Ikea en la calle desnuda
?Y si el mobiliario urbano se convirtiera en mobiliario casero? O, de otro modo, ?y si la calle y el hogar fueran una misma realidad con diferentes caras pero cuyas funciones, al fin y al cabo, buscan esencialmente lo mismo: descansarnos, amenizarnos los d¨ªas, darnos de beber y de comer, prestarnos determinados servicios que, si de una parte complementan los que tenemos dentro de nuestras paredes, otros los suplen m¨¢s all¨¢ de nuestra capacidad de almacenamiento privado?
Se dice que en Jap¨®n hay, actualmente, m¨¢s m¨¢quinas expendedoras, desde servidoras de ropa interior hasta almohadas, de comidas basuras a comidas exquisitas, que la cantidad censada de japoneses. Estos artefactos son, en realidad, como habitantes enclavados en lugares estrat¨¦gicos para actuar urbanamente, como en tantas otras partes las tiendas de chinos. Abiertos las 24 horas los 365 d¨ªas del a?o y dotados de cualquier elemento que se le ocurra a la clientela sin importar su rareza. Las m¨¢quinas que prestan soluci¨®n en momentos cr¨ªticos, algunas de ellas de car¨¢cter m¨¦dico, son, en verdad, m¨¢s que m¨¢quinas sin coraz¨®n. Son m¨¢quinas cordiales e inteligentes que piensan en los consumidores, han estudiado sus peripecias y se han extendido como una ins¨®lita proliferaci¨®n de seres vivos y para seres vivos.
La idea de reciclar ha envejecido de tanto usarla mal, pero la de cuestionar los cat¨¢logos de consumo, no
En diferentes ciudades espa?olas, incluso en peque?os pueblos de toda la vida, las esquinas van siendo ocupadas durante estos a?os por este tipo de robots que sustituyen a los empleados y a sus empresarios, dormidos entonces como todo el mundo. La m¨¢quina se halla emplazada al raso, fuera del amparo dom¨¦stico, pero en funci¨®n y en extensi¨®n, cada vez m¨¢s tupidas, crean un techo sin sucesi¨®n de continuidad. No es tan necesario reservar un tiempo determinado para hacer la compra y acaparar decenas de kilos en el supermercado. La m¨¢quina dispensadora piensa no solo en cualquier ocurrencia caprichosa o una necesidad urgente sino tambi¨¦n en el reducido aforo de los apartamentos, especialmente japoneses.
Cada d¨ªa, la m¨¢quina se desenvuelve como un mayordomo o un mago que satisface sin rechistar casi cualquier deseo. Sin mediaci¨®n de nadie, sin esperas de nada, la m¨¢quina va mostr¨¢ndose como el distribuidor perfecto y, en cierto modo, considerando su fluidez, su solicitud y su disposici¨®n inmediata se comporta tanto como un segundo aparato electrodom¨¦stico, o un segundo armario, un segundo cuarto de ba?o, un cuarto de juegos.
Esta penetraci¨®n del afuera en el adentro o su viceversa ha sido una ecuaci¨®n obsesiva de todos los buenos arquitectos. Ha sido el principio fundacional de la ventana y de las persianas, de las construcciones integradas con la naturaleza y, en general, de la construcci¨®n m¨¢s ambiciosa y humanista de todos los tiempos. Ahora, esta vieja sensibilidad toma una direcci¨®n impensada y, como en otros ¨¢mbitos de este tiempo en crisis, el pensamiento abandona su carril tradicional para pensar en paralelo. Muchos libros de ¨¦xito, entre la autoayuda y la puesta al d¨ªa, hablan de esta teor¨ªa del pensamiento paralelo para mejor resolver los conflictos.
Las soluciones que nazcan de la crisis no ser¨¢n solo hijas leg¨ªtimas de esta apurada situaci¨®n, sino, en su mayor¨ªa, hijas o hijos naturales, en su doble sentido: a trav¨¦s de una espontaneidad inaplazable y mediante una contravenci¨®n del orden establecido.
Ahora mismo, en sentido complementario, la revista Yorokubo, cuyo nombre significa "estar feliz", cuenta en su n¨²mero de junio el caso de un artista italiano, Carlo Sampietro, que ha decorado, amueblado y personalizado su casa de Nueva York empleando materiales y muebles hallados en las calles, desde un buz¨®n de correos hasta cajones de embalaje, desde fragmentos de metal hasta bicicletas y remolques desechados.
Hace medio siglo, Ivan Illich ense?aba de qu¨¦ modo extraordinario los mexicanos de Cuernavaca adheridos a su fundaci¨®n creaban h¨¢bitats incluso m¨¢s c¨®modos que los prototipos burgueses de donde proven¨ªan los residuos utilizados.
La idea de reciclar ha envejecido pronto de tanto usarla mal, pero la idea de poner en cuesti¨®n los cat¨¢logos de nuestro consumo, no. El art¨ªculo de Yorokubo que firma David Garc¨ªa se titula El Ikea m¨¢s grande est¨¢ en la calle. Puede ser que Sampietro, como italiano y publicitario que es, haya llenado su loft de ciertos cachivaches que ninguno de nosotros quisi¨¦ramos tener cerca. Pero, a la vez, al lado de este ejemplo crece la idea, cada vez m¨¢s alta y firme, de vivir de otro modo y con otra est¨¦tica, con otros utensilios y otros sentidos. La crisis recuerda, en lo ac¨²stico, el ruido de la pala abriendo la tierra de la sepultura, pero evoca tambi¨¦n, en su graf¨ªa, la rizada cresta roja de una revoluci¨®n que conmemoraremos alborozados alg¨²n d¨ªa.
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