El caso del soldado Shalit
La situaci¨®n de Gilad Shalit, el tanquista capturado en Israel en 1996 e incomunicado desde hace cuatro a?os, contraviene el estatus de los prisioneros de guerra que regulan las convenciones internacionales
Por qu¨¦ tanta emoci¨®n en torno al soldado Shalit? ?Acaso no es normal que las guerras produzcan prisioneros? ?Acaso este joven cabo tanquista, secuestrado en junio de 2006, no es un prisionero m¨¢s? Pues no, justamente. Porque, para empezar, hay convenciones internacionales que regulan el estatus de los prisioneros de guerra, y el solo hecho de que este est¨¦ incomunicado desde hace cuatro a?os, el hecho de que la Cruz Roja, que visita regularmente a los palestinos en las prisiones israel¨ªes, nunca haya tenido acceso a ¨¦l, es una violaci¨®n flagrante del derecho de guerra. Pero, sobre todo, no hay que dejar de repetir que Shalit no fue capturado en el curso de una batalla, sino en el de una incursi¨®n llevada a cabo en Israel y mientras Israel, que ya hab¨ªa evacuado Gaza, estaba en paz con su vecino. En otros t¨¦rminos: decir "prisionero de guerra" implica suponer que el hecho de que Israel ocupe un territorio o ponga fin a esa ocupaci¨®n no modifica en absoluto el odio que muchos creen deber profesarle; es aceptar la idea de que Israel est¨¢ en guerra incluso cuando est¨¢ en paz, o de que hay que hacerle la guerra a Israel porque Israel es Israel. Y si no se acepta tal cosa, si se rechaza esta l¨®gica, que es la de Ham¨¢s, y si las palabras a¨²n tienen sentido, es una l¨®gica de guerra total, hay que comenzar por cambiar completamente de ret¨®rica y de l¨¦xico. Shalit no es un prisionero de guerra, sino un reh¨¦n. Su situaci¨®n es comparable a la de alguien a quien han secuestrado por un rescate, y no a la de un prisionero palestino. Y, por tanto, hay que defenderlo como se defiende a los rehenes de las FARC, de los libios o de los iran¨ªes; hay que defenderlo con la misma energ¨ªa que a Clotilde Reiss o a Ingrid Betancourt, pongamos por caso.
Shalit no fue capturado en el curso de una batalla, sino durante una incursi¨®n en Israel en periodo de paz
El joven soldado es un reh¨¦n. Y hay que defenderlo como se defiende a los rehenes de las FARC
Reh¨¦n o prisionero, poco importa: ?por qu¨¦ tanto barullo por un solo hombre? ?Por qu¨¦ esta focalizaci¨®n sobre un individuo "sin importancia colectiva", un hombre "hecho de todos los hombres y que vale tanto como cualquiera, lo mismo que cualquiera vale tanto como ¨¦l"? Pues porque Shalit no es precisamente cualquiera, y porque le est¨¢ sucediendo lo que les sucede, a veces, en los campos de alta tensi¨®n de la historia universal, a ciertos individuos a los que nada predispon¨ªa para ello y que, de pronto, se convierten en receptores de esa tensi¨®n, en dianas del rayo que brota de ella, en puntos de encuentro de las fuerzas que, en una situaci¨®n determinada, convergen y se oponen. Los disidentes de la era comunista estaban en el mismo caso. O los perseguidos chinos y birmanos de hoy. O, ayer apenas, aquella humilde figura bosnia a la que una acumulaci¨®n de adversidades sin igual elev¨® por encima de s¨ª misma para convertirla en una especie de elegido a contracorriente. Lo mismo ocurre con Gilad Shalit. Lo mismo ocurre con ese hombre con cara de ni?o que encarna, muy a su pesar, la violencia sin fin de Ham¨¢s; el irraciocinio exterminador de quienes lo apoyan; el cinismo de esos activistas "humanitarios" que, como la flotilla de Free Gaza, se han negado a llevarle una carta de su familia. ?Y qu¨¦ decir de ese doble rasero que hace que no goce del mismo capital de simpat¨ªa que, precisamente, Ingrid Betancourt? ?Un franco-israel¨ª vale menos que una franco-colombiana? ?El factor Israel basta para degradarlo? ?C¨®mo se explica, para ser exactos, que su retrato no se haya exhibido junto al de la heroica colombiana en la fachada del Ayuntamiento de Par¨ªs? ?Y c¨®mo explicar que su fotograf¨ªa, finalmente, expuesta en un parque del distrito XII, sea sistem¨¢tica e impunemente objeto de actos vand¨¢licos? Shalit, el s¨ªmbolo. Shalit, como un espejo.
Una ¨²ltima cuesti¨®n: la del precio que los israel¨ªes parecen dispuestos a pagar por la liberaci¨®n de su cautivo. Y su corolario: los centenares -hay quien habla de un millar- de asesinos potenciales que se ver¨ªan liberados as¨ª. El problema no es nuevo. Ya en 1982, Israel liber¨® a 4.700 combatientes retenidos en el campo Ansar a cambio de ocho de sus soldados. En 1985 excarcel¨® a 1.150 (entre ellos, al futuro fundador de Ham¨¢s, Ahmed Yassine) a cambio de tres de los suyos. Por no hablar de los cuerpos, solo los cuerpos, de Eldad Regev y Ehoud Goldwasser, muertos a comienzos de la ¨²ltima guerra del L¨ªbano e intercambiados, en 2008, por varios l¨ªderes de Hezbol¨¢, algunos de ellos con largas condenas a cuestas. La idea, la doble idea, es simple y honra a Israel. Contra la crueldad, primero, de las famosas razones de Estado, contra la mec¨¢nica de los monstruos fr¨ªos y su terrible pereza, y en las ant¨ªpodas de esas intransigencias glaciales de las que el escritor italiano Leonardo Sciascia no dud¨® en afirmar -poco despu¨¦s del secuestro de Aldo Moro por las Brigadas Rojas y del abandono en que lo dejaron sus "amigos"- que son otro rostro del terrorismo, este imperativo categ¨®rico, inapelable: entre el individuo y el Estado, siempre hay que escoger al individuo; entre el sufrimiento de uno solo y las conmociones del Gran Uno, siempre hay que primar al uno solo. Tal vez un hombre no valga nada, pero nada -y menos el orgullo matasiete y tartarinesco del colectivo- vale el sacrificio de un hombre... Y, adem¨¢s, contra un seudo "sentido tr¨¢gico" que sirve de coartada a tantas vilezas, contra esos dial¨¦cticos de sal¨®n que debaten hasta el infinito los posibles efectos perversos que podr¨ªa provocar, en un futuro m¨¢s o menos lejano, y frente a una situaci¨®n de la que lo ignoramos todo, tal o cual gesto (el salvamento, en este caso, de un Daniel Pearl en potencia), este principio de incertidumbre que est¨¢ en la base de la sabidur¨ªa jud¨ªa y que resume admirablemente el Eclesiast¨¦s (III, 23): "Atente a lo que est¨¢ a tu alcance y no te inquietes por lo que no puedes conocer" -en tu ignorancia del reino de los fines y de sus asechanzas, empieza por salvar al soldado Shalit.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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