Macbeth para tiempos de crisis
Cuentan que el equipo de la compa?¨ªa brit¨¢nica Cheek by Jowl no permite que nadie llame a la "obra escocesa de Shakespeare" por su nombre. Decir "Macbeth" fuera del escenario sigue atrayendo el mal fario. Ser¨¢ cosa de brujas, aunque en la puesta en escena de Declan Donnellan no se las ve el pelo: son apenas una voz y unas siluetas recortadas tras el protagonista. Se las echa de menos. Sab¨ªamos de la capacidad de s¨ªntesis del director brit¨¢nico, especialista en contar mucho con poco, pero jam¨¢s le hab¨ªamos visto tan austero como ahora: puesto a economizar, se ha ahorrado tambi¨¦n a unos cuantos actores de reparto y la utiler¨ªa completa.
Su Macbeth pivota en torno a las figuras del gran actor biling¨¹e Will Keen y de Anastasia Hille, pues los diez int¨¦rpretes restantes se ven obligados a doblar papeles y a entrar y a salir de un coro uniforme, a la griega, cuyo devenir constante diluye las intervenciones de personajes clave como Banquo, Malcolm o Lenox, que surgen de su seno brevemente para volver a sumergirse en ¨¦l. Esto, que se justifica en producciones modestas, parece m¨¢s arbitrario en una coproducci¨®n internacional en la que participan varios grandes teatros. Dicho lo cual, hay que elogiar la alucinante facilidad que Donnellan tiene para contar cosas complejas con medios sencillos. Los duelos a espada y los asesinatos a cuchillo, los resuelve aqu¨ª sin aceros, a manos limpias, con una m¨ªmica en absoluto na?f: el combate del protagonista con medio batall¨®n ingl¨¦s y su muerte subsiguiente est¨¢n resueltos con una fantas¨ªa m¨¢s expresiva que cualquier soluci¨®n realista.
MACBETH
Autor: Shakespeare. Int¨¦rpretes: Will Keen, Anastasia Hille, David Caves, Edmund Wiseman, David Collings, Greg Kolpakchi... Direcci¨®n: Declan Donnellan. Matadero Madrid. Del 26 de mayo al 5 de junio.
Jam¨¢s hab¨ªamos visto a un Declan Donnellan tan austero como ahora
Este tipo de montajes funciona si se tiene una figura como Will Keen
Este tipo de montajes funciona cuando se tiene una figura como Keen. Quiz¨¢ durante su primer mon¨®logo se mueva un poco como p¨²gil que no acab¨® todav¨ªa de encontrar su lugar en el cuadril¨¢tero, pero el de la aparici¨®n de la daga fantasmal lo clava en el sitio, nunca mejor dicho. Fant¨¢sticos tambi¨¦n sus mon¨®logos posteriores y su silencio decisorio durante el debate conyugal urgente que tuerce la suerte del malhadado rey Duncan. Por f¨ªsico, Keen es m¨¢s Yago que guerrero escoc¨¦s: as¨ª, crea un Macbeth tortuoso como tronco de ¨¢rbol cimero solitario sometido a los cuatro vientos.
De Anastasia Hille, impresiona su figura arcaica, su temperamento y su lectura furiosa de la carta de Macbeth: es dif¨ªcil dar cuerpo al inexistente papel s¨®lo con m¨ªmica sin perder entretanto un grado de intensidad en la expresi¨®n verbal de su inescrupulosa ambici¨®n. Si la actriz no raya a igual altura en la famosa escena donde su personaje deambula son¨¢mbulo, intentando lavar sus manos ensangrentadas, es, seguramente, porque la atenci¨®n que debiera estar centrada en ella se diluye al introducir el director un coro de cortesanos en torno suyo.
Relaciono los errores de un montaje generalmente imaginativo y bien resuelto porque otros del mismo equipo me parecieron mejores. Van otros dos y acabo: la ceguera del rey Duncan (es una met¨¢fora demasiado obvia de su destino inmediato) y el tratamiento de la escena del portero clown. En medio de la inteligente austeridad conceptual que lleva a Donnellan a prescindir de cartas, dagas, velas y cuantos objetos aparecen en la obra, rechina que este personaje, aqu¨ª reconvertido en portera, saque un telefonillo, una botella, un spray desodorante y ?hasta un detector de metales! Que el de la clowner¨ªa sea un mundo aparte no quita que qui¨¦n marca unas reglas de juego deba respetarlas hasta el final. Con esto y con todo, este Macbeth sin brujas sigue siendo una fant¨¢stica obra para educaci¨®n de pr¨ªncipes sobre el aislamiento al que conducen el crimen, la soberbia y la ambici¨®n.
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