El drama es doble: el paro y su factura
Pagar el desempleo cuesta ya un 3,2% del PIB espa?ol - La baja productividad ligada a la temporalidad es nuestro c¨¢ncer
Si la democracia espa?ola tiene algunas asignaturas pendientes, caben pocas dudas de que el paro ocupa un lugar destacado entre ellas. Ver tasas superiores al 10% se ha convertido en una mala costumbre. Tres veces se ha situado por encima del 20%. Con tozudez, las encuestas oficiales lo sit¨²an como la primera preocupaci¨®n de los espa?oles. Y no es para menos. Basta un vistazo r¨¢pido al parte laboral de la crisis: m¨¢s de dos millones de puestos de trabajo destruidos, 4,6 millones de parados, 3,2 millones de personas recibiendo ayudas al desempleo, una tasa de paro juvenil por encima del 40%...
Los datos son apabullantes. Y la comparaci¨®n con los vecinos y socios, odiosa. La tasa de paro espa?ola destaca con mucho entre los pa¨ªses desarrollados. Tras este t¨¦trico escenario se esconde el pinchazo inmobiliario y el gran peso de los contratos temporales. Conforme se ha ido dibujando este escenario, la necesidad de reformar el mercado laboral ha ganado peso. El propio Gobierno se?ala el principal objetivo: rebajar la temporalidad, la rendija que ha acabado por convertirse en boquete y ha permitido el rapid¨ªsimo aumento del paro y su factura, que en apenas dos a?os ha pasado de casi 15.000 millones a 34.000 en 2009. Un agujero que, adem¨¢s, contagia a la productividad, como explica Francisco P¨¦rez, del Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas.
Los expertos discrepan sobre si los subsidios estimulan el paro
El plan de recorte de Zapatero ha respetado a los desempleados
Los contratos temporales fueron eficaces; hoy son devastadores
El empleo eventual se ha convertido en la sala de espera de uno indefinido
"A largo plazo no es aceptable el gran peso que tiene la contrataci¨®n temporal. Adem¨¢s, esto ha puesto de manifiesto una gran injusticia que ha castigado, sobre todo, a los j¨®venes", se?ala Josep Oliver, catedr¨¢tico de An¨¢lisis Econ¨®mico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona. El calificativo de injusto lo usan la mayor¨ªa de expertos consultados.
"Ha puesto de relieve la facilidad del despido ", contin¨²a Oliver. Y esa facilidad se ha convertido en un duro golpe para las arcas p¨²blicas. Si el gasto en desempleo supon¨ªa un 1,4% del producto interior bruto en 2007, el a?o pasado supon¨ªa el 3,2%, y ya hay quien calcula que este a?o puede llegar al 3,9%. Las cotizaciones al desempleo dejaron de ser suficientes en 2008 para financiar este gasto, y los impuestos tienen que aportar el resto. Esto llev¨® al gobernador del Banco de Espa?a, Miguel ?ngel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, a mirar hacia esta factura cuando el Gobierno deshojaba la margarita de los recortes tijera en mano.
A continuaci¨®n surge una pregunta: ?se puede mantener esta factura cuando todos los vaticinios apuntan a un paro alto durante a?os? "Claro que se puede mantener", zanja contundente Paloma L¨®pez, responsable de Empleo de CC OO. "No se puede hacer un an¨¢lisis econom¨¦trico. Claro que es sostenible si hay voluntad pol¨ªtica", responde tajante Jes¨²s Caldera, ex ministro de Trabajo la pasada legislatura. Y voluntad pol¨ªtica hay. Cuando ha tenido que elegir, Zapatero ha dirigido la tijera a obras p¨²blicas, funcionarios o pensionistas, no a parados. Es una de sus se?as. El verano pasado cre¨® un nuevo subsidio para los desempleados, al contrario que los Ejecutivos de 1993 y 2002. "Ahora mismo no tendr¨ªa sentido tocarlas", a?ade un antiguo ministro de Trabajo con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Manuel Pimentel.
Pero si entre los pol¨ªticos se rechaza esta opci¨®n, entre los analistas cabe al menos el matiz. "Es una carga muy gravosa desde el punto de vista financiero", explica ?ngel Laborda, director del Panel de Coyuntura de la Fundaci¨®n de las Cajas de Ahorros. "Hay una regla econ¨®mica que dice que si se mantienen prestaciones altas por desempleo, se mantiene alto el paro estructural", sigue. En su opini¨®n, algo hay que hacer en este punto, pero a?ade que ahora no es el momento. "Deber¨ªa reformarse cuando el paro fuera m¨¢s bajo", admite.
Para el catedr¨¢tico de Hacienda P¨²blica, Ignacio Zubiri, la factura no s¨®lo es sostenible, sino que es necesaria. Cuando analiza la aportaci¨®n de las cuentas del paro al d¨¦ficit les quita hierro. "Cuando ten¨ªamos super¨¢vit, el gasto era del 1,4% del PIB; el a?o pasado fue un poco m¨¢s del 3%. La diferencia es de un punto y medio, y el d¨¦ficit total subi¨® al 11,2%, por lo que su aportaci¨®n a los n¨²meros rojos apenas supone un 10% del total", detalla.
Al tel¨¦fono desde la Universidad del Pa¨ªs Vasco, Zubiri desprecia las teor¨ªas de que los subsidios estimulan el paro. Tambi¨¦n Oliver lo hace. "La historia del mercado laboral espa?ol no avala esa tesis. Adem¨¢s, las ayudas m¨¢s bajas no van m¨¢s all¨¢ de 420 euros al mes, que son propias de situaciones de miseria", explica.
Quien s¨ª reformar¨ªa este aspecto del mercado laboral espa?ol es Valeriano G¨®mez, ex secretario general de Empleo. Pero su opci¨®n no pasa por tocar los gastos, sino los ingresos. Defiende que se aumenten las cotizaciones empresariales al desempleo que se pagan por los contratos temporales y se reduzcan las de los indefinidos. Por los primeros se paga un 6,5% de la masa salarial, por los segundos la cuota puede llegar al 8,3%. Sustenta su teor¨ªa en vastas tablas de c¨¢lculo que demuestran que el gasto en prestaciones para trabajadores que perdieron su empleo temporal en 2009 (unos 22.000 millones) duplic¨® el de quienes se quedaron sin un puesto de trabajo permanente. La propuesta busca tambi¨¦n combatir el primer problema del mercado laboral: la temporalidad.
Si hay una fecha clave para el mercado laboral espa?ol es 1984. Ese a?o, el primer Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez abri¨® la mano a la temporalidad. Fue un arma eficaz a corto plazo. A largo, devastadora. La combinaci¨®n de los contratos temporales y el pinchazo inmobiliario han sido un c¨®ctel demoledor. De los m¨¢s de dos millones de puestos de trabajo destruidos, 1,6 millones eran eventuales.
La alta tasa de temporalidad sirve para explicar m¨¢s de uno de los males que aquejan al mercado laboral. La reforma laboral de 2006 fij¨® en ella su punto de mira. La rebaj¨® algo, pero ha sido la crisis la que m¨¢s ha contribuido a ello. Ha ca¨ªdo al 25%, pero sigue siendo muy alta. A ella hay que mirar a la hora de explicar por qu¨¦ en Espa?a no han tenido impacto mecanismos de contenci¨®n del paro como la reducci¨®n de jornada, como en Alemania. Basta un vistazo r¨¢pido a las estad¨ªsticas para ver c¨®mo a lo largo de la historia los ajustes de jornada han perdido peso a medida que lo ganaba la temporalidad.
As¨ª que ahora el Gobierno la ha se?alado como el enemigo a batir. "La dualidad entre trabajadores fijos y temporales constituye el problema estructural m¨¢s grave de nuestro mercado de trabajo", reza uno de los textos que hay en las mesas del di¨¢logo social. Y ah¨ª coinciden expertos, organismos internacionales, pol¨ªticos y sindicatos. A partir de ah¨ª, discrepancias. Ni la explicaci¨®n ni las soluciones confluyen.
"El coste del despido es un tema tab¨²", apunta ?ngel Laborda, "en las peque?as y medianas empresas es un tema importante. Retrae a la hora de contratar". Es su disparo contra los contratos temporales. Esta tesis la comparten los servicios de estudios, organismos internacionales (FMI y OCDE) y Banco de Espa?a.
Para Miguel ?ngel Malo, de la Universidad de Salamanca, el problema no el coste del despido. Reconoce que es alto respecto a otros pa¨ªses europeos. Pero defiende que este coste laboral no tiene gran incidencia a medio plazo sobre la creaci¨®n de empleo, sino en su din¨¢mica. Si el gasto en la rescisi¨®n es bajo, el paro no da grandes bandazos; si es alto, se crean puestos de trabajo y se destruyen r¨¢pido.
"No queremos tocar los derechos adquiridos, pero todo lo que sea acercar los derechos de los temporales a los indefinidos es bueno", explica Jos¨¦ Ignacio Ech¨¢niz, del Partido Popular. Para ¨¦l, la temporalidad es consecuencia de la excesiva rigidez que hay en mercado laboral cuando se habla de contratos indefinidos. M¨¢s expl¨ªcito es Florentino Felgueroso, de la Fundaci¨®n de Estudios de Econom¨ªa Aplicada. ?l se remite a un contrato ¨²nico con indemnizaci¨®n creciente conforme aumenta la antig¨¹edad en la empresa como primera soluci¨®n.
Tampoco Jes¨²s Caldera, presidente de la Fundaci¨®n Ideas, se cierra a esta idea. "Se puede aliviar los costes del despido", afirma quien no obstante advierte que su propuesta es crear un fondo con cotizaciones que se destinar¨ªa a la formaci¨®n del trabajador que pierde su empleo, una variaci¨®n del modelo austriaco. "Los cambios tienen que caminar en una direcci¨®n: revalorizar el valor social del empleo y considerarlo as¨ª incluso en momentos de crisis. Hay un campo de trabajo para el cambio cultural, hay predisposici¨®n a que cuando las cosas van mal se te env¨ªe a casa", a?ade, mirando as¨ª hacia los contratos temporales.
La opci¨®n sindical no camina por estas v¨ªas. Admiten la posibilidad de un modelo austriaco que alivie los costes empresariales del despido sin que los trabajadores pierdan indemnizaci¨®n, pero no creen que esa sea el arma principal. Su opci¨®n: "Volver a las causas", resume Paloma L¨®pez, de CC OO. La legislaci¨®n laboral espa?ola exige que los contratos temporales est¨¦n justificados. Es decir, que tengan una causa y no sean el mecanismo de entrada al trabajo y la sala de espera del empleo indefinido. Pero la realidad choca con ley. "El sistema espa?ol es bastante exigente, pero no se cumple", resume contundente Caldera. El ex ministro reclama m¨¢s control.
Del tronco principal nacen ramas. La temporalidad lleva a otro gran problema del empleo en Espa?a: su baja productividad. Entre 1995 y 2008, esta variable clave para impulsar la competitividad econom¨ªa apenas creci¨® un 0,51% frente a tasas del 1,88% en Estados Unidos y el 1,5% en Alemania. Para Florentino Felgueroso, tambi¨¦n los contratos temporales juegan un papel clave, pues cree que los empresarios no invierten en la formaci¨®n de estos trabajadores, ni ellos la demandan. "Lo que hay que hacer es formar a los trabajadores", apunta Zubiri, que adem¨¢s a?ade soluciones para quienes ya no tienen trabajo, donde se centra ahora el verdadero problema: "Hay que mejorar la intermediaci¨®n y las pol¨ªticas activas de empleo".
En este punto, la secretaria general de Empleo, Maravillas Rojo, se?ala que Espa?a tiene un reto. "Hay que vincular las pol¨ªticas activas a las prestaciones", admite. "El proceso de activaci¨®n y reinserci¨®n en el mercado laboral no es tan eficiente como en otros pa¨ªses", describe con mayor crudeza, Torres, de la OIT. Actuar en este campo es una de las recomendaciones que lleva haciendo la OCDE en sus informes sobre empleo en los ¨²ltimos a?os.
Para llegar a esto no hace falta un gran cambio legal, basta con profundizar m¨¢s en la relaci¨®n entre comunidades aut¨®nomas y Ministerio de Trabajo. Y es que si la crisis ha puesto algo de relieve, adem¨¢s de la necesidad de reformar el mercado laboral, es que hay que utilizar con propiedad los mecanismos que ya existen. El cambio n¨²mero 53 de la norma laboral en Espa?a en democracia es necesario, m¨¢s que nunca. Aunque sin perder la perspectiva de que la reforma puede arreglar problemas pero no crear empleo. Como recuerda C¨¢ndido M¨¦ndez, l¨ªder de UGT: "Si fuera por reformas, en Espa?a el empleo nos saldr¨ªa por las orejas".
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