El ca¨®tico mundo moderno
Thomas Pynchon es hoy el paradigma del escritor de culto. Es tambi¨¦n el representante m¨¢s destacado y tenaz del posmodernismo, escuela que cambi¨® las reglas del juego literario en la narrativa estadounidense en los decenios 60-70 del siglo pasado con una contundencia que no se recuerda desde la gloriosa "generaci¨®n perdida". En 1960 public¨® un relato titulado Entrop¨ªa y puede decirse que su destino como escritor qued¨® ah¨ª sellado porque si de alg¨²n modo pueden calificarse sus novelas es de entr¨®picas. En realidad, el lector, dispuesto a trabajar de firme, ha de adentrarse en un mundo donde lo fantasmag¨®rico se al¨ªa con la ciencia para crear un mundo donde las relaciones espacio-temporales desaparecen en favor de una representaci¨®n apocal¨ªptica y ca¨®tica del mundo moderno. Pynchon se presenta como un anarquista inmisericorde contra el establishment para lo cual emplea un recurso art¨ªstico basado en la parodia; parodia del orden, parodia de una sociedad enferma, parodia de la novela misma.
Contraluz
Thomas Pynchon
Traducci¨®n de Vicente Campos
Tusquets. Barcelona, 2010
1.340 p¨¢ginas. 32 euros
A contrallum
Thomas Pynchon
Traducci¨®n de I?aki Tofi?o
y David Ca?adas
Amsterdam. Barcelona, 2010
1.205 p¨¢ginas, 32 euros
Contraluz est¨¢ escrita al modo de sus novelas anteriores. No puede decirse que haya progreso estimable sino s¨®lo variaci¨®n en torno a un tema ¨²nico: el retrato apocal¨ªptico de una sociedad donde, como dice Malcolm Bradbury, "la energ¨ªa se est¨¢ vaciando en la entrop¨ªa, en un movimiento de diferenciaci¨®n hacia la semejanza y, por ¨²ltimo, hacia la muerte de la cultura". Hay dos elementos que se mantienen inc¨®lumes a lo largo de su obra y tambi¨¦n en esta novela: la presencia de la Historia y el problema de la identidad. A ambos los somete el autor a tal grado de desintegraci¨®n que al final el lector debe aceptar que el ¨²nico personaje cumplido de la novela es el texto mismo. No olvidemos que el juego de textualidad e intertextualidad va a ser un elemento definitorio del posmodernismo. En fin, solo una mentalidad puritana como la de Pynchon es capaz de forzar la conciencia hasta un grado tan extremo de lo grotesco.
Estamos en Am¨¦rica entre 1893 y el final de la Primera Guerra Mundial. El hilo argumental (por llamarlo de alguna manera) recoge la vida del dinamitero anarquista Webb Traverse, asesinado por encargo de la patronal, y la de sus cuatro hijos: Frank, Reef, Kit y Lake, esta ¨²ltima, en redada con los asesinos de su padre y finalmente casada con uno de ellos. El segundo grupo lo forman Los Chicos del Azar, que cruzan el espacio sin l¨ªmites en una aeronave y acaban matrimoniando con la hermandad de las mujeres eteristas. En compa?¨ªa unos y otros de muchos personajes m¨¢s, Pynchon vuelve a la combinaci¨®n binaria de historias, estando los primeros a este lado de la realidad dislocada y los segundos m¨¢s cerca de lo fantasmag¨®rico-real.
La imagen-fetiche es el espato de Islandia, una calcita transparente que posee la propiedad ¨®ptica de la doble refracci¨®n gracias a la cual se descubre que ciertas "l¨ªneas y superficies 'invisibles', an¨¢logas a los puntos conjugados en un espacio bidimensional, se volv¨ªan accesibles mediante lentes, prismas y espejos de calcita cuidadosamente tallados". Este punto de encuentro entre mundo real y mundo fant¨¢stico es la representaci¨®n exacta de las novelas de Pynchon. ?C¨®mo? Utilicemos sus mismas palabras al tratar de definir la funci¨®n simb¨®lica del espato "como mirar a alguien a trav¨¦s de una pieza lo bastante pura y ver no solo al hombre sino tambi¨¦n a su fantasma de al lado". Esta es la perspectiva que da sentido a la obra de Pynchon.
El problema con Contraluz es que Pynchon parece haberse convertido en un manierista de s¨ª mismo. El lector habituado a perderse en su prosa encontrar¨¢ tal cantidad de aciertos expresivos -Pynchon posee una escritura prodigiosa y, por cierto, la traducci¨®n es magn¨ªfica- que le compensar¨¢n, probablemente, de enfrentarse a un texto que, escena por escena, tiene pulso y rigor hasta en lo t¨®pico, pero que, en su conjunto, no a?ade nada a la obra de su autor y la sobrecarga, en cambio, de dispersi¨®n y de "m¨¢s de lo mismo". El derroche de erudici¨®n, el contraste entre habla vulgar y culta, la yuxtaposici¨®n, la acumulaci¨®n... impresionan a la vez que parecen ir a la deriva. Pynchon da la impresi¨®n de ser cada vez m¨¢s un escritor glot¨®n que arrambla con todo aquello que puede llevarse a la boca. Este sistema de simultaneidad, llevado hasta la exasperaci¨®n, me atrever¨ªa a decir que tiene su remoto origen en el Manhattan Transfer de Dos Passos. El avance es considerable, pero Pynchon produce ya la sensaci¨®n de repetirse y exigir al lector esfuerzos que solo el lector fiel de un autor de culto est¨¢ dispuesto a soportar. Y, hablando de autores de culto, de alg¨²n modo la lectura de este libro me ha hecho pensar en el ¨¦xito como autor de culto del 2666 de Bola?o en Estados Unidos.
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