Paso al perro ladrador
The Fall, capitaneados por un arisco Mark E. Smith, abre el Primavera Sound ante 30.000 espectadores
El tipo con pinta de haber venido a echar unas manitas de mus es toda una estrella del rock. Antip¨¢tico como pocos seres que hollan la faz de la tierra, Mark E. Smith es a la m¨²sica experimental lo que el campo sem¨¢ntico de la agresi¨®n al vocabulario espa?ol. Se present¨® a su cita con su habitual adem¨¢n arisco, malcarado, desagradable y cascado, muy cascado. "?Y?", volvi¨® a mascullar entre su dentadura postiza ayer en el arranque del festival San Miguel Primavera Sound.
Mientras sus organizadores celebraban con cava finolis la heroicidad de haber alcanzado la d¨¦cima edici¨®n de la cita, The Fall, capitaneados por Smith, que siempre fue m¨¢s de la mezcla de toda clase de alcoholes, ofrec¨ªa, bajo un cielo tan amenazante como su m¨²sica, un concierto que funcion¨® solo a ratos, por m¨¢s que a Smith todo esto le traiga sin cuidado.
A Smith le trae sin cuidado, pero su banda funcion¨® solo a ratos
The Wave Pictures, queridos como pocos en Espa?a, hace f¨¢cil lo dif¨ªcil
Acaso el hast¨ªo le venga porque ha visto a varias generaciones de practicantes de la cultura juvenil pasar ante sus ojos desde que empez¨® a finales de los setenta. Quiz¨¢ sea porque estos en concreto, la naci¨®n indie espa?ola, que corri¨® contra los obst¨¢culos en los noventa y ahora vive su merecida madurez, no acaben de entender la clase de deudas que el tipo ha pagado con creces.
Sea como sea, efem¨¦ride mediante o no, es muy probable que nunca un arranque de esta cita con el rock experimental y relevante estuviese tan abarrotado. Ya era dif¨ªcil abrirse paso entre la multitud tan pronto como a las 20.00. Y eso que al cabeza de cartel de la noche (y del festival) no se le esperaba hasta la 1.00. Pavement, la mejor banda que peor sonaba del mundo, salv¨® la vida de unos cuantos asistentes al Primavera all¨¢ por los primeros noventa.
?Y el resto? Se reparti¨® entre los inclinados a fabricarse recuerdos y los que en realidad madrugaron por ver a The XX, banda revelaci¨®n del a?o pasado. Para unos y otros, abrieron boca Superchunk, graduados con notable de la promoci¨®n indie rock de 1991. "No tocamos demasiado pero siempre que eso sucede, acabamos en Espa?a", exclam¨® su cantante en la plenitud de un concierto en el que demostraron que hay ciertas cosas que una banda de sus caracter¨ªsticas pierde con los a?os (los gemidos y ese bordear el desastre con resultados po¨¦ticos), para ser reemplazadas por otras: el empaque y la profesionalidad, claro.
Antes, pareci¨® poco probable que The XX, cuatro ni?atos ingleses, cambien el curso de la m¨²sica contempor¨¢nea. Padecen, como tantos, el s¨ªndrome con el que Lou Reed bautiz¨® uno de sus mejores discos: Est¨¢n creciendo en p¨²blico y eso, evidente, no es culpa de nadie.
Todo hab¨ªa empezado en realidad un par de horas antes con The Wave Pictures, queridos como pocos por la parroquia espa?ola y practicantes de un rock letrado capaz de enderezar cualquier clase de mal d¨ªa. Ofrecieron uno de sus paradigm¨¢ticos recitales, con sus ingeniosos interludios, su contagiosa forma de hacer lo dif¨ªcil f¨¢cil y la falta absoluta de pretensiones.
Cerca de ellos, Surfer Blood comparecieron como una de esas bandas que los enterados se traen subrayadas con rotulador rojo de casa. Y lo cierto es que no defraudaron. De eso sigue yendo este festival en realidad, aunque un aumento algo agresivo de los anunciantes pareciese inundar el recinto en los compases de una cita que est¨¢ llamada a ser la de la consagraci¨®n. Los cerca de 30.000 asistentes en la m¨¢s tierna edad del consumo conforman un p¨²blico cautivo dif¨ªcil de dejar escapar. Pero alguien ten¨ªa que pagar esta monumental ronda, ?no?
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