Dudo si dudar de que tengo dudas
Los ricos a los que salvamos con dinero p¨²blico imponen hoy recortes a los pobres, aunque, eso s¨ª, que a nadie se le ocurra subirles los impuestos o tocar sus para¨ªsos fiscales. ZP baila la 'yenka' y Rajoy... ?Existe Rajoy?
Jos¨¦ K. se ha levantado dubitativo. La culpa la tiene un cielo imposible y una temperatura en exceso saltarina. No sabe si ponerse el g¨¹ito de fieltro o sacar del armario el jipijapa. Si escoger del parag¨¹ero el elegante bast¨®n con pomo plateado, para el jersey de cremallera, o el de bamb¨², m¨¢s ligero y de mejor liga con la guayabera. Duda Jos¨¦ K. porque el tiempo, como todo, tambi¨¦n est¨¢ dubitativo, lo que le lleva al convencimiento de que algo falla en el subsuelo sobre el que caminamos, andamos o dormimos. Son tiempos de incertidumbre que le tienen en un sinvivir, aunque hoy ya ha tomado la decisi¨®n de colgarse, sea cual sea la impedimenta elegida, un zurr¨®n del que se ha provisto a buen precio en unas tiendas que se llaman outlet. Ha visto ¨¦l que todos los j¨®venes -y no tan j¨®venes- lucen esa faltriquera y no quiere quedarse atr¨¢s. As¨ª que guarda el peri¨®dico y la radio de transistores en la alforja y se echa a la calle con uniforme de invierno, que a ciertas edades se tiene m¨¢s miedo al relente que al plutonio.
Abaratamos el despido para poner a m¨¢s gente en el paro y a ver si tienen suerte y otro los contrata
Nos negamos a rascar el bolsillo de los m¨¢s ricos para demostrar d¨®nde est¨¢ la verdadera izquierda
Ya instalado en su cafet¨ªn, saca su peri¨®dico de siempre pero nota, vaya por dios, c¨®mo vuelve a zaherirle la duda. ?Sonrisas o l¨¢grimas?, se pregunta. ?Lo abrimos por el comienzo y comenzamos el llanto y crujir de dientes, cat¨¢strofes mundiales, corrupciones patrias, desastres econ¨®micos sin soluci¨®n? ?O mejor elegimos encararlo por el final, unas ligerezas con los deportes, unas perplejidades con Angelina Jolie -siempre sale Angelina Jolie-, una moderada angustia con la obesidad, el tabaco u otros males provenientes del pecado y el placer?
Cree Jos¨¦ K. que la duda no es mala acompa?ante para la inteligencia. Cuando mira a su alrededor, ve que los ¨²nicos que no dudan son los que conf¨ªan en un futuro jolgorio de cad¨¢veres resurrectos esperando en formaci¨®n a que alg¨²n dios les env¨ªe a torrarse al infierno o a disfrutar en el cielo; tampoco dudan los que creen en jardines con hur¨ªes o aquellos otros que esperan que Manuel Fraga se reencarne en Maia Plisetskaia. Por eso a nuestro hombre no le importa vivir en medio de interrogantes, que hace ya muchos a?os que renunci¨® a los libros, rojos, que de los otros nunca us¨®, que conten¨ªan todas las verdades. Pero es precisamente esa estrenada libertad, ganada gracias al paso de sus muchos a?os, la que se rebela cuando son los otros, los liberales que tanto nos insultaban, quienes se someten, de rodillas, se?or, ante los mercados, a las tablas de la ley fijadas por los grandes organismos y seres innominados y delicuescentes -?qu¨¦ llevan en sus contenedores los hedge funds, por ejemplo, o es que acaso ni contenedores tienen?- que rigen nuestros destinos, ay, con tan poca fortuna para nosotros y tanta para ellos.
Se subleva Jos¨¦ K. porque los bancos centrales, los fondos monetarios, las comisiones europeas han descubierto, ?ahora!, los planes quinquenales. Ah¨ª os quiero ver, Iosif Visari¨®novich Dzhugashvili, en el mundo Jos¨¦ Stalin, o Fidel Castro Ruz, planificando las econom¨ªas de Espa?a, o de Grecia, o de Irlanda, para los pr¨®ximos tres a?os. No os pas¨¦is un pelo, dicen como ejemplo, del 3% del PIB de d¨¦ficit p¨²blico. ?Y por qu¨¦? ?Qu¨¦ regla inexorable de la raz¨®n vulnera llegar al 3,25%? ?O extender la cifra m¨¢gica hasta 2014? ?Qu¨¦ rid¨ªculo mandam¨¢s de la Comisi¨®n Europea se ha convertido, con el permiso de los otros mandamases, en el Grigori Grinko de este moderno Gosplan? ?Sarkozy, Merkel, Trichet? ?Quiz¨¢ unos oscuros bur¨®cratas de Bruselas? ?O a lo mejor unos brillantes empleados de otros a¨²n m¨¢s brillantes especuladores? Nuestro hombre se ha relajado cuando ha mencionado a Grinko: le fusilaron en el 38.
Pero a Jos¨¦ K. le dura poco la calma. La vena de la frente se le viene y se le va cuando vuelven las dudas, que engendran tardanzas, y las certidumbres, que exigen urgencias. El programa de rescate en Estados Unidos moviliz¨® m¨¢s de 500.000 millones y cantidades cercanas se barajaron en Europa. Un dineral que hubo que sacarlo de donde no hab¨ªa a la carrera, deprisa, deprisa, porque el sistema se romp¨ªa, los diques se derribaban y todos mor¨ªamos ahogados por el torrente de deudas e impagados. Y como los Estados bondadosos gastaron tanto comprando la basura que aquellos generaron, ahora esos mismos, o sus hermanos gemelos, tildan de derrochadores a quienes les salvaron del naufragio y les ordenan recortes en los gastos sociales, zurriagazo en las espaldas a quienes siempre reciben los zurriagazos. ?Qu¨¦ se niegan a hacer los recortes? Pues no les damos el cr¨¦dito que ustedes nos regalaron, y de regreso a la morgue, darling, que aqu¨ª mandamos nosotros.
De aquellas urgencias pasamos a las tardanzas. Cu¨¢ntas vueltas y revueltas atenazan a los cerebros econ¨®micos del mundo, en Berl¨ªn o en Washington, para dilatar las medidas que ellos mismos dijeron que hab¨ªa que tomar con suma urgencia: la tasa Tobin, las regulaciones de los mercados, los tribunales para los banqueros ladrones, los para¨ªsos fiscales. Nada se ha hecho y los mismos truhanes hacen lo mismo para llevarse el mismo dinero a los mismos para¨ªsos fiscales. Obama se pelea en Washington y los europeos dicen que van a aprobar una tasa bancaria... para salvar el trasero de los mismos bancos. ?Qu¨¦ gran logro! ?Qu¨¦ eficiente medida! ?Cu¨¢nta firmeza en esos sargentos de hierro!
Paseaba ya de vuelta a casa Jos¨¦ K., con la cabeza puesta en estos firmamentos de tanta estrella, cuando tropez¨® con un adoqu¨ªn fuera de sitio. Fue entonces cuando el dedo gordo le alleg¨® los rostros, borrosos por dudosos, de Zapatero y Rajoy. Y ante tales apariciones, Jos¨¦ K. duda, duda mucho, si animarse a decir, ni tan siquiera a s¨ª mismo se lo ha confesado, lo que en verdad piensa de Zapatero, de sus vacilaciones, de su gal¨¢ctico gobierno y de sus decisiones econ¨®micas, ahora s¨ª, ma?ana tampoco. Tan r¨¢pido gira nuestro presidente, que no piensen en la yenka, no; mejor dirijan sus ojos hacia los derviches. No dir¨¢, pues, que ensimismado en su baraka, ha estado paralizado en la nube de las babias; que la duda, a veces, sirve de acicate para buscar la verdad pero en otras no es sino una disculpa para la inacci¨®n. Ni mucho menos gritar¨¢ Jos¨¦ K. que cuando se es jefe de Gobierno y la realidad aprieta, mejor se apea uno del confortable trono celestial donde siempre se tienen las m¨¢s brillantes ideas, asesorados por nadie o nadie y medio, se coge el bast¨®n de mando y se dice: a ver, aqu¨ª al despacho los que m¨¢s saben de esto y me hacen un papel niquelado, porque hasta ahora solo hemos dado de s¨ª para decidir que los pensionistas se hartan de ganar dinero o el contradios de que lo mejor para frenar el paro es poder despedir a m¨¢s trabajadores de forma m¨¢s barata y sencilla. O sea, primero les echamos y luego, si hay suerte, a lo mejor alguien les contrata. Pero eso s¨ª: nos hemos negado a rascar el bolsillo de los m¨¢s ricos, para demostrar al mundo d¨®nde est¨¢ la verdadera izquierda. Menudos somos.
Y Jos¨¦ K. callar¨¢ porque a¨²n son m¨¢s fuertes sus certezas: no se resigna a que lleguen a gobernarnos quienes en la oposici¨®n, flotando en la ventajista indefinici¨®n de la nada, "ni siquiera ten¨ªan p¨¢jaros en la cabeza; no hubieran podido abrirse paso entre tanta basura", como le ocurr¨ªa al inspector Martin Beck de Sj?wall y Wahl??. Pero sobre todo, nuestro hombre se niega a que Federico Trillo nunca, jam¨¢s, vuelva a ser ministro.
Dudaba Hamlet: "?Qu¨¦ es m¨¢s noble para el alma, sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna, o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponi¨¦ndose a ella, encontrar el fin?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.