La hora del ajuste y de las reformas laborales
Un contrato indefinido que funcione ser¨¢ imposible sin reducir la indemnizaci¨®n y generalizarlo a todos los que buscan trabajo. Esto reducir¨ªa la temporalidad actual y no afectar¨ªa a los derechos adquiridos
Es muy importante en la pol¨ªtica econ¨®mica tener en cuenta lo adecuado para cada fase de una crisis. El a?o 2009 fue la fase de la ca¨ªda m¨¢s fuerte, en todos los pa¨ªses, y estos se esforzaron por poner en juego medidas expansivas, con est¨ªmulos presupuestarios y monetarios. Casi nadie hab¨ªa previsto en Europa la profundidad de la crisis y la Comisi¨®n Europea, en el oto?o de 2008, esperaba variaciones nulas del PIB -no negativas- para Alemania, Francia, Italia y solo -0,2 para Espa?a en 2009, cuando la realidad fue muy otra: -4,9; -2,2; -4,8; y -3,6, respectivamente.
El Gobierno espa?ol tampoco previ¨® la dimensi¨®n de la crisis en 2009, pero esto no puede reproch¨¢rsele, porque nadie es capaz de prever el instante de un shock, ni la hondura de sus efectos. S¨ª pec¨® de sucesivos anuncios optimistas respecto a la salida de la crisis, que, al no cumplirse, desgastaron la confianza en ¨¦l, m¨¢s a¨²n de lo que ya desgasta cualquier crisis.
El Gobierno hizo en 2009 los deberes que tocaban entonces; ahora hace los deberes que tocan hoy
Deber¨ªamos posponer las bregas partidistas y unir fuerzas para afrontar las medidas necesarias
Este error y otros de comunicaci¨®n con los ciudadanos no impactaron mucho, afortunadamente, en la pol¨ªtica econ¨®mica: el Gobierno "s¨ª hizo los deberes" y desarroll¨® un paquete de est¨ªmulos que, por su dimensi¨®n, fue el quinto de la OCDE, tras los de Jap¨®n, Estados Unidos, Canad¨¢ y Australia. Gracias a ellos, Espa?a tuvo la segunda ca¨ªda menos mala del PIB, tras la francesa. Lo mismo hicieron todos los pa¨ªses, pese a las pr¨¦dicas de los economistas de escuela hayekiana o rea-ganiana.
Las consecuencias de estos est¨ªmulos fueron unos d¨¦ficits considerables y mayor endeudamiento, por todas partes. Ocurri¨® en pa¨ªses tan avanzados como Estados Unidos y Reino Unido, con d¨¦ficit semejante al de Espa?a y m¨¢s endeudamiento que ella.
En el oto?o de 2009, el FMI y la OCDE, recomendaron a los Gobiernos mantener los est¨ªmulos para reforzar la incipiente recuperaci¨®n y dejar para a?os posteriores los fuertes recortes de los d¨¦ficits. Tanto es as¨ª que cuando la ministra Salgado prepar¨® una subida del IVA muchos consideramos que era prematura. El tiempo le ha dado la raz¨®n: la desgracia griega, el negocio de los especuladores bajistas y las agencias de calificaci¨®n, han desatado unas turbulencias financieras que han cambiado el panorama de las pol¨ªticas econ¨®micas, de forma inesperada, en la primavera de 2010. La prioridad absoluta ha pasado, en toda Europa, de mantener est¨ªmulos a dar tajos al gasto p¨²blico, para reducir aceleradamente los d¨¦ficits.
Y de nuevo, el Gobierno est¨¢ haciendo los deberes a su tiempo, con las duras medidas aprobadas el 20 de mayo. Quienes hablan de "medidas a destiempo y, por tanto, m¨¢s duras", yerran. Estas medidas de ajuste no eran las propias para 2009, sino para la inesperada situaci¨®n actual. Son imprescindibles y tendr¨¢n incluso que completarse con otras en el campo laboral.
Las orientaciones y medidas laborales m¨¢s urgentes en el momento actual son las relativas al salario m¨ªnimo, a la negociaci¨®n salarial y a poder contar con un contrato indefinido, con una indemnizaci¨®n por despido improcedente menor que la actual de 45 d¨ªas, a comparar con los 30 d¨ªas en Alemania.
Un salario m¨ªnimo demasiado alto, respecto a la remuneraci¨®n media de los asalariados, tiene las consecuencias de impedir que sean contratadas las personas con menor formaci¨®n profesional y la de mantener una tasa de paro estructural o m¨ªnimo muy alta. Esta es una de las ventajas de Estados Unidos frente a Europa, ya que su paro estructural es del 4,5%, frente a la media europea del 7% y el 10% de Espa?a (antes de la actual situaci¨®n). No es progresista un crecimiento del salario m¨ªnimo mayor que el del salario medio, pues har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil la reducci¨®n de la enorme bolsa de paro que ha dejado el desplome del ladrillo.
La descentralizaci¨®n de la negociaci¨®n salarial viene recomend¨¢ndose desde los a?os setenta del siglo XX, por la l¨®gica econ¨®mica que recomienda aproximar los salarios a las situaciones de cada empresa, en vez de a la media nacional. Los m¨¢ximos representantes sindicales y empresariales deber¨ªan considerar el concertar una banda ancha indicativa, y dejar la fijaci¨®n definitiva a la negociaci¨®n en cada empresa, sin constricciones de los convenios regionales, de rama, etc¨¦tera.
Pero entre todos los problemas de la estructura laboral, el m¨¢s importante ahora es el de establecer un contrato indefinido que reduzca la temporalidad.
El a?o pasado escrib¨ª un art¨ªculo sosteniendo que no era el momento -cuando estaban cayendo en el paro decenas de miles de trabajadores al mes- de plantear por el Gobierno a los sindicatos un nuevo contrato con indemnizaci¨®n reducida, que no iba a mejorar la situaci¨®n. Hubiera parecido una provocaci¨®n en una fase en la que no se hac¨ªan nuevos contratos, sino despidos. Ahora, esta medida es imprescindible.
La funci¨®n fundamental de ese nuevo contrato es incentivar que el empleo que se cree sea estable y permita que los trabajadores adquieran una formaci¨®n profesional, que las empresas se interesen en ellos y que les convenga no despedirlos en tiempos dif¨ªciles.
Las reformas laborales de 1984, de 1994 y de 1997 no consiguieron nada semejante. La primera incentiv¨® y flexibi-liz¨® la contrataci¨®n, pero al coste tremendo de aumentar la temporalidad: la tasa de temporalidad que era en 1983 del 4%, pas¨® a ser en 1993 del 33%. La reforma de 1994 intent¨® reducir la temporalidad, con nuevos contratos de aprendizaje y a tiempo parcial, sin conseguir el objetivo. Y la reforma de 1997, hecha por el PP, intent¨® de nuevo con un contrato indefinido, para personas entre 18 y 29 a?os, o de m¨¢s de 45 a?os -?y qu¨¦ con los de 30 a 45?-, con indemnizaci¨®n de 33 d¨ªas por a?o. Esta reforma tampoco vari¨® la alta tasa de temporalidad. Como concluye Julio Segura en una excelente s¨ªntesis sobre estos fracasos, ha quedado demostrado que sin una reducci¨®n de la indemnizaci¨®n y una generalizaci¨®n a todos los que buscan trabajo ser¨¢ imposible un contrato indefinido que funcione.
?Por qu¨¦ es fundamental y necesario ahora ese contrato? A mi juicio, porque ser¨ªa un pilar b¨¢sico del cambio de modelo productivo que precisamos. La contracci¨®n de la construcci¨®n en 5 o 6 puntos del PIB, exige una formaci¨®n de los trabajadores mucho mejor que la anterior, para nutrir el aparato productivo. Sin esto, la tasa de paro estructural, se mantendr¨¢ por encima del 10%. El Gobierno y los sindicatos que, con raz¨®n, desean una econom¨ªa m¨¢s productiva y con ca¨ªdas soportables del empleo en tiempos dif¨ªciles, tienen una responsabilidad enorme.
?En qu¨¦ da?ar¨ªa, si se respetan los derechos que tienen los trabajadores actuales, que se establezca un nuevo contrato, para asentar una econom¨ªa de mayor estabilidad y productividad? ?C¨®mo va a ser peor una contrataci¨®n indefinida, aun con menor indemnizaci¨®n por despido, que la situaci¨®n actual de un 50% de los j¨®venes, sin arraigo en las empresas y despedidos cada 6 o 12 meses, o, incluso cada semana?
Un Gobierno puede pagar un coste electoral si afronta sus obligaciones en situaciones cr¨ªticas, pero su deber y su grandeza es afrontarlas. No es inevitable que sea incomprendido por los ciudadanos. El ajuste y las reestructuraciones que tuvimos que hacer en 1983 y 1984 fueron muy duros y, sin embargo, Felipe Gonz¨¢lez gobern¨® 12 a?os m¨¢s. Una encuesta reciente de EL PA?S, mostraba que m¨¢s del 60% de los ciudadanos se quejaban -son humanos- de las medidas presentadas por Rodr¨ªguez Zapatero. Y, a rengl¨®n seguido, el 60% de ellos quer¨ªa que la oposici¨®n apoyase estas medidas.
Como en la Transici¨®n y en las terribles crisis del petr¨®leo quiz¨¢ sepamos encontrar, en este momento tan dif¨ªcil suficiente sensatez y solidaridad colectiva para posponer las bregas partidistas y unir las fuerzas para un nuevo gran ¨¦xito.
P. S. Despu¨¦s de enviar el anterior texto, he conocido la nota tosca y simplista del director del FMI. Lamento la coincidencia y espero que el se?or Strauss-Kahn emplee el mismo tono y estilo cuando se presente a presidente de Francia, asegur¨¢ndose as¨ª un fracaso, para bien de sus conciudadanos.
Miguel Boyer fue ministro de Econom¨ªa y Hacienda.
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