La Espa?a agitada
La agitaci¨®n pol¨ªtica tan grande que padece Espa?a se ha recrudecido ¨²ltimamente por causa de las medidas contra el d¨¦ficit p¨²blico que ha tomado el Gobierno y por la suspensi¨®n del juez Garz¨®n, pero en realidad ya exist¨ªa antes, desde hace a?os, cuando menos desde 2004. Y es que en Espa?a sucede algo ins¨®lito, que no se da en otros pa¨ªses avanzados, a saber, el fiero y poco civilizado enfrentamiento entre el partido que gobierna y el principal partido de la oposici¨®n.
Tal cosa, digo, es ins¨®lita, puesto que uno es de centro-izquierda y el otro de centro-derecha, con lo que, pese a las apariencias, la distancia ideol¨®gica que los separa en cuestiones de fondo es peque?a. Nada de lo que anta?o dividi¨® tanto a los espa?oles: democracia, monarqu¨ªa, propiedad privada, Estado de bienestar, alianzas exteriores, es hoy motivo de discrepancia. Como mucho, hay diferencias sobre el Estado de las Autonom¨ªas, aunque no parecen irreductibles. Tampoco en materia econ¨®mica se explica por razones de peso la gresca continua, cuando llegar a acuerdos ser¨ªa casi necesario y muy conveniente para todos.
Aflora hoy un trasfondo hist¨®rico que la Transici¨®n soterr¨® malamente
La Transici¨®n fue imperfecta. El franquismo qued¨® impune a la fuerza
?Por qu¨¦, entonces, esas acerbas descalificaciones mutuas? A decir verdad, en cuanto se analizan, ninguna de ellas se tiene en pie. Lo prueba el que, una tras otra, se vayan desmoronando acusaciones que en su momento se presentan como hechos incontrovertibles, para luego olvidarse con rapidez y verse sustituidas por otras que se anuncian igualmente terribles y definitivas.
Recu¨¦rdese, por ejemplo, lo que, seg¨²n el Partido Popular, ha hecho el Gobierno desde 2004: no aclarar los atentados del 11-M, negociar traidoramente con ETA, usar a polic¨ªas y jueces para inventarse casos de corrupci¨®n, enfrentarse con Estados Unidos y aliarse, en cambio, con Gobiernos populistas de Am¨¦rica Latina, acabar con el esp¨ªritu de la Transici¨®n y volver a la mentalidad frentista de finales de la Segunda Rep¨²blica, ser el principal culpable de la crisis econ¨®mica y no tomar medidas para atajarla o bien tomarlas, pero todas ellas equivocadas. Ante tanto vituperio, quiz¨¢ con la atenuante de ser el agredido, el PSOE reacciona con talante parecido. Seg¨²n ¨¦l, el PP se niega a aceptar el resultado de las urnas, est¨¢ influido por el autoritarismo de sus ancestros, no se distancia suficientemente del dinero, est¨¢ plagado de corruptos, no dice m¨¢s que vaguedades, solo sabe descalificar.
Rebatir tama?as afirmaciones no merece la pena, pues son falsas o bien exageraciones tan burdas que se caen por su propio peso. Si fuesen ciertas, como ambos partidos representan con sus votos a m¨¢s de las trescuartas partes de la poblaci¨®n, resultar¨ªa que los espa?oles nos identificamos mayoritariamente con quienes en uno u otro lado son antidem¨®cratas, sectarios, mentirosos, ineptos y corruptos. Excuso decir que en tal caso habr¨ªa que apresurarse a borrar a Espa?a de la lista de pa¨ªses desarrollados.
La situaci¨®n, por fortuna, no es tan grave, aunque s¨ª parece que algo falla en nuestra convivencia. ?Por qu¨¦? Descartadas las interpretaciones gen¨¦ticas o psicol¨®gicas por carecer de toda base cient¨ªfica, una posible explicaci¨®n podr¨ªa ser que el pasado est¨¢ m¨¢s presente de lo que se cre¨ªa. Existir¨ªa as¨ª un trasfondo hist¨®rico que solo habr¨ªa quedado malamente soterrado con la Transici¨®n y ahora ha aflorado.
Esa ser¨ªa la verdadera memoria hist¨®rica, la que nos impide olvidar que los espa?oles vivieron durante 200 a?os duramente enfrentados entre s¨ª. Absolutistas y liberales, patriotas y afrancesados, moderados y progresistas, conservadores y revolucionarios, librepensadores e integristas, sindicatos y patronales, nacionalistas espa?oles y nacionalistas "perif¨¦ricos", rojos y azules, casi no hubo esfera en que no hubiera conflictos, por lo general enconados y m¨¢s de una vez a muerte. Sin esos antecedentes, ?c¨®mo se explicar¨ªa, por ejemplo, el mucho enojo que suscita en tanta gente de derechas el que la izquierda gobierne, con independencia de que lo haga bien o mal y aunque esa izquierda sea nada radical?
?Qu¨¦ cabr¨ªa hacer? Por lo pronto no echar m¨¢s le?a al fuego, pues la que arde es m¨¢s que suficiente. Quiz¨¢ si se tuvieran m¨¢s presentes los enfrentamientos heredados del pasado, se actuar¨ªa con m¨¢s prudencia. Ni Garz¨®n deber¨ªa haber intentado condenar al franquismo judicialmente, ni mucho menos un juez del Tribunal Supremo deber¨ªa haber incoado una causa contra ¨¦l por supuesta prevaricaci¨®n, ni el Tribunal Constitucional deber¨ªa anular, como parece que podr¨ªa hacer, buena parte del Estatuto de Catalu?a.
?C¨®mo habr¨ªa que proceder entonces? El franquismo, por ejemplo, ha sido sobradamente condenado por la historia y est¨¢ tan muerto y enterrado como sus protagonistas. Es cierto, sin embargo, que nuestro pasado es muy peculiar, pues la transici¨®n a la democracia, donde se encuentra el principio de nuestra convivencia actual, fue imperfecta y, aunque desmont¨¢ndolo, hubo que dejar por fuerza impune al franquismo.
?Tendr¨ªa sentido rebobinar la historia y condenarlo judicialmente? Yo creo que no, tanto m¨¢s cuanto que franquistas hoy no existen, salvo grup¨²sculos de los que ni se sabr¨ªa si no fuera porque alg¨²n magistrado atiende a sus demandas. Adem¨¢s del tiempo transcurrido, hubo y hay personas de relieve que fueron franquistas y luego contribuyeron decisivamente a traer la democracia. Sin ellas (junto a la tal vez excesiva pero inevitable generosidad de la izquierda), no hubiera sido posible la reconciliaci¨®n. Baste citar al propio Rey, a Adolfo Su¨¢rez, a Fraga, al tan homenajeado Samaranch... Claro que el franquismo cometi¨® cr¨ªmenes. No es que no mereciera una condena judicial, que s¨ª la merecer¨ªa, es que tal cosa nada a?adir¨ªa a nuestra historia ni contribuir¨ªa a mejorar nuestro presente. M¨¢s bien lo empeorar¨ªa, al aumentar el enfrentamiento entre izquierda y derecha.
A m¨ª no hace falta que nadie me recuerde lo que fue la dictadura del Caudillo, pues como antifranquista activo padec¨ª c¨¢rcel y exilio. A m¨ª lo que me alegra es que, pese a lo que dicen algunos, el franquismo sea cosa del pasado. No veo, pues, la necesidad de que un juez o tribunal diga ahora que hubo cr¨ªmenes. Claro que los hubo desde el comienzo mismo, con la sublevaci¨®n contra un Gobierno leg¨ªtimo.
Como tambi¨¦n los hubo durante la Guerra Civil en el lado republicano, por m¨¢s que algunos digan, con su parte de raz¨®n, que no se puede comparar lo que ocurri¨® en uno y otro bando, aunque solo sea porque la guerra dur¨® tres a?os y la dictadura casi 40 y porque la represi¨®n franquista fue planificada y la republicana en buena medida fruto del caos. Es muy cierto, adem¨¢s, que las "fuerzas del orden" saben reprimir m¨¢s y mejor que las "hordas marxistas", pero en materia de cr¨ªmenes ning¨²n balance, sea cuantitativo o cualitativo, exime de culpa a nadie.
Otra cosa muy distinta es que, como se ha repetido muchas veces, se ayude a los familiares a recuperar ?70 a?os despu¨¦s! los restos de quienes fueron asesinados y enterrados en cunetas o fosas an¨®nimas. Todo lo que el Gobierno y las Comunidades Aut¨®nomas hagan en este sentido ser¨¢ poco y lo inexplicable es que se haya tardado tanto.
Terminar¨¦ con una nota optimista. Si el Partido Popular pierde por tercera vez consecutiva las elecciones generales de 2012 tendr¨¢ que renovar a su personal y con ello variar¨¢ muy probablemente su l¨ªnea pol¨ªtica. Si, en cambio, gana, una vez en el poder tendr¨¢ que olvidarse de todo af¨¢n descalificador, pues tarea no le faltar¨¢. Claro que en este ¨²ltimo caso corresponder¨ªa al PSOE una dif¨ªcil y meritoria labor: no comportarse en la oposici¨®n como hace hoy el PP. Entonces Espa?a dejar¨ªa de ser un pa¨ªs in¨²tilmente agitado.
Francisco Bustelo es catedr¨¢tico em¨¦rito de Historia Econ¨®mica y rector honorario de la Universidad Complutense de Madrid.
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