El tesoro aguardaba en el maletero
Recobradas en Potsdam 10 obras maestras que se cre¨ªan perdidas desde 1945 - El lote, con una pieza del taller de Rubens, estuvo escondido en una casa berlinesa
A veces, los inquilinos m¨¢s ilustres terminan por regresar. A Federico II, el rey que hizo de Prusia una potencia militar europea de primer orden, le gustaba tanto su peque?o palacio rococ¨® de verano que mand¨® que lo enterraran en su jard¨ªn. De noche y sin solemnidades, cerca de sus galgos italianos favoritos. Su sobrino y heredero no obedeci¨® el testamento, as¨ª que su deseo no se cumpli¨® hasta 1991, 205 a?os despu¨¦s de muerto. El Gobierno de Helmut Kohl decidi¨® sepultar sus despojos donde ¨¦l hab¨ªa pedido: en la m¨¢s alta de las seis terrazas que preside Sanssouci, su delicada residencia de asueto en Potsdam.
Sanssouci -en franc¨¦s, sin preocupaciones- ha sido ahora una vez m¨¢s un lugar de regresos inesperados. Diez de las obras maestras de la colecci¨®n iniciada por Federico el Grande han vuelto a la galer¨ªa del complejo palaciego para el disfrute de sus visitantes. Y ello ha ocurrido tras un asombroso y rocambolesco viaje.
Los lienzos pertenec¨ªan a la colecci¨®n de Federico el Grande
Entre ellos hay una tela de Jean Raux y otra de Cornelis Van Halen
Una sirvienta se llev¨® los ¨®leos tras la entrada de las tropas sovi¨¦ticas
El hallazgo se expone estos d¨ªas en Sanssouci, cerca de Berl¨ªn
Entre los tesoros, perdidos desde la Segunda Guerra Mundial, figuran un Maria lactans, pintado en el taller de Rubens en 1616, as¨ª como Betsab¨¦ en el ba?o, de Jean Raoux (1719) y Diana y Calisto, de Cornelis van Haarlem (1623). Su recuperaci¨®n ha sido a¨²n m¨¢s asombrosa que los deseos funerarios del rey que mand¨® levantar las paredes donde colgaron hasta 1942. En el fragor de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades las transportaron al palacio donde Federico pas¨® los d¨ªas m¨¢s felices de su juventud como pr¨ªncipe heredero, en Rheinsberg, unos 90 kil¨®metros al norte de Berl¨ªn. All¨ª se guardaron durante la contienda cientos de cuadros de la colecci¨®n. Pero al final de la guerra, en 1945, muchas pinturas hab¨ªan desaparecido.
Las 10 obras que ahora son el centro de todas las miradas en Sanssouci reaparecieron en marzo. El propietario de una casa de subastas de Berl¨ªn llam¨® a la Fundaci¨®n de Palacios y Jardines Prusianos. Explic¨® que le hab¨ªan llevado unos cuadros que le sonaban y que posiblemente eran un "bot¨ªn de guerra" sovi¨¦tico. El buen ojo del experto se confirm¨® cuando un hombre de unos 35 a?os lleg¨® desde Berl¨ªn enviado por el marchante para reunirse con Samuel Wittwer, el director de exposiciones de la Fundaci¨®n. Sac¨® de su autom¨®vil cuatro lienzos sin marco. Cuenta Wittwer que el berlin¨¦s qued¨® asombrado ante la reacci¨®n entusiasta de los presentes. Una experta copia de Rubens, un cuadro de su taller, el Betsab¨¦ de Raoux y un retrato del pintor de la corte prusiana Antoine Pesne. Llevaba un tesoro en el maletero. El hombre cont¨® que los hab¨ªa encontrado entre los trastos que regalaba a quien los quisiera una vecina que se mudaba. Dej¨® los cuadros en Potsdam, sin pedir nada a cambio, y volvi¨® a Berl¨ªn. Durante unos d¨ªas se lo trag¨® la tierra. Cort¨® el contacto con la Fundaci¨®n y dej¨® de contestar al tel¨¦fono. En Potsdam quedaron perplejos.
Al poco, lleg¨® un correo electr¨®nico de una mujer que sab¨ªa m¨¢s cosas: resulta que nunca hubo tal vecina, que hab¨ªa sido una mentira porque su familia tem¨ªa las consecuencias de tener en casa semejante colecci¨®n de arte. Ofrec¨ªa la mujer a Wittwer que recogiera los otros cuadros depositados en la casa de subastas. El van haarlem, el van limborch y el vleughels hab¨ªan regresado de Holanda, donde se certific¨® su autenticidad. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, entregaron tres obras de Gerrit Dou.
La rocambolesca historia qued¨® as¨ª reconstruida. La t¨ªa abuela del hombre del maletero estaba casada con el alcaide del palacio de Rheinsberg. El mando ruso la expuls¨® de su casa y ella se llev¨® la decena de cuadros consigo a la zona de ocupaci¨®n sovi¨¦tica, donde pronto se fundar¨ªa la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. Como no ten¨ªa mucho sitio en casa mand¨® los cuadros a su hermana, que viv¨ªa en Berl¨ªn Oriental con sus dos hijos.
Aseguran que habr¨ªan vendido las pinturas si hubieran sabido c¨®mo o a qui¨¦n. La hermana de Birkenmeier se fue a la Alemania occidental en 1960. Los cuadros se quedaron en Berl¨ªn Este, en casa de su sobrina. Al parecer, varios de ellos los ten¨ªa guardados debajo del sof¨¢. Hasta que decidieron intentar subastarlos hace unos meses.
Es imposible saber por qu¨¦ se llev¨® la t¨ªa abuela del hombre del maletero aquellas pinturas. Si lo hizo porque le gustaban. Si su intenci¨®n era asegurarse una fuente de ingresos tras perder su casa. O si, quiz¨¢, pensaba que con ellas podr¨ªa negociar en caso de verse en dificultades con las fuerzas de ocupaci¨®n sovi¨¦ticas.
Wittwer considera que, en cualquier caso, ella "preserv¨®" y "protegi¨®" las obras de su posible confiscaci¨®n por parte de Stalin. La familia ha percibido una recompensa por devolverlas. Los museos p¨²blicos quieren que el ejemplo cunda: la Fundaci¨®n prusiana a¨²n echa en falta otros 3.000 cuadros desaparecidos en la guerra.
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