Enterrar a los asesinados por los fascistas
Los falsos historiadores distorsionan la verdad. No se puede meter en el mismo saco lo ocurrido en las mal llamadas dos zonas de la Guerra Civil espa?ola. En una, la republicana, se defend¨ªa la legalidad; en la otra, la rebelde, estaban los sublevados que provocaron la guerra.
En la retaguardia republicana, las crueldades tuvieron lugar durante los meses que dur¨® la guerra y, casi exclusivamente, en los primeros. En el lado rebelde, los asesinatos y consejos de guerra no solo se produjeron durante el conflicto sino que se prolongaron durante 40 a?os.
Ni cuantitativa ni cualitativamente fueron iguales los cr¨ªmenes cometidos. Cuantitativamente, las v¨ªctimas republicanas y luego antifranquistas fueron m¨¢s desde el primer momento y se prolongaron mucho m¨¢s en el tiempo. Cualitativamente, los generales traidores, desde que empezaron a preparar la sublevaci¨®n, optaron por implantar el terror. Cuanto m¨¢s dura fuera la represi¨®n, mejor. Consideraban que solo as¨ª pod¨ªan triunfar contra un Gobierno que contaba con el apoyo de la mayor¨ªa del pueblo.
Ni cuantitativa ni cualitativamente fueron iguales los cr¨ªmenes cometidos en una y otra zona
Desde la primera Instrucci¨®n reservada de Mola, de febrero de 1936, se exige a los conspiradores esa implantaci¨®n del terror. Tambi¨¦n en las directivas para Marruecos, del 24 de junio de 1936, se detalla c¨®mo proceder de manera inmediata a la eliminaci¨®n de los izquierdistas, la detenci¨®n de las autoridades civiles republicanas y el cierre de partidos y sindicatos.
Los cr¨ªmenes rebeldes comenzaron antes del 18 de julio. Ya el 17 se concentr¨® a cientos de detenidos en el campo de Zal¨²a, a 27 kil¨®metros de Melilla, y all¨ª fueron asesinados 189 de ellos, incluidos muchos militares contrarios a la sublevaci¨®n. La ola de terror se adue?aba de inmediato de cada parcela en la que triunfaban los sublevados. Obreros, campesinos, alcaldes y concejales, maestros, m¨¦dicos, etc¨¦tera, eran llevados en camiones a los cementerios para su fusilamiento.En pastorales y homil¨ªas, los obispos bendec¨ªan esa "limpieza" de Espa?a.
En la zona en la que mandaba el Gobierno leg¨ªtimo, este se vio en primer lugar desbordado por la sublevaci¨®n de buena parte del Ej¨¦rcito. Tuvo que ser el pueblo en armas el que lo defendiera. Con esas armas, algunos comenzaron la ola sangrienta de la revoluci¨®n que se enfrent¨® a la previa ola sangrienta de la contrarrevoluci¨®n.
Otra diferencia entre los cr¨ªmenes cometidos en la zona republicana y los que tuvieron lugar en el lado de los sublevados, es que el Gobierno, en cuanto le fue posible, intent¨® y consigui¨® impedirlos. Los dirigentes republicanos, pi¨¦nsese en Zugazagoitia, fueron los primeros en protestar por las barbaridades en su zona. Nada de eso ocurr¨ªa en el bando rebelde. El director general de Prisiones le dec¨ªa al general Mola: "Hay que echar al carajo toda esa monserga de derechos del hombre, humanitarismo, filantrop¨ªa y dem¨¢s t¨®picos mas¨®nicos". Y con este esp¨ªritu, los sublevados prolongaron sus cr¨ªmenes hasta la muerte del dictador, en 1975.No es posible, pues, meter en el mismo saco los cr¨ªmenes de unos y otros. Es mentira sostener que en ambos bandos se practic¨® una enfurecida limpieza ¨¦tnica, como sosten¨ªa Joaqu¨ªn Leguina en su art¨ªculo Enterrar a los muertos.
La Transici¨®n supuso el paso de la dictadura a la democracia. No fue buena, ni mala. La quiso el pueblo, su principal protagonista. Los que intervenimos, de ambos lados, hicimos lo que se deb¨ªa y lo que se pod¨ªa hacer en las circunstancias nacionales e internacionales del momento. Una de ellas era la presi¨®n y el miedo al Ej¨¦rcito que hab¨ªa ganado la guerra (muchos generales del momento hab¨ªan estado en la Divisi¨®n Azul o participado en consejos de guerra del franquismo). Otras eran la guerra fr¨ªa, la situaci¨®n econ¨®mica espa?ola y la imperiosa necesidad de incorporarse a Europa.
La Ley de Amnist¨ªa se hizo pensando en los represaliados por el fascismo. No en los cr¨ªmenes cometidos por el r¨¦gimen, que entonces no eran considerados como tales. Adem¨¢s, los cr¨ªmenes contra la humanidad y los genocidios ni son amnistiables ni prescriben. Enjuiciarlos no es delito. Es un deber.
Es falso decir que se pide que solo sean honrados los asesinados por los fascistas. Tambi¨¦n es falso afirmar que se pide que sus asesinos sean juzgados. Solo se quiere enterrar dignamente a las decenas de miles de asesinados que permanecen en las cunetas. No se pretende perpetuar la divisi¨®n entre los espa?oles. Todo lo contrario. La dignidad de esos muertos y de sus familias es el ¨²nico modo de pasar definitivamente la p¨¢gina.
Cuando los falsos historiadores mantienen hoy la versi¨®n que sobre la guerra y la dictadura escribieron los vencedores, lo hacen con el benepl¨¢cito de los dirigentes del PP, que quieren as¨ª justificar el que ese partido se niegue a romper con el franquismo. Es una exigencia que procede de la extrema derecha que a¨²n forma parte de sus filas. Por el contrario, las derechas civilizadas europeas s¨ª condenan los fascismos que subyugaron a sus pa¨ªses, no se sienten sus herederos y no admiten como antecedentes a Hitler o Petain.
Es cierto que no todos los votantes del PP se sienten relacionados con el franquismo. Pero no es verdad que "media Espa?a" vote al PP. H¨¢ganse las cuentas: la mayor¨ªa de nuestro pueblo vota al PSOE, Izquierda Unida y otras formaciones de ¨¢mbito espa?ol o auton¨®mico que s¨ª reniegan expl¨ªcitamente del franquismo.
Teodulfo Lagunero es catedr¨¢tico de Derecho Mercantil y abogado.
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