Sara Montiel reestrena 'La violetera'
La actriz asiste a la proyecci¨®n del filme por el centenario de la Gran V¨ªa
No pudo estar presente cuando La violetera se estren¨® en Madrid por primera vez, en 1958, porque estaba cas¨¢ndose en Los ?ngeles con Anthony Mann, el actor y director hollywoodiense, as¨ª que no pod¨ªa perderse el segundo estreno, ayer, en el cine Callao. Sara Montiel, Sarita, como se le llama cari?osamente en todo el mundo, apareci¨® puntual a las siete de la tarde en la plaza frente al cine, de gala, vaporosa, en un vestido de tela fucsia hasta los tobillos, con adornos plateados. Impecable. "?Sarita, te queremos! ?Sarita, qu¨¦ guapa!", le gritaban los madrile?os que se arremolinaban en torno a ella, confundi¨¦ndose con los fot¨®grafos que ped¨ªan que posara, que sonriera. Ella se dejaba guiar.
"?Sarita, te queremos, Sarita, qu¨¦ guapa!", le gritaba el p¨²blico
Dirig¨ªa su mirada hacia donde se lo ped¨ªan. La muchedumbre y las entrevistas la retrasaron m¨¢s de 20 minutos, pero no import¨®. Su entrada al cine, donde ya la esperaba un millar de personas, fue lenta y triunfal. Aplausos y gritos. Luego, unas palabras de Sarita para agradecer a la gente su presencia. "Siento un cari?o enorme de encontrarme con la violetera despu¨¦s de tantos a?os", dijo, a pesar del mal sonido del local.
As¨ª comenz¨® ayer la pen¨²ltima proyecci¨®n del ciclo de cine cl¨¢sico por el centenario de la Gran V¨ªa, organizado por el Ayuntamiento y algunos comercios de la zona, que pretende revivir el ritual del cine como era anta?o, incluyendo la presentaci¨®n del No-Do, las filminas publicitarias de la ¨¦poca y los programas de mano que se distribu¨ªan en las salas. Un homenaje al cine de siempre, reza el lema del evento, y ayer tambi¨¦n un homenaje a las estrellas de siempre, con la presencia de la actriz que configur¨® el prototipo de la mujer espa?ola en el mundo por d¨¦cadas, desde los cincuenta, primero por su incursi¨®n en el cine mexicano y luego por su llegada a Hollywood, la primera espa?ola que lo logr¨®. Su belleza conquist¨® en su tiempo lo mismo a Ernest Hemingway que a Gary Cooper o a James Dean.
Antes de la proyecci¨®n, a sus 82 a?os, Sarita record¨® al p¨²blico que cuando comenz¨® a rodar la pel¨ªcula ten¨ªa 29 a?os, y cuando termin¨®, 30. "?Sigues igual de guapa!", le gritaron desde las butacas. Ante eso brome¨®: "?La peluca la llevo bien, verdad?". Risas. Pero era verdad, los asistentes la segu¨ªan viendo guapa, como Manuela Molina, una madrile?a de 75 a?os que lleg¨® a las taquillas a las siete de la ma?ana, aunque abran a las diez, para conseguir un pase, que era gratuito. "Yo admiro a Sarita desde siempre, y hoy se ve divina, guap¨ªsima. Ya he visto La violetera 1.000 veces, pero no pod¨ªa perd¨¦rmela en pantalla grande". Manuela se sent¨® en la fila 13 y no se ha perdido ninguna de las nueve pel¨ªculas que se han presentado, y promete que estar el pr¨®ximo viernes, cuando se proyecte Gilda. En el intermedio, apenas se prenden las luces Manuela brinca de su asiento y se acerca a Sarita, para que su hija haga la foto del recuerdo. Despu¨¦s, Manuela sonr¨ªe. "?Me ha dado un beso!", presume. Las luces vuelven a apagarse. Era hora de ver y escuchar. "Ll¨¦velo usted, se?orito, que no vale m¨¢s de un real; c¨®mpreme usted este ramito, c¨®mpreme usted este ramito, para lucirlo en el ojal".
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