"Me esperaban como a un redentor. Pero yo solo no puedo cambiar Egipto"
Mohamed El Baradei, ex director de la OIEA y premio Nobel de la Paz, regresa a su pa¨ªs para intentar una revoluci¨®n democr¨¢tica
Su regreso a Egipto al cabo de tres d¨¦cadas de exitosa trayectoria profesional en el servicio exterior, primero, y en la ONU, despu¨¦s, ha agitado la narcotizada escena pol¨ªtica local. A punto de cumplir los 68 a?os y con el Nobel de la Paz bajo el brazo, Mohamed el Baradei, el ex director del Organismo Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica (OIEA), representa una alternativa cre¨ªble a la ominosa dicotom¨ªa entre el autoritarismo de Mubarak y el fundamentalismo religioso. "Yo solo no puedo cambiar Egipto", advierte este diplom¨¢tico de carrera y abogado de formaci¨®n durante una entrevista de casi dos horas con EL PA?S en su casa de las afueras de El Cairo.
"No hab¨ªa planeado meterme en pol¨ªtica, pero cuando estaba terminando mi mandato en la Agencia de Energ¨ªa At¨®mica empec¨¦ a recibir llamadas para que viniera y echara una mano, y pens¨¦ que, si pod¨ªa, deb¨ªa ayudar a encaminar Egipto hacia la democracia. Porque estoy convencido de que ese debe ser el objetivo", asegura.
"Me he reunido con los Hermanos Musulmanes. Ellos no preconizan la violencia, no son ETA. Deben poder expresarse"
Solo el rumor de que iba a ponerse al frente de un movimiento por la democracia hizo que cientos de personas desafiaran las advertencias de las autoridades y acudieran al aeropuerto a recibirle a finales de febrero. Tambi¨¦n la mayor¨ªa de los representantes de una tan dispersa como variopinta oposici¨®n quisieron sumarse a lo que se bautiz¨® como Asociaci¨®n Nacional por el Cambio. Desde entonces, ese frente ha tenido sus m¨¢s y sus menos.
"Todo el mundo ten¨ªa expectativas descomunales... esperaban que fuera un redentor... resulta poco realista", declara El Baradei. "Intento rebajar estas expectativas y explicar que para que la situaci¨®n cambie, todo el mundo tiene que movilizarse".
"En alg¨²n art¨ªculo me han llamado pol¨ªtico h¨ªbrido", bromea. "Es cierto, no soy un pol¨ªtico profesional a tiempo completo. Mi objetivo es ayudar a difundir ideas, hablar con la gente. El Premio Nobel no es una condecoraci¨®n, es una responsabilidad. ?Qu¨¦ puedo hacer en Egipto?". Suena sincero cuando asegura que no busca la presidencia. Pero tal vez sea esa falta de ambiciones pol¨ªticas convencionales lo que convierte sus prop¨®sitos en un reto formidable para un r¨¦gimen anquilosado por tres d¨¦cadas de control absoluto de todos los resortes del poder.
"Una vez que haya un sistema democr¨¢tico, no importa tanto qui¨¦n sea el presidente. Lo importante es cambiar el modelo de gobierno unipersonal por uno basado en las instituciones", defiende. Parece obvio, pero en Egipto roza lo subversivo. "S¨¦ que est¨¢n nerviosos porque es la primera vez que se les dice a la cara que ya no enga?an a nadie. Y no les gusta porque saben que tengo credibilidad, reconocimiento y siempre tengo alrededor medios internacionales que dejan constancia de lo que hago. No pueden decir que viene de alguien que no conoce la realidad. Mi vida se ha complicado cuando podr¨ªa estar viviendo tranquilamente", resume.
"Nunca he dicho a los egipcios que vaya a ser su l¨ªder, pero si es eso lo que quieren, tienen que estar dispuestos a dar la cara", explica El Baradei. Propone que firmen una petici¨®n para exigir unas elecciones libres y justas, y los cambios constitucionales necesarios para que cualquiera que est¨¦ cualificado pueda concurrir a las presidenciales, sin las actuales cortapisas a los independientes. Es algo que respalda todo el espectro pol¨ªtico, a excepci¨®n del partido gobernante.
"Apenas hemos conseguido 70.000 firmas porque la gente tiene miedo de expresar sus puntos de vista", admite. Y eso a pesar del esfuerzo de un ej¨¦rcito de 12.000 j¨®venes voluntarios que se han desplegado por las zonas rurales para llevar el mensaje m¨¢s all¨¢ de las audiencias urbanas de Facebook y Twitter, donde su ¨¦xito ha sido arrollador. Pero Egipto supera ya los 80 millones de habitantes y, como el propio diplom¨¢tico recuerda, un 30% de ellos son analfabetos y un 42% vive con menos de dos d¨®lares al d¨ªa. El director de un peri¨®dico oficialista ha fijado en un mill¨®n de firmantes el umbral para tener en consideraci¨®n su campa?a.
El Baradei no se obsesiona con la cifra. "Me gustar¨ªa ver cinco, diez millones... Se trata de presionar al Gobierno. Si logramos que millones de personas se declaren a favor del cambio, va a ser m¨¢s dif¨ªcil para el r¨¦gimen ignorarlo, tanto dentro como fuera del pa¨ªs. Y no se me ocurre otra forma de lograrlo". Debido a la Ley de Emergencia, no puede tener una sede, dirigir un movimiento civil, recabar fondos ni organizar m¨ªtines. "Incluso est¨¢ prohibido que m¨¢s de cinco personas se re¨²nan en la calle", apunta. Hay gente que habla de protestas y manifestaciones, pero ¨¦l insiste en "hacer entender al r¨¦gimen que no intentamos acabar con la posibilidad de un cambio pac¨ªfico porque ser¨ªa desastroso para el futuro del pa¨ªs".
Ahora, los Hermanos Musulmanes le han ofrecido su ayuda para lograr el respaldo popular que necesita. Puede ser el elemento que incline finalmente la balanza, ya que ese partido islamista, que el r¨¦gimen tolera a pesar de su ilegalizaci¨®n en 1954, constituye la principal fuerza de oposici¨®n en el Parlamento y en la calle. El Baradei se muestra pragm¨¢tico al respecto.
"Constituyen el 20% del Parlamento, frente al 1% que logran los partidos legales, y adem¨¢s tienen credibilidad porque se han preocupado de dar atenci¨®n m¨¦dica y social a los m¨¢s desfavorecidos", constata, sabedor de las cr¨ªticas que la reuni¨®n que ha mantenido con ellos ha despertado entre la izquierda y los sectores laicos. "Por supuesto que tenemos distintos puntos de vista en cuestiones sociales y pol¨ªticas. Por ejemplo, a m¨ª me gustar¨ªa ver a un copto o a una mujer como presidente de Egipto. Ellos discrepan, pero no estamos compitiendo en unas elecciones ni siquiera discutiendo el contenido de la Constituci¨®n, sino coordin¨¢ndonos para pedir un cambio hacia la democracia. Tambi¨¦n he hablado con los cristianos, con los socialistas, etc¨¦tera".
Se trata, explica, de establecer unos valores b¨¢sicos comunes, una especie de contrato social. "Los Hermanos Musulmanes no preconizan la violencia, no son ETA. Han dicho p¨²blicamente que est¨¢n a favor de un Estado civil. Hay que concretar eso en la Constituci¨®n. Esas son las l¨ªneas rojas y tenemos que darles una oportunidad de participar", defiende. Considera que se les ha asociado injustamente con Al Qaeda. "Deben poder opinar incluso si estamos en completo desacuerdo con ellos. Si tienen tanto respaldo es precisamente porque se ha cerrado el espacio pol¨ªtico al resto", concluye.
La cuesti¨®n de los Hermanos Musulmanes da pie a El Baradei para mostrarse muy cr¨ªtico con Occidente. "Su pol¨ªtica hacia el mundo ¨¢rabe ha sido un completo fracaso. Si se quiere cambiar la tendencia, hay que dar el poder a la gente. La estabilidad se consigue con gobiernos elegidos, el extremismo es fruto del apoyo a gobiernos dictatoriales. Tal vez se consigue petr¨®leo a buen precio, pero no dura. Oriente Pr¨®ximo es una bomba de relojer¨ªa", advierte.
Se deja llevar por su afici¨®n a los temas globales: Irak, Ir¨¢n, Ham¨¢s... Se nota que son cuestiones que le preocupan. "Todos estos asuntos est¨¢n interconectados. No puedes hablar de armas nucleares sin hablar de inseguridad, de pobreza, de los problemas end¨¦micos", defiende.
Aprovecho que tiene una llamada telef¨®nica para preguntarle c¨®mo ha reaccionado el establishment a su irrupci¨®n pol¨ªtica. "Hacen como que no les importa, pero han detenido a gente que est¨¢ a mi alrededor, a varios de los j¨®venes que recogen firmas, a personas que me han respaldado. Incluso en Kuwait, han expulsado a 17 j¨®venes profesionales que me expresaron su apoyo. Tienen miedo al cambio, y tambi¨¦n hay una gran expectaci¨®n en el resto del mundo ¨¢rabe porque saben que si Egipto avanza en la direcci¨®n correcta, tendr¨¢ un efecto incluso en el ?frica subsahariana".
Tambi¨¦n han presionado a los propietarios de cadenas de televisi¨®n privadas para que no den cobertura a sus actividades. Adem¨¢s est¨¢ la campa?a de desprestigio.
"Me han vilipendiado profesional y personalmente. Han dicho que trabajaba para Ir¨¢n y para Estados Unidos, que era antiisl¨¢mico y pro Hermanos Musulmanes, que tengo m¨²ltiples nacionalidades, cualquier idiotez, pero no han entrado a debatir la esencia de mi discurso. ?C¨®mo pueden defender que entre seis y siete millones de egipcios que viven en el extranjero no tengan derecho al voto, que no haya supervisi¨®n judicial de las elecciones, ni una comisi¨®n electoral independiente, ni supervisi¨®n internacional? No hay ninguna l¨®gica detr¨¢s".
Reconoce que las ¨¦lites se benefician del statu quo. "A no ser que creemos un ambiente en el que la mayor¨ªa de la gente pierda el miedo y pueda expresar sus opiniones... Solo entonces podremos, como Espa?a tras Franco, lograr la democracia de forma pac¨ªfica", asegura, demostrando que las referencias a Zapatero, Moratinos, Lorca o Almod¨®var, con las que ha ido salpicando la conversaci¨®n, son algo m¨¢s que una cortes¨ªa hacia su interlocutora. Es consciente de que ese proceso va a llevar tiempo.
"Nadie sabe lo que va a pasar en Egipto dentro de un a?o. Todo el mundo dice que es el fin del r¨¦gimen, pero puede ocurrir en seis meses, en un a?o o en tres. Nadie puede predecirlo", afirma sobre el relevo de Hosni Mubarak, que acaba de cumplir 82 a?os. Este a¨²n no ha aclarado si va a presentarse para un sexto mandato en las pr¨®ximas presidenciales o si, como muchos egipcios sospechan, pretende colocar a su hijo Gamal.
"Lo que yo puedo hacer es trabajar, dentro y fuera del pa¨ªs, para convencer a los egipcios y a todo el mundo de que tenemos que cambiar de forma pac¨ªfica y de que el cambio es bueno para todos, ricos y pobres, derechas, izquierdas y centro", se?ala. Es otra de las cr¨ªticas que se le hacen: que pasa mucho tiempo fuera de Egipto.
"Entiendo que hay distintos puntos de vista, pero desde el primer d¨ªa comprend¨ª que no pod¨ªa seguir operando como lo ha hecho la oposici¨®n en los ¨²ltimos cuarenta a?os. Las manifestaciones de medio centenar de personas, las condenas y los comunicados no han llevado a ninguna parte. Hay que movilizar a la gente, educarla, hacer las cosas de forma racional, no emocional", explica.
"Adem¨¢s, te das cuenta de que mucha gente tiene su propia agenda, que tras d¨¦cadas en la oposici¨®n han hecho una forma de vida de ello. No quiero ser c¨®mplice del r¨¦gimen. Por ello me he negado a unirme a un partido y darle al sistema lo ¨²nico que no tiene, legitimidad", afirma, sabedor de lo f¨¢cil que ser¨ªa caer en la trampa. "Les encantar¨ªa que concurriera a las elecciones, lo han dicho. Participar¨ªa, obtendr¨ªa un 30% de los votos, me dar¨ªan la mano y me dir¨ªan 'gracias, le esperamos la pr¨®xima vez'. Pero ese no es mi objetivo. Lo que quiero es que Egipto avance hacia la democracia y poder seguir haciendo lo que estaba haciendo y que la gente siga adelante", a?ade.
"Es cierto que tengo compromisos internacionales porque no contaba con esto. Tengo que entregar el borrador de un libro en septiembre, antes de ir a Santiago de Compostela a recoger un premio; participo en varios comit¨¦s sobre asuntos de seguridad y relaciones internacionales... No soy un pol¨ªtico a tiempo completo y, aunque lo fuera, no hay mucho m¨¢s que pueda hacer por ahora. Cuando tengamos m¨¢s firmas y la gente empiece a superar el miedo... Trato de hacer entender que el cambio no es cuesti¨®n de una persona", reitera una vez m¨¢s.
"Los egipcios han empezado a perder el miedo porque han visto que he sido capaz de hablar claro en televisi¨®n y de ver la relaci¨®n entre la situaci¨®n pol¨ªtica y la falta de desarrollo econ¨®mico y social. Se han dado cuenta de que hay m¨¢s opciones que el autoritarismo o Bin Laden. Lo dif¨ªcil ahora es lograr que, tras decir 'le apoyo, hag¨¢monos una foto juntos', den un paso al frente y firmen la petici¨®n, entonces podr¨¦ presentarme ante el Gobierno y decir que hablo por la mayor¨ªa de los egipcios. Ahora mismo no puedo hacer eso", concluye El Baradei.
Si logra ese respaldo, ?ser¨¢ candidato a la presidencia? "Solo si se cumplen las siete condiciones de la petici¨®n y si la gente me quiere. No estoy especialmente interesado en dirigir el pa¨ªs, pero si la gente me lo pide, no les dejar¨¦ en la estacada".

Los siete puntos de la petici¨®n
? 1. Acabar con la ley de emergencia.
? 2. Permitir que el poder judicial supervise todo el proceso electoral.
? 3. Autorizar la presencia en los comicios de observadores de la sociedad civil, locales e internacionales.
? 4. Dar igual acceso a los medios de comunicaci¨®n a todos los candidatos, en especial en las elecciones presidenciales.
? 5. Permitir que los emigrantes egipcios puedan ejercer su derecho al voto en embajadas y consulados.
? 6. Garantizar el derecho a ser candidato en las elecciones presidenciales sin limitaciones arbitrarias, de acuerdo con las obligaciones que Egipto ha contra¨ªdo como firmante de la Convenci¨®n Internacional de Derechos Civiles y Pol¨ªticos, y limitar la duraci¨®n de la presidencia a dos mandatos consecutivos.
? 7. Exigir el carn¨¦ de identidad para votar.
Para lograr algunos de los puntos anteriores hay que enmendar los art¨ªculos 76, 77 y 78 de la Constituci¨®n lo antes posible.
"Ir¨¢n no necesita la bomba"
La conversaci¨®n deriva inevitablemente hacia la cuesti¨®n nuclear iran¨ª en varias ocasiones. El Baradei se muestra convencido de que "las sanciones no van a resolver nada. Al contrario, van a reforzar a los duros dentro del sistema y la idea de que Occidente no quiere tratar a Ir¨¢n de igual a igual", asegura. Tampoco considera alternativa un ataque militar. "Un bombardeo equivaldr¨ªa a dar carta blanca a Ir¨¢n para que desarrolle armas nucleares en dos o tres a?os, y con el apoyo de todos los iran¨ªes". Para el ex director del OIEA, la ¨²nica v¨ªa es el di¨¢logo.
"Por eso he respaldado el intercambio de combustible. S¨¦ que tanto Ahmadineyad como Obama, con los que habl¨¦ personalmente, estaban encantados porque serv¨ªa de precursor para el di¨¢logo. Pero la competencia pol¨ªtica dentro del sistema iran¨ª hizo descarrilar la propuesta", explica. Y es que, a pesar de las se?ales contradictorias, opina que los iran¨ªes quieren la normalizaci¨®n con EE UU y es la rivalidad de sus dirigentes por ver qui¨¦n logra esa medalla la que frena el avance. En consecuencia, le ha decepcionado la reacci¨®n de Occidente a la reciente mediaci¨®n de Brasil y Turqu¨ªa. "Es como si no quisiera dar un s¨ª por respuesta. No se puede pedir a los iran¨ªes que se desnuden antes de empezar las negociaciones".
Del recelo de los ¨¢rabes hace responsable a la Administraci¨®n Bush. "Asust¨® a todos los vecinos con la amenaza de que Ir¨¢n va a dominar la regi¨®n, pero Ir¨¢n no necesita la bomba para tener influencia en la regi¨®n porque ya la tiene", constata. Para ¨¦l, esa preocupaci¨®n "es un s¨ªntoma de la confusi¨®n que existe en el mundo ¨¢rabe sobre lo que es la seguridad nacional".
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