Derroche de fijeza, casta y nobleza

El sexto fue el garbanzo negro de la corrida, porque sus blandos remos le obligaron a volver a los corrales, pero la corrida fue, en mayor o menor medida, un derroche de nobleza, de casta y de fijeza. As¨ª, como suena, sorprendente, pero real, en los tiempos que corren. Toros muy bien presentados, que no hicieron, ni mucho menos, una brava pelea en los caballos, pero que estuvieron muy por encima de la terna, y solo porque tuvieron movilidad, persiguieron con fijeza los enga?os, humillaron, y aguantaron hasta el final con la dignidad requerida a un toro de lidia. Y ya se sabe: la casta exige mando; y la nobleza, calidad. Y no es f¨¢cil encontrar toreros modernos que est¨¦n a la altura de estas circunstancias.

En suma, una corrida moderna, sin fiereza ni mala condici¨®n

?Qu¨¦ vieron los diestros a los toros para no triunfar con ellos?

Destacaron sobremanera los dos primeros, del hierro del Torrealta, que remendaron la corrida anunciada de La Palmosilla. Serios los dos, rebosante de codicia el primero, con un punto de violencia, quiz¨¢, en su embestida, que persegu¨ªa con desesperaci¨®n, pero tambi¨¦n con generosidad; y el segundo, que se dej¨® media vida en una vuelta de campana, aguant¨® el atosigante tercio de banderillas de El Fandi, y embisti¨® una barbaridad. El tercero se dio otra voltereta en banderillas, lo que salv¨® al subalterno G¨®mez Pascual de un posible percance, pues hab¨ªa ca¨ªdo a sus pies despu¨¦s de clavar los garapullos. No se cans¨® de embestir en el tercio final y volvi¨® loco a su matador. El cuarto, que tambi¨¦n sufri¨® una costalada por la man¨ªa de humillar, derroch¨® picante, sin nunca abandonar la pelea; el quinto, m¨¢s blando, persigui¨® a su banderillero-matador y aguant¨® una larga faena de muleta con la nobleza por bandera. Y hasta el sobrero se aup¨® al carro de la calidad; tanto, que su embestida fue un bomb¨®n de chocolate.

En suma, una corrida moderna, pues no hubo fiereza ni mala condici¨®n; una corrida para toreros de hoy y para el aficionado de hoy, que no busca haza?as con toros poderosos y salvajes, sino pellizco, sentimiento y toreo templado con toros bondadosos.

Pues, aunque no se lo crean, no hubo ni una vuelta al ruedo; ni, siquiera, una de esas grandes ovaciones que se escuchan cuando se ha presenciado algo grande.

?Qu¨¦ pas¨®? Habr¨ªa que preguntarles a los toreros, porque el asunto tiene una dif¨ªcil explicaci¨®n; habr¨ªa que preguntarles qu¨¦ les vieron a los toros para no triunfar con ellos. Por ejemplo, a Rafaelillo, que lleg¨® como sustituto del herido Aparicio, y por m¨¦ritos propios, y naufrag¨® en toda regla ante el encastado primero. Toda su labor fue acelerad¨ªsima, desordenada y descompuesta. Todo fue visto y no visto y se vio desbordado de principio a fin. Ya se sabe que las prisas no son buenas, y a este torero le falt¨® sosiego, tranquilidad, serenidad. Con sus prisas parece imposible pensar en la cara del toro. Tampoco entendi¨® al cuarto, al que se enfrent¨® con el cuerpo arqueado siempre, rectificando terrenos, y sin encontrar la manera de dominarlo.

El Fandi, por su parte, hizo lo que sabe, y lo hizo bien: capote¨® con prisas (se gust¨®, sin embargo, en unas garbosas ver¨®nicas en el quinto), banderille¨® a toro pasado a su primero, y mejor al otro, y dio muchos, muchos pases, entre el aburrimiento general. No se cansaron de embestir sus dos oponentes, ni ¨¦l de pasarlos por uno y otro lado, pero aquello no ten¨ªa gracia alguna.

Tampoco la tuvo Mat¨ªas Tejela, muy mal colocado y sin mando ante la embestida repetidora del tercero, con el que se mostr¨® con muy pocas ideas y sin inter¨¦s; y muy por debajo de la calidad extrema del sexto. Hab¨ªa que ser muy buen torero para destacar ante ese animal, pero es imposible hacerlo con tandas de dos derechazos y uno de pecho cuando el toro embiste, embiste y embiste, y el torero parece no se enterarse. As¨ª, pas¨® lo que pas¨®: que los triunfadores de la tardes fueron los toros.