Humanos
Lo leo en la prensa. Tras su victoria en Roland Garros, Rafael Nadal nos recuerda a todos que es humano. Parecer¨ªa una afirmaci¨®n innecesaria, ya que la racionalidad nos dice que el de Manacor es de la misma especie que usted y yo, pero, al verlo jugar sobre la arena parisiense, se dir¨ªa que el muchacho tiene a?adido alg¨²n nuevo gen resultado de la ¨²ltima innovaci¨®n gen¨¦tica proveniente de un laboratorio. Tal vez la afirmaci¨®n es redundante con las l¨¢grimas que derramaba al pie del podio donde acababa de recibir el trofeo de campe¨®n y el homenaje de todos los que estaban en la pista central; hasta de su rival, Robin Soderling. Las l¨¢grimas en la derrota de Roger Federer tambi¨¦n nos ayudaron a entender que detr¨¢s de ese tenista imperturbable que es el suizo en la victoria se ocultaba un ser humano que, en la adversidad, se derrumbaba igual que todos los dem¨¢s. L¨¢grimas de emoci¨®n incontenible; l¨¢grimas que, aunque se intenten ocultar, no hacen m¨¢s que acercarnos a esos h¨¦roes inaccesibles, nos los hacen enteramente humanos.
Antes o despu¨¦s, el deportista se encuentra un escollo que para algunos es insuperable y para otros un aliciente Para Nadal, cada l¨¢grima era un recuerdo de todo lo padecido, lo trabajado, lo que ha descubierto de s¨ª mismo
Cuando me preguntan qu¨¦ es lo m¨¢s dif¨ªcil en una carrera deportiva, suelo responder que superar el primer gran fracaso. Muchas veces creemos que las carreras deportivas est¨¢n compuestas de pelda?os que se van superando de forma limpia, lo que acrecienta la confianza del deportista en s¨ª mismo y en sus capacidades competitivas hasta generar un superhombre deportivo que, casi, cree estar en posesi¨®n de poderes extrasensoriales. Pero lo normal es que, antes o despu¨¦s, se encuentre con un escollo que para algunos es insuperable y para otros un aliciente para continuar, un reto para mostrar lo mejor. Y es en esos d¨ªas cuando te encuentras con tu condici¨®n de humano imperfecto, de humano que duda sobre sus capacidades, de humano que se llena de preguntas sin respuesta. Y es en ese momento cuando tu mente adquiere esa capacidad extra?a que te convierte en un radar que solo detecta mensajes negativos, solo percibe matices oscuros hasta en las noticias m¨¢s luminosas, cuando todo lo que te rodea es negro, duro, fr¨ªo. Cuando uno comete un error grosero como el m¨ªo ante Nigeria en el primer partido del Mundial de Francia 1998, al d¨ªa siguiente se levanta con 40 millones de espa?oles en la espalda y se pregunta si ser¨¢ capaz de ponerse de nuevo en la porter¨ªa con la sensaci¨®n de que domina aquellos tres palos que miran a su espalda. Y no se trata tanto de una cuesti¨®n t¨¦cnica, ya que seguro que no se te ha olvidado jugar al f¨²tbol, sino de un asunto que te env¨ªa una nota de duda ante cada nueva situaci¨®n de riesgo, de tal forma que lo que antes hac¨ªas de forma autom¨¢tica, sin pensarlo, sin medir los riesgos asumidos, se acaba convirtiendo en una pregunta tras otra, en una duda constante que te obliga a pensar cada paso, cada movimiento, cada acci¨®n.
Y es de ese infierno del que Nadal ha vuelto para mostrarnos lo mejor de s¨ª mismo, ya que era un Rafa que hab¨ªa superado esa barrera en la que otros se han quedado, su primer gran fracaso, su momento m¨¢s bajo, aquel en el que no encuentras ning¨²n refugio. Un Nadal para el que cada l¨¢grima era un recuerdo de todo lo padecido, de todo lo trabajado, de todo lo que en este tiempo ha descubierto de s¨ª mismo.
Y me imagino a Valentino Rossi tumbado en su cama, descansando tras todo lo padecido en un fin de semana terrible para ¨¦l. Y lo imagino con su mente llena de peque?as cuestiones para las que no va a hallar una respuesta inmediata, sinti¨¦ndose por primera vez como el piloto derrotado. ?l, que tantas veces ha dejado fuera del rebufo a sus rivales, que tantas veces ha sido el joker del juego, tendr¨¢ en su mente todos esos demonios que tan sabiamente ha sido capaz de introducir en el pensamiento de sus rivales, en forma de virus mental, y de los que tanta ventaja competitiva ha sabido sacar.
Hoy, igual que ayer, igual que ma?ana, el asunto se suele resumir en una cuesti¨®n de confianza, de eso tan dif¨ªcil de adquirir, tan f¨¢cil de perder; de eso de lo que desborda nuestra selecci¨®n de f¨²tbol, camino de Sud¨¢frica. Ojal¨¢ tambi¨¦n encuentren las respuestas cuando aparezcan las cuestiones inesperadas. Porque, aunque alguna vez no lo parezcan, ellos, nuestros futbolistas, tambi¨¦n son humanos.
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