiastas de la luna Pandora ya saben ad¨®nde tienen que ir para perpetuar su memoria...
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