Lealtad
La decisiva votaci¨®n del decretazo, finalmente aprobado el pasado jueves en el Congreso, ha revelado la extrema soledad del jefe del Gobierno, a quien van abandonando casi todos (con una ¨²nica excepci¨®n, CiU, aunque destinada a caducar) en su amargo trance de sacar al pa¨ªs de su actual naufragio deficitario. Y eso no es nada comparado con lo que todav¨ªa nos espera en las inminentes decisiones sobre la reforma laboral o el sistema de pensiones, de las que depende nuestra futura salida del d¨¦ficit. Se dir¨ªa que atravesamos d¨ªas tr¨¢gicos, donde Espa?a se juega su destino sin que nadie demuestre poseer sentido de Estado. Y para interpretar tales acontecimientos no basta con la psicolog¨ªa pol¨ªtica, discutiendo el car¨¢cter, la moral o la responsabilidad de nuestros l¨ªderes sindicales y pol¨ªticos. M¨¢s all¨¢ de eso, hay que hablar de estrategias. Es decir, de dilemas ¨¦ticos.
Si los sindicatos espa?oles estuvieran unidos, como sucede en Alemania, dar¨ªan una lecci¨®n de lealtad
Uno de los libros m¨¢s influyentes de teor¨ªa social del ¨²ltimo tercio del siglo pasado es Salida, voz y lealtad (FCE, M¨¦xico, 1977), del eminente y heterodoxo economista Albert Hirschman, cuyo subt¨ªtulo reza: Respuestas al deterioro de empresas, organizaciones y Estados. Y es que cuando una instituci¨®n inicia un proceso de crisis y r¨¢pido deterioro, a todos sus miembros se les plantea el dilema ¨¦tico de tener que optar entre tres estrategias posibles: evadirse y desertar (salida); protestar y exigir responsabilidades (voz); o comprometerse a contribuir al salvamento (lealtad).
Pues bien, en la actual crisis de cr¨¦dito por la que atraviesa la Eurozona nos encontramos con ejemplos de las tres opciones. Muchos agentes eligen la opci¨®n de salida: son los evasores de capitales o impuestos, los empresarios que dejan de invertir, los especuladores que apuestan a la baja, los tr¨¢nsfugas que cambian su voto, los consumidores que dejan de gastar. Y es tambi¨¦n la actitud de aquellos que, como Mariano Rajoy o Josu Erkoreka, estando obligados a apoyar el plan de choque exigido por la UE (presidida por Espa?a este semestre), prefirieron desertar y abandonar la nave del Estado a su suerte.
Luego est¨¢n los que eligen la opci¨®n de elevar su voz: son todos aquellos agentes sociales que se sienten damnificados, como v¨ªctimas inocentes de la crisis, y no se conforman, exigiendo airadamente p¨²blica reparaci¨®n. Grecia es el ejemplo m¨¢s evidente: sus m¨²ltiples sindicatos ya han organizado varias huelgas generales, entre otras muchas manifestaciones de protesta, con un elevado coste en vidas y haciendas. Y esta es tambi¨¦n la v¨ªa por la que han optado nuestros sindicatos, que compiten entre s¨ª por ver cu¨¢l se muestra m¨¢s firme en su negativa a aceptar una aut¨¦ntica reforma laboral.
Y queda por fin la opci¨®n de la lealtad. Es la elegida por todos aquellos ciudadanos (funcionarios, pensionistas, contribuyentes) que est¨¢n dispuestos a sacrificarse por el bien de su pa¨ªs, soportando durante un tiempo recortes de ingresos con tal de contribuir en la medida de sus posibilidades a salvar entre todos la nave del Estado. Una lealtad que no ofrecen por altruismo, ni siquiera por patriotismo, sino por su propio inter¨¦s, ya que identifican su suerte con la de la comunidad civil a la que pertenecen. Es, por ejemplo, la lealtad que ofreci¨® el jueves Josep Antoni Duran Lleida, y no por patriotismo -¨¦l se siente catal¨¢n-, sino por civismo y sentido de Estado.
?De qu¨¦ depende que quienes podr¨ªan prestar lealtad, como los sindicatos, opten por el contrario por elevar su voz, resisti¨¦ndose a contribuir al salvamento com¨²n? Cabr¨ªa pensar que es por sectarismo, es decir, por falta de sentido de Estado, optando por anteponer la defensa del inter¨¦s particular a la construcci¨®n compartida del inter¨¦s com¨²n. Es una opci¨®n tradicional en la cultura pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs (a la que yo llam¨¦ ideolog¨ªa espa?ola), como ha demostrado nuestra derecha, siempre dispuesta a que el pa¨ªs se hunda con tal de que su rival (ayer Felipe Gonz¨¢lez, hoy Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero) lo haga tambi¨¦n. Y lo malo es que nuestra izquierda se preste a la maniobra, como demostr¨® la huelga general de 1988 o la pinza a la griega entre Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Julio Anguita. ?Asistiremos ahora a otra pinza contra natura entre el Partido Popular, UGT y Comisiones Obreras?
Es posible que pueda interpretarse as¨ª, pero yo me resisto a ser injusto con los sindicatos. Si se muestran reticentes a la reforma laboral, y se empe?an en elevar su voz en vez de prestar su lealtad, no es por sectarismo o por falta de sentido de Estado sino por algo distinto. Y es su divisi¨®n interna la que les obliga a rivalizar, compitiendo entre s¨ª por ver quien levanta su voz m¨¢s y mejor. Pues si estuvieran unidos, como sucede con los sindicatos alemanes y n¨®rdicos, ser¨ªan los primeros en dar lecciones de lealtad a todos los dem¨¢s.
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