En defensa del 'burka'
Surge en Catalu?a una oleada en contra del burka, esa horrenda tienda de campa?a que extienden sobre s¨ª mismas algunas mujeres musulmanas. L¨¦rida, Tarragona, El Vendrell y Barcelona son municipios que ya han proscrito el uso de la prenda. Y el Gobierno del Estado dice ahora que pondr¨¢ manos a la obra, alarmado porque el asunto no tiene normativa. Asombra ver hasta qu¨¦ punto la democracia ha extraviado sus valores fundacionales, c¨®mo se sacude una larga tradici¨®n que logr¨® decantarla, trabajosa y lentamente, hacia la libertad individual. Y es parad¨®jico, adem¨¢s, que los mismos que se apresuran a liquidar el patrimonio moral de Europa, sean los que imponen, bajo nuevos presupuestos, su dictadura a las minor¨ªas que llegan de otros sitios.
El burka. Como podr¨ªa decirse de la pr¨¢ctica de la prostituci¨®n, el consumo de tabaco o el rezo del rosario, nadie deber¨ªa meterse en la vida de nadie en tanto su conducta no da?e a terceros. Esto es criticable cuando lo hacen personas privadas, pero cuando el poder p¨²blico dicta por decreto c¨®mo deben vestirse las personas alcanza el grado de polic¨ªa moral. Si un Estado que se cree laico se convierte en instrumento para imponer los valores de aquellos que ocupan el poder, o ha dejado de ser laico o a lo mejor nunca quiso serlo.
No est¨¢ claro por qu¨¦ un mastuerzo sudado puede mostrar en la v¨ªa p¨²blica la pelambrera del sobaco o lucir en la ternilla de la nariz y en los belfos agujereados m¨¢s arandelas que una cortina para el ba?o, mientras una mujer musulmana no puede ir vestida, nunca mejor dicho, como Dios le d¨¦ a entender. Cuando el poder p¨²blico se propone redimir a las masas, y estando como est¨¢ desprovisto de valores seguros, resulta tan arbitrario como incierto. Una mujer puede cubrirse la cabeza porque es musulmana, porque es monja o porque sale de la peluquer¨ªa y va a subirse a una moto. No se sabe qu¨¦ demonios pinta nadie diciendo si eso es legal o es ilegal. Los enemigos de la libertad no se identifican tanto por lo que proh¨ªben como, m¨¢s perversamente, por lo que permiten. Pero como hoy pensamos que el poder tiene derecho a regularlo absolutamente todo, no nos escandaliza que proh¨ªba algunas cosas; a¨²n peor, no nos escandaliza que pueda permitirlas. En ese sentido, no habr¨ªa sido mejor que el hecho de prohibir el burka el hecho de autorizarlo.
La ¨²nica situaci¨®n en que el poder p¨²blico debe actuar es cuando la musulmana en cuesti¨®n lleve el burka no porque quiera, sino porque le obligue su marido, porque le obligue su padre, o porque le obligue su im¨¢n. La autoridad s¨ª debe intervenir con energ¨ªa cada vez que haya violencia o amenaza de violencia de unos sobre otros; en este caso, cuando el burka no sea una opci¨®n personal, sino una carga impuesta. Pero a estas alturas, tal deslinde conceptual resulta demasiado sutil, seguramente.
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