Precisamente por eso
Cuando se plantea la cuesti¨®n de la deslegitimaci¨®n de la violencia terrorista, como ocurre en estos momentos a cuenta del Plan de Educaci¨®n para la Paz promovido por el Gobierno vasco, suele manifestarse un reproche proviniente de sectores diversos del nacionalismo vasco que consiste en se?alar el hecho, manifiesto por otra parte, de que no todo el nacionalismo practica la violencia y de que no pueden criminalizarse unas determinadas ideas pol¨ªticas ni unos sentimientos.
En efecto, cualquier persona de bien que profese una ideolog¨ªa nacionalista tiene que sentir un verdadero dolor, a?adido al que produce una m¨ªnima empat¨ªa y solidaridad para con las v¨ªctimas inocentes del terrorismo etarra, al comprobar hasta qu¨¦ punto el fanatismo violento contamina y ensucia el buen nombre del movimiento pol¨ªtico al que tanto ¨¦l mismo como los etarras pertenecen.
El discurso del conflicto irresuelto incuba nuevos terroristas entre j¨®venes
La cuesti¨®n no es, por tanto, dudar de la sinceridad de ese pesar personal o colectivo, sino analizar sus causas y poner en marcha los mecanismos pol¨ªticos, sociales y administrativos m¨¢s convenientes para conjurar sus efectos m¨¢s negativos y directos. No basta el lamento. Es necesario reparar los da?os causados a las v¨ªctimas, tanto desde el punto de vista material (que no es lo de menos) como desde el jur¨ªdico, pol¨ªtico, moral y social y evitar en lo posible el riesgo de incurrir en da?os futuros, neutralizando la capacidad operativa, afortunadamente decadente, de ETA.
"No son vascos, son terroristas"... sol¨ªa decirse con una voluntariosa inocencia que defin¨ªa m¨¢s bien un deseo que una realidad. Porque realidad dolorosa era (y es) que los terroristas de ETA s¨ª eran vascos. M¨¢s a¨²n, son vascos nacionalistas que llevados de su ciego fanatismo matan en nombre de la libertad del Pueblo Vasco, sea cual sea su delirante concepto de lo que es la libertad y a¨²n de lo que entiendan por Pueblo Vasco.
?Podemos entonces extender la tacha de homicida a todo el nacionalismo vasco? Evidentemente no. Ser¨ªa una sin¨¦cdoque muy falsa y muy injusta. Ahora bien... ?No hay nada que decir?
?Cincuenta a?os de ETA!... Y de esos cincuenta, el nacionalismo vasco ha liderado las instituciones pol¨ªticas y en buena medida la sociedad civil durante los ¨²ltimos treinta. Desgraciadamente hoy, tanto tiempo transcurrido, a¨²n subsiste la presencia del terrorismo y los estudios sociol¨®gicos arrojan el pavoroso resultado de una extendida y laxa comprensi¨®n moral del mismo entre los estudiantes vascos... ?No hay nada que decir?
?Puede, de verdad, el nacionalismo vasco eludir su responsabilidad frente al terrorismo de ETA con el obvio expediente de no practicarlo? ?Qu¨¦ hay del discurso que lo acompa?a, explica y contextualiza? No me estoy refiriendo al conocido mensaje del "¨¢rbol y las nueces", cuya palmaria indecencia no necesita de mayores an¨¢lisis, sino del discurso del "Conflicto Irresuelto".
El discurso del conflicto, razonamiento plenamente compartido por todo el espectro nacionalista, construye la causa noble, la victimaci¨®n pseudohist¨®rica que los terroristas defender¨¢n y ese relato mitol¨®gico y simb¨®lico es el que incuba nuevos terroristas entre los j¨®venes menos formados y m¨¢s aventureros, es decir, m¨¢s f¨¢cilmente fanatizables.
Desde nuestras coordenadas de tiempo y lugar (suficientemente distanciadas de los hechos) proyectamos con naturalidad nuestro reproche sobre juristas como Carl Schmitt o fil¨®sofos como Heidegger por su compromiso simplemente discursivo con respecto del r¨¦gimen nazi, a¨²n cuando sabemos que ninguno de los dos peg¨® un tiro. De ambos, como del resto de alemanes (bien dolorosamente lo expuso Hanna Arendt) cab¨ªa esperar algo m¨¢s que la falta de colaboraci¨®n, que la abstenci¨®n frente a la barbarie. En determinadas circunstancias, ante determinadas agresiones, se impone el sometimiento a un "imperativo de la disidencia"... la obligaci¨®n moral de no callar, de no mirar hacia otro lado.
No basta, en efecto, con no practicar el terrorismo. Hay un insoslayable deber moral, ciudadano, pol¨ªtico e hist¨®rico de combatirlo. De combatirlo por todos los medios posibles: policiales, pol¨ªticos, jur¨ªdicos y sociales. No es suficiente con "no estar con ellos" o "no ser de ellos"... no basta con considerarlos unos idealistas equivocados, unos locos, unos asesinos o, simple e hip¨®critamente, como un desafortunado estorbo para el triunfo de nuestros propios objetivos pol¨ªticos. Eso es demasiado pobre y a estas alturas ya es demasiado tarde.
La derrota del terrorismo precisa, adem¨¢s del trabajo de la polic¨ªa, es decir, adem¨¢s del ejercicio leg¨ªtimo de la fuerza contra los terroristas por parte del Estado de Derecho (algo que incomprensiblemente es mirado por buena parte del nacionalismo con desagrado y desconfianza) una deslegitimaci¨®n pol¨ªtica y social del discurso terrorista y para ese combate necesitamos a los nacionalistas a nuestro lado y los necesitamos de forma activa.
Reconocer la inmoral tibieza de las posturas mantenidas en el pasado y situarse en la primera l¨ªnea, la l¨ªnea de fuego, de este combate puede resultar, hemos de comprenderlo, una amarga medicina despu¨¦s de tantos a?os, pero es lo que nos ha tocado vivir a los vascos de esta generaci¨®n.
Parece evidente que no tenemos entre nosotros resuelta definitivamente la cuesti¨®n de la estructura territorial del Estado ni a¨²n la de la conveniencia de la pertenencia al propio Estado com¨²n. Es posible que tales debates, con todos sus ingredientes de pol¨ªtica racional y tambi¨¦n con toda su carga emotiva, no alcancen nunca una soluci¨®n definitiva, el tiempo lo dir¨¢. No digo que no sea una cuesti¨®n importante, pero lo que no es, es una cuesti¨®n "cr¨ªtica".
Lo cr¨ªtico es que no podemos dejar a nuestros hijos una Euskadi sin libertad como la que nos encontramos. Eso no hay conflicto que lo justifique.
Teresa Fern¨¢ndez Garc¨ªa es soci¨®loga.
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