Apio y tabasco
Air y Hot Chip, dos extremos en la segunda jornada del S¨®nar
Suave y sin aspavientos, casi haciendo m¨²sica que no puede despeinar de lo inocua que puede resultar. As¨ª, con Air, se abri¨® la segunda jornada del S¨®nar, la que ofrec¨ªa un mayor n¨²mero de atractivos para los amantes de la electr¨®nica, en el pol¨ªgono Pedrosa de L'Hospitalet. Los franceses oficiaron de cabezas de cartel y sin reventar su escenario, el enorme Club, s¨ª concitaron suficiente p¨²blico como para certificar su popularidad. Tras ellos, los Hot Chip dieron rienda suelta a su pop electr¨®nico en el Pub, donde m¨¢s tarde actuar¨ªa Plastikman mientras LCD Soundsystem lo har¨ªan en el escenario dejado por Air. Una verdadera traca de nombres que confirma el inter¨¦s de la programaci¨®n nocturna del festival.
La fascinaci¨®n lleg¨® con Cabo San Roque y su m¨¢quina musical
Pese a ello, abrir con Air no result¨® precisamente excitante. Compareciendo con bater¨ªa y guitarra, el pop planeador de Air, casi de ascensor, apenas mostr¨® relieve, y ni tan siquiera el espect¨¢culo, limitado a una pantalla de leds programada sin originalidad, permiti¨® excesivas fantas¨ªas. La sensaci¨®n es que el d¨²o franc¨¦s tiene menos sangre que un apio, justamente lo contrario de lo que ocurre con Hot Chip, una banda de pop electr¨®nico divertida, bailable, alegre y con un gancho mel¨®dico incuestionable. Puro tabasco. A las primeras de cambio su escenario se convirti¨® en una gigantesca pista de baile con el p¨²blico cabeceando con fruici¨®n. Y era solo el comienzo de una noche que se promet¨ªa larga y picante.
Por la tarde el plato fuerte se sirvi¨® a partir de las 19:00 horas en el Hall, donde King Midas Sound ofrecieron un concierto que aplan¨® cualquier posible resistencia -y de paso m¨¢s de un t¨ªmpano-. Sonidos oscuros y arrastrados, polvorientos y sucios, dictados por un combinado racial (blanco, negro y asi¨¢tica) en clave de ruido, dubstep y recitados algo menos pausados que en el disco, marcaron la pauta sonora de la actuaci¨®n. Para ayudar a esta extrema beligerancia sonora, una especie de sonido Bristol puesto al d¨ªa, acompasado al siglo y denso, la escasa y sobria iluminaci¨®n mantuvo casi a oscuras el escenario, solo barrido por focos blancos que surg¨ªan de la espalda de los m¨²sicos para recortar sus intimidatorias siluetas contra la oscuridad reinante. Adem¨¢s, la notable presencia de subgraves hac¨ªan temblar camisetas, pesta?as y cerebros. Incluso pareci¨® que por momentos se escuchaba el titilar de las botellas en la barra de aquella especie de cueva apocal¨ªptica en la que se convirti¨® el Hall por obra y gracia del proyecto de Kevin Martin.
M¨¢s tarde ser¨ªan Delorean los encargados de salvar el papel de la escena local en el S¨®nar, un festival que tiene por costumbre favorecer la presencia de bandas espa?olas en sus horarios estelares. Pese a que el Village ya no ten¨ªa el colorido de las horas precedentes -la ingesta de aspirinas y el efecto del sol acaban hasta con los descendientes de Thor-, Delorean salvaron con nota su presencia en el S¨®nar demostrando que no solo son conocidos por el p¨²blico local. M¨¢s tarde la fascinaci¨®n llegar¨ªa con Cabo San Roque, una banda imaginativa llena de intenci¨®n y talento que ofreci¨® un espect¨¢culo en el Auditori en el que una antigua l¨ªnea de producci¨®n de galletas fue reconvertida en m¨¢quina musical para acompa?ar a las canciones del grupo.
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