La vida salvaje
Dennis Hopper muri¨® el s¨¢bado pasado, y ya hay guerra entre sus herederos. Resulta que llevaba desde enero intentando divorciarse de su ¨²ltima mujer, Victoria Duffy, con la que tuvo una hija y con la que convivi¨® durante 14 a?os, pero a¨²n no hab¨ªa conseguido hacerlo. Su testamento dice que le dejaba el 25% de sus posesiones y un seguro de vida de 200.000 euros, pero solo si segu¨ªan casados y viviendo juntos. Marin, Henry y Ruthiana, los otros descendientes del actor, lo tienen muy claro: una de las dos patas de la ¨²nica condici¨®n que puso su padre no se cumple, as¨ª que no hay herencia para la viuda.
Las cosas, legalmente, sin embargo, no son tan f¨¢ciles. Hopper defini¨® a Victoria como una mujer "completamente loca" y con "tendencias inhumanas" en su demanda de divorcio. La acus¨®, adem¨¢s, de haberle levantado 1,2 millones de euros en obras de arte. Eso tuvo que hacerle da?o, pues era un gran coleccionista desde que conoci¨® a Andy Warhol en los sesenta. Ante semejante panorama, Hopper consigui¨® de las autoridades una orden de alejamiento para mantener, por si acaso, a su mujer a distancia. Pero era ella la que segu¨ªa viviendo en el apartamento que hab¨ªan compartido en Los ?ngeles.
Segu¨ªan casados cuando muri¨® el actor, ?pero qu¨¦ se entiende por "vivir juntos"? La guerra, como tantas otras, tiene que ver con el significado de las palabras. Y se desarrolla, como tantas pel¨ªculas de Hopper y tantos momentos de su biograf¨ªa, en un lugar fronterizo donde las convenciones quedan hechas a?icos y los excesos mandan.
Loca, inhumana, bribona son t¨¦rminos que, con solo cambiar de g¨¦nero, cuadran con la vida salvaje que Dennis Hopper cultiv¨®, con extrema dedicaci¨®n, durante muchos a?os. Los personajes que interpret¨® empezaron como rebeldes y terminaron turbios, malvados, facinerosos. De Easy Ryder a Terciopelo azul: la trayectoria de la flecha va decididamente hacia peor. Incluso inspir¨® miedo cuando la coca y el alcohol lo dominaban. Ya rehabilitado, la orden de alejamiento se dict¨®, sin embargo, contra su mujer. Como si el descontrol se hubiera mudado de un lado al otro de la cama. ?Qui¨¦n tira, en ese marco, la primera piedra?
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