Obama, el fr¨ªo
En contra de lo que algunos puedan creer, el pueblo norteamericano es sentimental y emotivo. Los norteamericanos lloran en el cine, donde adoran los finales felices, se enternecen con sus tradiciones, se divierten como ni?os y sufren como propio el dolor de sus vecinos.
Todos hemos visto la emoci¨®n con la que celebran sus gestas patri¨®ticas, la pasi¨®n con la que apoyan a sus deportistas y el enorme coraz¨®n con el que empujan sus ambiciones. Menos conocidos son su miedo a la derrota y a la muerte, su fragilidad ante la adversidad y su derrotismo frente al menor percance, todos ellos s¨ªntomas tambi¨¦n de su emotividad.
Por supuesto, los ciudadanos norteamericanos son, al mismo tiempo, pragm¨¢ticos y reflexivos, sus virtudes originales. Pero, a medida que han ido acomod¨¢ndose en su liderazgo y disfrutando glotonamente de sus ¨¦xitos, esas virtudes han ido cediendo a favor de una mayor sensibilidad.
El presidente ofrece una imagen demasiado culta, demasiado perfecta, frente a Bill Clinton o George Bush
Tal vez los norteamericanos acaben acostumbr¨¢ndose a su frialdad, o tal vez no y le den la carta de despido en 2012
Se sigue exaltando el hero¨ªsmo, s¨ª, pero se aplauden m¨¢s las manifestaciones p¨²blicas de amor entre las parejas y se resaltan las cualidades personales de los jefes, en los que gustan tanto su fuerza como las debilidades que los humanizan.
M¨¢s de una docena de famosos comentaristas norteamericanos se han quejado en los ¨²ltimos d¨ªas de que Barack Obama se ha comportado con demasiada frialdad desde el comienzo de la crisis del vertido de crudo en el golfo de M¨¦xico. No es que haya cometido errores graves, no, es que no ha demostrado pasi¨®n en el asunto, no ha compartido visiblemente el dolor de los afectados. No ha sido un padre, se quejan algunos.
"Los norteamericanos no quieren a un presidente con hielo en sus venas", afirma el columnista Rub¨¦n Navarrete. "El hombre cuya presidencia est¨¢ enraizada en su capacidad para inspirar a los dem¨¢s no demuestra esa inspiraci¨®n cuando m¨¢s se necesita", dice Maureen Dowd. ?Un poco m¨¢s de teatro, por favor!, exige la mayor parte.
No es la primera vez que esta cr¨ªtica surge. Ocurri¨® durante el debate de la reforma sanitaria, donde se le acus¨® de ser excesivamente acad¨¦mico y distante, de exhibir m¨¢s conocimientos que voluntad.
Hace ya tiempo que Obama ofrece una imagen demasiado articulada, demasiado culta, demasiado perfecta. Ciertos columnistas echan de menos ese calor varonil que Bill Clinton pon¨ªa en cada una de sus declaraciones. ?Qu¨¦ importa si ment¨ªa respecto a Monica Lewinsky! Otros a?oran incluso a George Bush y su espontaneidad tejana. ?Al diablo con los presos de Guant¨¢namo! ?No hay nada como un buen saludo campechano!
No han encontrado a¨²n nada de eso en Obama. Obama es un hombre discreto que sobrevivi¨® con ¨¦xito en un mundo de blancos a costa de no ser demasiado negro y de pasar bastante inadvertido para sus rivales. Siempre ha cre¨ªdo m¨¢s en la raz¨®n que en otros m¨¦ritos. Estudi¨®, viaj¨®, se form¨® y pele¨® por la presidencia siendo como es.
Ahora ha decepcionado a algunos que quisieran ver m¨¢s sangre y a algunos medios de comunicaci¨®n que necesitan m¨¢s sangre. Indudablemente, un l¨ªder debe vivir como un drama propio los sufrimientos de sus gobernados. El aislamiento o la indiferencia son defectos frecuentes y letales entre los pol¨ªticos. Pero tambi¨¦n lo son el cinismo y la impostura.
Tal vez Estados Unidos acabe acostumbr¨¢ndose a Obama, el fr¨ªo, o tal vez no y le d¨¦ la carta de despido en las elecciones de 2012. Pero es improbable que el presidente calmado y prudente que hoy existe se pueda transformar en el personaje impulsivo y caliente que algunos desean.
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