La oscuridad de King Midas Sound
El festival S¨®nar eleva el nivel en su segunda jornada diurna
La segunda jornada diurna del Sonar levant¨® el nivel de su apagada predecesora, y en un CCCB repleto de p¨²blico, los sonidos pastosos y oscuros de King Midas Sound marcaron el c¨¦nit de un programa que proyect¨® tambi¨¦n el ¨¦xito de los locales Delorean. Con el Village convertido en una playa artificial que recordaba un puesto de volater¨ªa, la m¨²sica con intenci¨®n, aquella que hace "da?o" y conmueve, se refugi¨® en el Hall de la mano del Midas de los subgraves.
La jornada hab¨ªa comenzado con el tono festivo que ha convertido al Village y al S¨®nar diurno en general en una suerte de discoteca que en ocasiones resulta abastecida por buena m¨²sica. No siempre pasa, pero a veces salta alguna sorpresa. Fue el caso de los divertidos aunque intrascendentes Shake Aletti, un trio brit¨¢nico presentado por la BBC que hizo las delicias del personal que a esa hora, media tarde, ya s¨®lo bailaba y se miraba. Sus sonidos ochenteros con toques funkys y melod¨ªas pop en busca del estribillo perfecto pusieron en danza las decenas de bikinis que decoraban el lugar.
La fascinaci¨®n lleg¨® con Cabo San Roque y su m¨¢quina musical
El plato fuerte se sirvi¨® a partir de las siete de la tarde en el Hall, donde King Midas Sound ofrecieron un concierto que aplan¨® cualquier posible resistencia -y de paso m¨¢s de un t¨ªmpano-. Sonidos oscuros y arrastrados, polvorientos y sucios, dictados por un combinado racial (blanco, negro y asi¨¢tica) en clave de ruido, dubstep y recitados algo menos pausados que en el disco marcaron la pauta sonora de la actuaci¨®n. Para ayudar a esta extrema beligerancia sonora, una especie de sonido Bristol puesto al d¨ªa, acompasado al siglo y denso, la escasa y sobria iluminaci¨®n mantuvo casi a oscuras el escenario, s¨®lo barrido por focos blancos que surg¨ªan de la espalda de los m¨²sicos para recortar sus intimidatorias siluetas contra la oscuridad reinante. De verdad f¨ªsico, porque adem¨¢s la notable presencia de subgraves hac¨ªan temblar camisetas, pesta?as y cerebros.
M¨¢s tarde ser¨ªan Delorean los encargados de salvar el papel de la escena local en el S¨®nar, un festival que tiene por costumbre favorecer, en la medida de sus posibilidades, la presencia de bandas espa?olas en sus horarios estelares. Pese a que el Village ya no ten¨ªa el colorido de las horas precedentes -la ingesta de aspirinas y el efecto del sol acaban hasta con los descendientes de Thor- Delorean salvaron con nota su presencia en el S¨®nar demostrando que no s¨®lo son conocidos por el p¨²blico local. M¨¢s tarde la fascinaci¨®n llegar¨ªa con Cabo San Roque, una banda imaginativa llena de intenci¨®n y talento que ofreci¨® un espect¨¢culo en el Auditori en el que una antigua l¨ªnea de producci¨®n de galletas fue reconvertida en m¨¢quina musical para acompa?ar a las canciones del grupo. S¨ª, porque m¨¢s all¨¢ de tocar con instrumentos de juguete, Cabo San Roque, a medio camino entre m¨²sicos e ingenieros disparatados pero fiables, convierten en instrumento aquello que deciden puede servirles para hacer m¨²sica. Y no se piense en m¨²sica maquinal estrictamente, sino en una deliciosa m¨²sica de patrones mec¨¢nicos pero a la vez dulces, delicados y tiernos.
Babelia
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