El Katrina de Obama

Nadie reaccion¨® a tiempo tras el accidente de la plataforma Deepwater Horizon en abril pasado, ni la compa?¨ªa propietaria de la prospecci¨®n, BP, que guard¨® silencio, ni Barack Obama, que se mantuvo en segundo plano, ni los medios de comunicaci¨®n, que despreciaron la noticia. Puede parecer l¨®gico, al tratarse de un hecho ocurrido en el mar y a 1.500 metros de profundidad, a donde ning¨²n ser humano puede llegar.

El paso del tiempo ha demostrado, sin embargo, que la tard¨ªa reacci¨®n no es tan justificable y que el episodio, adem¨¢s de las m¨²ltiples consecuencias ecol¨®gicas y econ¨®micas que se conocen, puede tener efectos pol¨ªticos letales para el propio Obama, que ayer volvi¨® a visitar la regi¨®n del golfo de M¨¦xico en un esfuerzo por demostrar una implicaci¨®n mayor de la que se ha visto hasta la fecha.

BP ocult¨® la proporci¨®n de la tragedia y arrastr¨® al presidente

Quiz¨¢ no llegue a tiempo. Obama celebr¨® el jueves una rueda de prensa para insistir en que el vertido de petr¨®leo es su m¨¢xima prioridad y el asunto que m¨¢s tiempo le ha ocupado desde la decisi¨®n de la estrategia en Afganist¨¢n. Pero es posible que el da?o pol¨ªtico ya est¨¦ hecho.

Para la oposici¨®n conservadora y para algunos analistas independientes, este es el Katrina de Obama. Por muchas diferencias que existan en cuanto a la p¨¦rdida de vidas humanas y la magnitud de la incompetencia de los organismos oficiales, hay dos aspectos muy importantes, adem¨¢s de la geograf¨ªa, en los que el desastre de BP recuerda al mort¨ªfero hurac¨¢n: la imprevisi¨®n y la debilidad de la respuesta.

Una empresa que hace perforaciones en el mar a siete kil¨®metros de profundidad debe de ser consciente de los riesgos que se corren y deber¨ªa de tener a mano los medios adecuados para hacerles frente. No ha sido as¨ª.

Un Gobierno que autoriza esas prospecciones deber¨ªa exigir las garant¨ªas adecuadas antes de aprobar la concesi¨®n. No lo ha hecho.

?Es Obama culpable de esa negligencia? No. ?Es ahora responsable de lo ocurrido? S¨ª. Le honra que ¨¦l mismo lo haya reconocido.

Quiz¨¢ Obama se dej¨® enga?ar por la petrolera brit¨¢nica, como sugieren distintas fuentes de la Casa Blanca para desviar las cr¨ªticas. Desprovisto el Estado de los recursos t¨¦cnicos para contener el vertido, Obama se vio en manos de la compa?¨ªa propietaria de la plataforma, que ocult¨® deliberadamente la proporci¨®n de la tragedia, arrastrando en su ignominia al presidente mismo.

El Katrina fue la tumba de Bush. Ciertamente, el hurac¨¢n encontr¨® a un presidente en estado maltrecho por la guerra de Irak.

Obama tiene a¨²n tiempo y cr¨¦dito para superar este fracaso. Pero la verdad es que, hoy por hoy, cuesta imaginar c¨®mo. Carece de instrumentos para actuar -el sellado de la tuber¨ªa est¨¢ en manos de los ingenieros de BP-, no tiene m¨¢s aliados pol¨ªticos que su propio entorno -la indignaci¨®n es de la misma intensidad, aunque por distintas razones, en la derecha y en la izquierda- y se enfrenta a un problema -una mancha de petr¨®leo cuyos efectos durar¨¢n a?os- de los que perduran en la mente de los votantes.