La "anormalidad" franquista y la novela.
La historia de la novela espa?ola posterior a 1939 ha sido habitualmente contada como un relato unitario, dotado de principio, trama y fin. Lo hizo el veterano y admirable libro de Eugenio G. de Nora, La novela espa?ola contempor¨¢nea, al presentarla como la conclusi¨®n de una marcha que la narrativa espa?ola emprendi¨® en 1898 en pos del realismo cr¨ªtico. En 1970, el expresivo subt¨ªtulo que Gonzalo Sobejano puso a su Novela espa?ola de nuestro tiempo, 'En busca del pueblo perdido', explicitaba mucho de su prop¨®sito, igual que -aunque de otro modo- lo hac¨ªa el de 'Historia de una aventura' con el que Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªnez Cachero apostillaba su t¨ªtulo de 1972, La novela espa?ola entre 1939 y 1969: el primero contaba un despertar pol¨ªtico-literario en tiempo de penitencia y el segundo exoneraba paladinamente al franquismo de cualquier responsabilidad en el desaguisado. Incluso quienes se han asomado a este recuento desde la condici¨®n de part¨ªcipe o la de observador ocasional han adoptado la misma perspectiva causal: pienso en la excelente s¨ªntesis de Aranguren, 'El curso de la novela espa?ola contempor¨¢nea', incluida en sus Estudios literarios (1976) y en el reciente testimonio de Miguel Delibes, Espa?a (1936-1950): muerte y resurrecci¨®n de la novela (2006).
La novela espa?ola bajo el franquismo. Itinerarios de la anormalidad
Santos Sanz Villanueva
Gredos. Madrid, 2010
576 p¨¢ginas. 35 euros
Conviene recordar todo esto porque al ¨²ltimo libro de Santos Sanz Villanueva, La novela espa?ola durante el franquismo, no le faltan antecedentes ilustres en la idea de contar esa historia como una unidad de sentido. Y pocos est¨¢n tan autorizados para volver a hacerlo: se acredit¨® con un libro juvenil pero importante, Tendencias de la novela espa?ola actual (1972), luego con un panorama fundamental e insuperado, Historia de la novela social espa?ola (1942-1975) (1980), y despu¨¦s mediante bastantes monograf¨ªas sobre autores, adem¨¢s de un largo ejercicio como cr¨ªtico de la actualidad literaria. Tambi¨¦n ha querido que un subt¨ªtulo revelador amalgame las casi seiscientas tupidas p¨¢ginas de La novela espa?ola durante el franquismo: Itinerarios de la anormalidad. Porque el franquismo -que el t¨ªtulo no esconde- ha sido precisamente la negaci¨®n de cualquier normalidad ling¨¹¨ªstica y pol¨ªtica y porque lo que aqu¨ª se cuenta son los pasos del "derecho de la novela a desprenderse de agobios y opresiones": lo que vale decir de cortapisas externas y de mentiras u ocultaciones afrentosas, pero tambi¨¦n de misiones redentoras imaginarias, de encapsulamientos egol¨¢tricos o de complicaciones formales gratuitas. La "normalidad" no niega estas ¨²ltimas como ingredientes est¨¦ticos, por supuesto, pero les hace perder su car¨¢cter militante o trascendentalista.
Este planteamiento ha llevado a tomar dos decisiones quiz¨¢ discutibles pero muy coherentes. Por un lado, se ha excluido la narrativa producida en el exilio (de la que Sanz Villanueva es un estudioso precoz y meticuloso, por cierto) ya que en ella no contaban directamente los condicionantes del franquismo; por otra parte, el historiador ha analizado las obras de todos los autores que empezaron a publicar antes de 1975 hasta llegar a sus novelas de nuestros d¨ªas, con lo que este libro presenta una "literatura durante el franquismo" donde ¨¦ste parece seguir contaminando lo que toc¨® siquiera fuera en sus inicios, al modo del pecado de Ad¨¢n y Eva que concierne tambi¨¦n a las generaciones sucesivas. Podr¨ªa discutirse si el lugar de esa prolongaci¨®n debe formar parte de la semblanza y trayectoria de cada autor, como se ha hecho, o si habr¨ªa de ocupar un lugar espec¨ªfico y aparte. En este caso, su arranque estar¨ªa en el estupendo cap¨ªtulo final -que estudia el grupo leon¨¦s (Luis Mateo D¨ªez, Merino y Aparicio) y la aparici¨®n de "el caso Mendoza", justo en la primavera de 1975- y su desarrollo ampliar¨ªa mucho las brillantes pero muy breves p¨¢ginas de la 'Coda final: la narrativa en el tiempo de la Transici¨®n', algo de lo que un d¨ªa Santos Sanz Villanueva hablar¨¢ largo y tendido. Y as¨ª lo esperamos sus lectores de ahora...
Pero esos son los derechos de quien, con toda legitimidad cient¨ªfica a su favor, ha preferido construir un libro "entre el ensayo y la monograf¨ªa informativa", sin aparato cr¨ªtico ni bibliograf¨ªa acurrucada a pie de p¨¢gina (aunque a veces se aloja en su propio texto, con menciones nominales de los estudiosos). Quien habla, a fin de cuentas, es un lector voraz y ponderado que en una frase sabe resumir un juicio m¨¢s extenso, como cuando define la "impresi¨®n de adanismo, escritura poco decantada" de los primeros libros de Matute, la "creativa aleaci¨®n de dureza y profunda piedad" de los ¨²ltimos de Juan Mars¨¦, el "ternurismo delicuescente" que malogra alguna novela de Sampedro, la indecisi¨®n de Delibes entre "subjetivismo y distanciamiento", el paso de Javier Mar¨ªas a la "novela como estructura mestiza, flexible y discursiva" o el lugar de Castillo Puche, "ni com¨²n, ni c¨®modo", siempre "poderoso y algo desmesurado". Alguna certera apreciaci¨®n biogr¨¢fica tambi¨¦n da en clavo, as¨ª sea cuando se refiere a la "estampa personal inconfundible" de Mart¨ªn Gaite, a la "fatuidad arrogante" de Cela o a la errancia final de Torrente Ballester entre la "presencia medi¨¢tica y la literatura para hacer dinero".
Se puede disentir de algunos pero no hay juicio gratuito en este libro de madurez y an¨¢lisis, claramente favorable a una novela con fundamento en la realidad, aunque la gama de sus posibilidades pueda incluir a Francisco Umbral ("asociaci¨®n extrema entre vida y literatura") y una abierta y meditada defensa de la novela de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, frente al "reconocimiento cicatero de la cr¨ªtica". Y no se puede por menos que agradecer su rescate de escritores mal o poco le¨ªdos: desde Castillo Navarro, Pablo Anto?ana y F¨¦lix Grande a Mario Lacruz, Isaac de Vega o el ¨²ltimo Juan Pedro Qui?onero. Por parte del autor, no hay ninguna pretensi¨®n de reprochar olvidos sino de subsanar las lagunas que crea la rutina, como tampoco la hay de subvertir la periodizaci¨®n habitual aunque la use siempre con alguna sorna esc¨¦ptica, salvo cuando defiende, con buenas razones, la existencia de una "generaci¨®n de 1968", como ya hab¨ªa hecho en otras ocasiones. No es, sin embargo, un entusiasta incondicional de ella, como tampoco lo es de aquellos otros escritores de los a?os cincuenta inquietos, bastante cr¨¦dulos y muy ambiciosos, que dejaron una "m¨ªnima huella en la historia literaria", desbancados por la promoci¨®n de realistas cr¨ªticos. A prop¨®sito de aquellos, nadie -salvo los propios interesados- echar¨¢ de menos que esta meticulosa historia de la novela durante el franquismo no mencione la "novela metaf¨ªsica" de los primeros sesenta, invenci¨®n del cr¨ªtico, novelista y funcionario de Informaci¨®n y Turismo Manuel Garc¨ªa Vi?¨®: en definitiva, fue otra demostraci¨®n de los "itinerarios de la anormalidad" que aqu¨ª se nos cuentan con tanta sabidur¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.