Rubalcaba privado
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba es uno de los pol¨ªticos m¨¢s influyentes de la historia de la democracia en Espa?a. Hijo de un soldado del bando nacional y nieto de un republicano, fue pieza clave de los Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez y ahora lo es del de Zapatero. El escritor Juan Jos¨¦ Mill¨¢s ha entrado en su lado m¨¢s ¨ªntimo. En su casa, que es el Ministerio del Interior. Y en su alma, que esconde de la luz de los focos. Esta es la cara menos conocida de un pol¨ªtico de raza que, para retratarse, cita a un detective de novela negra: "Si no fuera malo, estar¨ªa muerto, y si no fuera dulce, no podr¨ªa vivir".
Llegu¨¦ a Castellana 5, sede del Ministerio del Interior, pas¨¦ un control de seguridad, cruc¨¦ un peque?o patio, sub¨ª una breve escalinata, atraves¨¦ una zona de m¨¢rmoles (un hall con pretensiones), franque¨¦ una puerta peque?a, algo disimulada, y alcanc¨¦ una especie de trastienda donde hab¨ªa un ascensor y unas escaleras de las de servicio de toda la vida. Tom¨¦ el ascensor y aparec¨ª en un territorio hostil, una gran estancia, con dos o tres aposentos, que parec¨ªa el resultado del cruce entre una oficina consular, la residencia de un noble arruinado y la sala de espera de un ginec¨®logo de lujo. Una antec¨¢mara del infierno. En uno de sus rincones hab¨ªa una escalera de caracol de las de bricolaje por la que se ascend¨ªa a la vivienda propiamente dicha del ministro. No debo, por razones de discreci¨®n, y quiz¨¢ de seguridad, dar detalles de esta morada. Baste decir que ser¨ªa un escenario perfecto para una novela de Simenon, en parte por su distribuci¨®n y mobiliario, pero tambi¨¦n por la atm¨®sfera moral que se respiraba en ella (en esa casa ha vivido gente muy rara y las vibraciones se notan). Inconvenientes de tener el hogar encima del negocio. El Ministerio del Interior no es un negocio, pero est¨¢ lleno de negociados.
Conserva el alma, pese a lo que nos hab¨ªan advertido
"Eta ha pagado car¨ªsima la ruptura de la tregua"
"Mi carrera pol¨ªtica es la de un estratega"
"Comparado con Pepe Blanco, soy Mao tse-tung"
"Quise retirarme cuando ganamos las elecciones"
"Cuando voy a los entierros pienso en Barrionuevo"
"Mi ministerio se divide en 'antes' y 'despu¨¦s' de G¨¹rtel"
"El terrorismo que a largo y medio plazo nos debe preocupar es el islamista
Para entonces eran ya las siete y media de la ma?ana. El ministro me recibi¨® en mangas de camisa, con una cafetera en la mano, invit¨¢ndome a pasar a la cocina, donde me present¨® a su mujer y a un sobrino que se encontraba all¨ª de paso. Todos estaban a punto de irse a trabajar o a estudiar, tambi¨¦n yo, de modo que me incorpor¨¦ al desayuno familiar. Lo primero que esperas de un ministro, aunque sea del Interior y est¨¦ muy agobiado, es que desayune bien, sobre todo si ha sido deportista. Pues ni una pieza de fruta, ni una tostada con aceite de oliva, ni un zumo natural, ni unos cereales. Nada. Un caf¨¦ con leche, un zumo de bote (que me atrev¨ª a rechazar), una pieza de boller¨ªa industrial, y hasta la hora de comer.
Ingerido el caf¨¦ con leche y la pieza de boller¨ªa, el ministro se retir¨®, regres¨® al poco con la corbata y la chaqueta y emprendimos el camino inverso al recorrido hac¨ªa unos minutos por m¨ª, aunque tomando un atajo que nos llev¨® directamente al ascensor, sin necesidad de descender por la escalera de caracol de bricolaje ni pasar por la antec¨¢mara del infierno. De todos modos, como yo no hubiera podido disimular mi espanto, el ministro se?al¨®, mientras baj¨¢bamos, que ¨¦l habr¨ªa preferido continuar viviendo en su casa de siempre, lo que result¨® imposible por razones de seguridad.
Atravesada de nuevo la zona de m¨¢rmoles de la planta baja (o de la primera, no estoy seguro, porque era todo un poco laber¨ªntico) llegamos a una puerta alta y noble en cuyo marco hab¨ªa un teclado en el que los dedos del ministro marcaron una cifra, como cuando vas al cajero. No sali¨® dinero por ninguna rendija, pero la puerta se abri¨® y entramos en una estancia m¨¢s bien peque?a que daba a dos especies de patios interiores, un sitio un poco cutre, aunque con pretensiones tambi¨¦n (a juego con todo lo que llevaba visto hasta ese instante), que result¨® ser el despacho de nuestro hombre. Ser¨ªan las ocho de la ma?ana cuando volvi¨® a quitarse la chaqueta (no la corbata), prendi¨® un iPod situado a su izquierda (m¨²sica cl¨¢sica) y comenz¨® la lectura de los peri¨®dicos por la cabecera menos af¨ªn a sus inclinaciones.
Este ministro ve los peri¨®dicos enteros, no res¨²menes de prensa, y sabe lo que significa que la noticia se encuentre en p¨¢gina par o impar, arriba o abajo, que el titular sea grande o peque?o, que el texto pertenezca a un art¨ªculo de informaci¨®n, de opini¨®n, o a un h¨ªbrido. Se dir¨ªa que es capaz de detectar, por debajo de la trama, una subtrama que al lector ingenuo se le escapa. Posee tambi¨¦n una habilidad extraordinaria, fruto de la pr¨¢ctica, e inherente sin duda al cargo, para meter el dedo all¨¢ donde se encuentra lo que le interesa leer. El peri¨®dico, bajo su mirada y sus manos, se convierte en algo parecido al cad¨¢ver bajo la mirada y las manos del forense. Percibe enseguida si hay en la noticia se?ales de violencia, restos de p¨®lvora, digesti¨®n de alcohol o barbit¨²ricos. Piensa uno que podr¨ªa deducir tambi¨¦n qu¨¦ ha cenado el director antes de la reuni¨®n de cierre. Al modo del forense, toma notas en un cuaderno de todo lo que le llama la atenci¨®n. Adem¨¢s de en las noticias que ata?en a su departamento, se demora en las relacionadas con la ense?anza, pues dentro de este ministro del Interior hay todav¨ªa un ministro de Educaci¨®n, y otro de la Presidencia, y un ministro Portavoz, y un portavoz parlamentario, y un responsable de estrategia electoral de su partido ("Los espa?oles se merecen un Gobierno que no les mienta"). Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, que as¨ª se llama este se?or al que ahora observo escanear (m¨¢s que leer) la prensa, ha sido en pol¨ªtica todas esas cosas y m¨¢s. Mucha gente dar¨ªa el alma o una mano por una carrera pol¨ªtica la mitad de brillante que la suya, pero ¨¦l conserva las dos manos. Y el alma, pese a lo que muchos nos hab¨ªan advertido.
Este ministro del interior, que siendo un veintea?ero corri¨® los 100 metros lisos en 10,9 segundos (a 5 d¨¦cimas del r¨¦cord), ha perdido a los 60 toda su masa muscular, deviniendo en un flaco excesivo cuyo centro de gravedad se ha desplazado a la cabeza, irregular y calva, donde reinan los ojos. Con ellos convence, informa, seduce y observa. Cuando le hablas te escucha ejecutando un "solo de ojos". Cuando te responde da paso al resto de la orquesta. El resto de la orquesta son sus palabras (m¨¢s que su boca) y sus manos, que agita con movimientos un poco hipn¨®ticos, como si completara con ellas el sentido de las palabras que acaba de emitir. Ah¨ª est¨¢ ahora mismo (las nueve de la ma?ana ya) convenci¨¦ndome de algo que hasta ese instante no me interesaba lo m¨¢s m¨ªnimo mientras observa las cifras que le pasa Goyo Mart¨ªnez, su jefe de Gabinete.
Este ministro del Interior, del que dependen casi 200.000 n¨®minas del Estado, introduce ahora el dedo en la realidad con la agudeza con la que hace un rato lo met¨ªa en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Este es el n¨²mero de accidentes de tr¨¢fico, con sus heridos y sus muertos; este, el de detenidos por la Guardia Civil o por la Polic¨ªa Nacional; aqu¨ª est¨¢n los kilos de hero¨ªna o coca incautados en la frontera; aqu¨ª, las personas desaparecidas, en cuyos guarismos se detiene pensativo mientras hace un gesto parecido al del morderse las u?as, sin llegar a mord¨¦rselas. Las personas desaparecidas aparecen clasificadas por edades y por el nivel de riesgo.
-Ayer -dice- tuvimos una menor de 15 a?os que volvi¨® al domicilio. Estas desapariciones me preocupan mucho, son las m¨¢s inquietantes.
No es todo. En Madrid sustrajeron unos sellos de caucho en la sede del PP en Hortaleza. Han detenido por fin a uno que robaba farmacias, llev¨¢ndose, adem¨¢s del dinero, todas las existencias de Viagra. Suicidios, ninguno (respiro de alivio). A un funcionario de prisiones de Segovia le dio un infarto y muri¨® ("a ver si hacemos algo"). Han fallecido tambi¨¦n dos internos durante el fin de semana, uno de ellos, que estaba de permiso, por sobredosis. En cuanto a las pateras, una embarcaci¨®n en Barbate, con cinco marroqu¨ªes adultos y un menor de edad.
-El a?o pasado -dice-, a estas alturas ten¨ªamos 2.300 inmigrantes ilegales. Este a?o, 300.
Uno pensaba que los ministros se asomaban a la realidad desde arriba, para observar lo grande, pero este ministro la contempla tambi¨¦n desde abajo, para conocer lo peque?o, quiz¨¢ por eso goza de tan buena reputaci¨®n. Analiza los datos de cada una de las hojas que su jefe de Gabinete acaba de pasarle con la atenci¨®n que un internista pondr¨ªa en el estudio de un an¨¢lisis cl¨ªnico. Las enzimas, el metabolismo lip¨ªdico, los marcadores s¨¦ricos, el metabolismo hidrocarbonado... De todo ello deduce, suponemos, el estado de ¨¢nimo del pa¨ªs, sus niveles de colesterol, su grado de salud, su fiebre, si la hubiera.
El terrorismo ocupa un apartado especial que despacha, hoy al menos, con Antonio Camacho, secretario de Estado de Seguridad. Intento seguir su conversaci¨®n, pero hablan en clave y desisto, al poco, de entender lo que dicen. Cuando Camacho est¨¢ a punto de retirarse, el ministro le pregunta por algo relacionado con la mafia china.
-No es preocupante, pero marca tendencia- asegura el secretario de Estado.
Este hombre a cuyo lado me desplazo ahora en un coche blindado cuyas puertas pesan lo que no est¨¢ escrito es qu¨ªmico. O lo fue en un tiempo remoto. Podr¨ªamos llamarle, si aceptara la broma, Rubalcaba el qu¨ªmico, pues lleva los conocimientos adquiridos en la carrera (la universitaria, no la de los 100 metros) a la vida diaria en general y a la pol¨ªtica en particular. Me cuenta, por ejemplo, que tiene escrita una conferencia en la que explica de qu¨¦ manera se puede aplicar a la actividad pol¨ªtica el principio de incertidumbre. Este principio, enunciado por Heisenberg en 1927, viene a decir, expresado groseramente, que la mirada del observador modifica el comportamiento de lo observado. Traducido a la acci¨®n pol¨ªtica, significa que?al observar la realidad (y al iluminarla, por tanto, como se ilumina una part¨ªcula elemental colocada en la base del microscopio), la perturbas, la alteras, lo que has de tener en cuenta a la hora de abordar cualquier tipo de reforma.
-Una vez que la reforma se plantea -a?ade el ministro- ya no te enfrentas a la realidad analizada en el despacho, sino a una realidad nueva, iluminada, que no suele volver a su estado inicial cuando cesa la perturbaci¨®n. Muchas reformas han fracasado por no tener en cuenta este principio. En la sociedad de la comunicaci¨®n el t¨¦rmino "iluminaci¨®n" adquiere todo su sentido. Los medios "iluminan" o "ensombrecen", y eso afecta a los sujetos implicados en la acci¨®n pol¨ªtica.
Pone como ejemplo, entre otros, el secuestro del Alakrana, donde los piratas "iluminaron" magistralmente el escenario al permitir que los secuestrados mantuvieran con sus familias unas conversaciones cuyo dramatismo tuvo en vilo al pa¨ªs durante varios d¨ªas.
Quiere decirse que este ministro tiene una conversaci¨®n variada e interesante, pero tambi¨¦n muy t¨¢ctica, pues trata, como en el f¨²tbol, de abrir huecos por los que colar la pelota y, eventualmente, introducirla en la porter¨ªa del contrario. Yo soy el contrario. Meterme un gol significar¨ªa que renunciara a hacer un perfil suyo, que es a lo que he venido, y me aplicara a realizar uno del ministerio, que es lo que ¨¦l pretende. Para ello, me proveer¨¢, en d¨ªas sucesivos, de una documentaci¨®n abundante y espectacular (los recursos humanos de este ministerio suponen casi el 32% de la Administraci¨®n General del Estado) que no logra desviarme de mi objetivo. Felipe Gonz¨¢lez dec¨ªa de este ministro que era un t¨¢ctico, y ¨¦l no lo niega.
-Aunque comparado con Pepe Blanco -a?ade en tono de broma-, yo soy Mao Tse-Tung.
-?En los 100 metros lisos -le pregunto- qu¨¦ predomina?
-Los cien metros lisos -dice- son pura t¨¢ctica.
-?Y su carrera pol¨ªtica?
-Mi carrera pol¨ªtica es la de un estratega.
O sea, que vamos, a su pesar, levantando un perfil de esta personalidad compleja y seductora que ha sobrevivido a todas las cat¨¢strofes pol¨ªticas de su partido deviniendo en una pieza fundamental del Gobierno de Zapatero.
Ahora, como digo, nos desplazamos dentro de su coche blindado por el paseo de la Castellana. Nuestro destino es Cuatro Vientos, donde tomaremos un avi¨®n que nos conducir¨¢ a Badajoz. Abandonado el centro de Madrid, alcanzamos una periferia ordenada, bien construida, y aparentemente en paz.
-Hay mucha gente -dice el ministro- empe?ada en demostrar que paro equivale a delincuencia.
-?Y es una ecuaci¨®n falsa?
-Desde luego. Los datos dicen otra cosa.
El avi¨®n que espera al ministro y a sus acompa?antes, entre los que me cuento, es un reactor de siete plazas cedido para su uso, por el juez, al Ministerio del Interior, pues fue incautado a Juan Antonio Roca, el c¨¦lebre asesor municipal de Urbanismo de Marbella detenido por la polic¨ªa en el transcurso de la Operaci¨®n Malaya. Esto de que la polic¨ªa viaje en los medios de transporte de los ladrones tiene su l¨®gica econ¨®mica, pero produce cierta perplejidad en el visitante ingenuo, como si las fronteras entre los buenos y los malos no estuvieran suficientemente marcadas. Me viene a la memoria una frase inquietante del ya fallecido general S¨¢enz de Santamar¨ªa seg¨²n la cual "la polic¨ªa act¨²a en el borde de la ley, unas veces por la parte de dentro y otras veces por la parte de fuera". Se la recuerdo al ministro, que niega la mayor.
-La polic¨ªa siempre est¨¢ donde debe.
-?Y las cloacas de la democracia de las que hablaba Felipe Gonz¨¢lez?
-Sobre esas cloacas hay mucha novela. Si las hubo, est¨¢n clausuradas. Esta casa est¨¢ completamente judicializada. Interior vive bajo la sombra permanente del Ministerio de Justicia.
Este ministro, hijo de un piloto de Iberia, tiene por eso mismo, o a pesar de ello, miedo al avi¨®n, lo que le cuesta no pocas bromas por parte de sus colaboradores. Viaja en el asiento de delante, desde donde se ve parte de la cabina del piloto, que en este instante se vuelve y dice a Rubalcaba:
-Me han dicho sus colaboradores que haga un picado.
-El picado se lo voy a dar yo a ellos.
Tras alargar un poco la broma, el piloto pide permiso para despegar, a lo que el ministro responde:
-Ya sabes, a toda leche y sin movernos.
Luego se vuelve a m¨ª, que viajo a su lado, y a?ade:
-Desde aqu¨ª veo el alt¨ªmetro. El problema es que s¨¦ lo suficiente como para asustarme, pero no lo bastante para tranquilizarme. Adem¨¢s, como he volado mucho, siento que estad¨ªsticamente me toca, aunque la primera ley de la estad¨ªstica, como sabes, es que cada hecho es un hecho en s¨ª.
Advierto que, quiz¨¢ presa de los nervios, est¨¢ diciendo una cosa y su contraria, lo que me proporciona la misma impresi¨®n parad¨®jica de estar volando con el jefe de la polic¨ªa en el avi¨®n del jefe de la mafia. La vida es rara. Mientras sobrevolamos la periferia del sur de Madrid, entre cuyos bloques de casas se distingue una cantidad sorprendente de piscinas y canchas de tenis, me da por pensar que quiz¨¢ el miedo del ministro al avi¨®n sea un miedo t¨¢ctico, un rasgo de coqueter¨ªa para rebajar la excelente valoraci¨®n que recibe en las encuestas. Como el que se hace el cojo, por superstici¨®n, cuando las cosas le van bien.
-?Es dif¨ªcil -pregunto- ser ministro del Interior de Espa?a?
-S¨ª -dice apartando la vista de unos papeles.
-?Y si le quit¨¢ramos ETA?
-Se reducir¨ªan en un 50% las dificultades. ETA produce mucho ruido medi¨¢tico, muchas tensiones, mucho dolor a veces. Ver¨¢s que gran parte de nuestras conversaciones giran en torno a ETA. Ocupa m¨¢s espacio en la conversaci¨®n que en la realidad. Pero el terrorismo que en el largo y medio plazo nos debe preocupar es el islamista. Para combatirlo son fundamentales los confidentes, pero ese asunto est¨¢ mal regulado en Espa?a. Por fortuna tenemos una Guardia Civil y una Polic¨ªa Nacional muy especializadas. El terrorismo ha sido una escuela para la investigaci¨®n. Los grandes riesgos se previenen con investigaci¨®n policial y tecnolog¨ªa.
-?Por qu¨¦ cree que Zapatero lo eligi¨® como ministro del Interior?
-Por lo que sab¨ªa de ETA.
-Pues d¨ªgame c¨®mo acabar¨¢.
-El otro d¨ªa alguien me coment¨® que un miembro de ETA hab¨ªa dicho: "No quisiera estar yo en la c¨²pula cuando esto acabe". Y es que a ETA solo pueden cerrarla los viejos. En el ¨²ltimo proceso de paz hab¨ªa elementos que nos permit¨ªan ser optimistas, uno de ellos, que participara en ¨¦l Josu Ternera, que hab¨ªa sido parlamentario y terrorista. Ten¨ªa, dentro de la banda, los trienios, el prestigio y la autoridad para haber llevado las cosas a buen puerto. Ahora eso no existe. Ahora nos encontramos con j¨®venes cuya tendencia natural es superar a sus padres. En la ¨²ltima negociaci¨®n gan¨® la batalla Txeroki, que representa a los j¨®venes. El segundo elemento era Otegi, con muchos a?os tambi¨¦n de liderazgo en la izquierda abertzale y muy amigo de Ternera. Ternera era uno de los responsables del aparato pol¨ªtico, y Txeroki, el del aparato militar. Y ganaron las pistolas. No me atrever¨ªa a decir que no cierren ETA los j¨®venes, pero no lo veo f¨¢cil. Veo m¨¢s al joven diciendo que va a conseguir lo que no lograron sus padres que a cerrar el negocio.
-?Y los presos no cuentan?
-Los presos cuentan, pero los que tienen las pistolas son los que tienen las pistolas. La ruptura de la tregua fue una herida muy grande en ETA, en Batasuna y tambi¨¦n dentro del Pa¨ªs Vasco. ETA ha pagado car¨ªsima esa ruptura. Cuando se escriba la historia del final de ETA, el proceso de paz de 2006 se ver¨¢ como un elemento clave, y eso lo sab¨ªa muy bien Zapatero.
-?Para cu¨¢ndo ese final?
-Yo llevo la pol¨ªtica antiterrorista del PSOE desde 1996. Llevo 14 a?os en esto. Pero pensar que puedes acabar con la banda y, en consecuencia, acelerar los ritmos es un error. En 2006 hab¨ªa elementos de juicio para pensar que se pod¨ªa acabar. ETA hab¨ªa dejado de matar porque quer¨ªa dejar de matar. Ahora no mata porque no puede. Aquello fall¨® porque no conseguimos que Batasuna se enfrentara a ETA, que primara lo pol¨ªtico sobre lo militar.
-?Qui¨¦n es la persona que sabe m¨¢s sobre ETA?
-Hay varios, entre ellos muchos periodistas, pero no hay departamentos universitarios en los que se estudien los procesos de radicalizaci¨®n. En Interior no hab¨ªa un estudio del voto de ETA. No hab¨ªa un an¨¢lisis cient¨ªfico para saber qu¨¦ ocurr¨ªa con el voto vasco radical.
Nos quedamos en silencio. ?l vuelve a sus papeles, aunque le echa un vistazo de vez en cuando al alt¨ªmetro. Yo observo su cr¨¢neo un poco irregular. Me pregunto cu¨¢ntas habitaciones hay dentro de ese cr¨¢neo, cu¨¢ntas puertas secretas, cu¨¢ntos ascensores ocultos, y ad¨®nde conducen. ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa dentro de m¨ª, dentro de cualquiera de nosotros, si tuvi¨¦ramos la oportunidad de asomarnos por un instante al 10% de los secretos de Estado que guarda un ministro del Interior, este ministro del Interior?
-?Tienen ustedes controlado a Josu Ternera? -le pregunto.
-No -dice.
Cuatro o cinco minutos de silencio al cabo de los cuales interrumpo de nuevo su lectura:
-?C¨®mo se relaciona usted con su pa¨ªs?
-El ministro del Interior se relaciona inevitablemente con el pa¨ªs como un m¨¦dico con su paciente: todo el rato ve patolog¨ªas. Pero este es un pa¨ªs muy seguro comparado con la mayor¨ªa de los que tienen nuestro nivel econ¨®mico. No tenemos la criminalidad de Suecia, por ejemplo.
-?Y las mafias?
-El asunto de las mafias est¨¢ razonablemente controlado. La corrupci¨®n no ha llegado a las instituciones.
-Hay niebla.
-S¨ª, es el frente que me han dicho que acabar¨¢ de llegar por la tarde. He mirado en Google y tenemos garantizado el buen tiempo a la ida.
Cincuenta minutos despu¨¦s aterrizamos en el aeropuerto de Badajoz, una base militar con una peque?a zona destinada a uso civil. Tras saludar a las autoridades que nos reciben a pie de avi¨®n se forma una comitiva de cinco o seis coches en la que nos dirigimos a M¨¦rida (unos 50 kil¨®metros) para asistir, en la Escuela de Tr¨¢fico de la Guardia Civil, a un acto al que tambi¨¦n acudir¨¢ el Rey.
La Escuela de Tr¨¢fico de la Guardia Civil parece, en palabras de uno de los visitantes, West Point. No imaginaba uno, sobre todo uno de mi edad, que, viniendo de donde venimos, tuvi¨¦ramos instalaciones de esa categor¨ªa. Dan ganas de preguntar qui¨¦n paga todo eso, pero conozco la respuesta porque he empezado a preparar los papeles para la declaraci¨®n de la renta. Tenemos una Escuela de Tr¨¢fico de la Guardia Civil digna de un pa¨ªs de primera. Lo m¨¢s probable es que el ministro me haya llevado hasta all¨ª para que picara el anzuelo. Y estoy a punto de picar, pero me contengo porque yo he venido aqu¨ª a hablar de Rubalcaba como el otro hab¨ªa ido a la tele a hablar de su libro.
Ahora son las 17.15 y estamos de vuelta en Cuatro Vientos. He dado en el avi¨®n una cabezada, de modo que recuerdo todo lo ocurrido (ruedas de prensa, presentaciones, firmas, c¨®ctel...) como si hubiera sido un sue?o (a ratos, una pesadilla). No me parece que haya salido de casa hace ocho horas, sino hace siete vidas. El vino servido en West Point por la Guardia Civil era excelente y quiz¨¢ me pas¨¦ de copas (bebo mucho cuando estoy de servicio). Rubalcaba, que no descansa nunca, aprovech¨® que no pod¨ªa defenderme para darme doctrina acerca de Zapatero. No tom¨¦ ni una nota de todo lo bueno que me dijo sobre ¨¦l. No formaba parte de mi reportaje. Los pol¨ªticos, cuando van a salir en los papeles, se ven en la obligaci¨®n de decir algo bueno de sus jefes, para rebajar su propio protagonismo. Los ministros admiran a sus presidentes, los secretarios a sus ministros, los subsecretarios a sus secretarios, los directores generales a sus subsecretarios, los jefes de departamento a sus directores generales y as¨ª hasta llegar la puta base, con perd¨®n, donde todav¨ªa es posible dar con alg¨²n yacimiento saludable de odio y mala leche.
A las 17.45 estamos de nuevo en el ministerio. Subimos, para descansar un poco, a la vivienda del ministro, donde Rubalcaba enciende un puro que fuma paseando de un lado a otro de su sal¨®n simenoniano (?se dir¨¢ as¨ª?), es decir, de su sal¨®n de novela de Simenon con las ventanas blindadas. Los muebles huelen a ministerio porque pertenecen a la Administraci¨®n del Estado todos, excepto un sill¨®n de orejas al que el ministro no estaba dispuesto a renunciar y que se trajo de su vivienda particular. Como dir¨ªa Raymond Chandler, ese sill¨®n canta, en medio de la atm¨®sfera ministerial, m¨¢s que una tar¨¢ntula en un plato de nata. Pero resulta muy c¨®modo. Desde ¨¦l pregunto al ministro si es un hombre tan malo como aseguran algunas lenguas:
-Esto -contesta sin dejar de fumar el puro, como el que se mete la dosis, ni de pasear de un lado a otro, como el que necesita desfogarse- me fascina.
-?Qu¨¦ es lo que le fascina?
-La diferencia entre la imagen p¨²blica y la realidad. S¨¦ de malos en estado puro que gozan de muy buena prensa.
-?Pero usted es malo?
-Yo tengo una imagen esquizoide. La izquierda me quiere y la derecha me odia, aunque creo que mi paso por Interior ha suavizado un poco mi imagen entre la derecha.
-?Y no es usted un conspirador?
-Mi fama de conspirador viene de la ¨¦poca en la que yo era renovador (antiguerrista). Alguien me achac¨® que era el cerebro en la sombra de los renovadores, es decir, un tipo oscuro. Pero hay una contradicci¨®n enorme entre ser un tipo oscuro y portavoz parlamentario. Soy, posiblemente, el pol¨ªtico que m¨¢s ruedas de prensa ha dado a lo largo de su vida.
-?Se puede, entonces, ser ministro del Interior y buena gente?
-S¨ª.
-?Y ministro del Interior e ingenuo?
-No, ingenuo no, un ministro del Interior no debe serlo. A un detective de novela polic¨ªaca que ahora no recuerdo le pregunta un cliente: "?C¨®mo se puede ser malo y dulce a la vez?". A lo que el detective responde: "Si no fuera malo, estar¨ªa muerto, y si no fuera dulce, no podr¨ªa vivir".
Rubalcaba conservaba en su nevera dos puros de los de a 300 euros la pieza, uno para cuando cayera Txeroki, responsable de la ruptura de la tregua de ETA en 2006, y el otro para cuando fuera detenido Ata, su sustituto. Ya se ha fumado los dos. Se pregunta uno si, pese a los rumores, el agotamiento de los puros caros coincidir¨¢ con la ¨²ltima etapa de su carrera pol¨ªtica.
-?Es usted un hombre en retirada?
-Cuando ganamos las elecciones quise retirarme. Pretend¨ªa morir dignamente. No creo que sea f¨¢cil pasar de una vida como esta, con jornadas de 14 y 15 horas, a no hacer nada, as¨ª que hab¨ªa imaginado un proceso paulatino de descompresi¨®n, como los buzos. Era diputado por C¨¢diz y continuaba en la ejecutiva del partido. Pens¨¦ que pod¨ªa echar una mano en temas educativos, por ejemplo. Tendr¨ªa trabajo, pero no esta clase de trabajo. No sali¨® y ahora ya no lo pienso. He firmado por cuatro a?os.
-?No aspira entonces a ser vicepresidente?
-Me hace mucha gracia cuando dicen eso. ?Dios m¨ªo, volver a La Moncloa! Ya estuve all¨ª y no quiero volver.
-Desde esa posici¨®n de retirada, ?piensa que ha valido la pena dedicar la vida a la pol¨ªtica?
-Yo tengo la sensaci¨®n de haber tenido suerte. He procurado ser un trabajador infatigable, pero he tenido buenos jefes y un buen partido. He dado al PSOE muchas horas de mi vida y el PSOE me ha dado muchas satisfacciones. Tambi¨¦n he pasado por momentos malos, muy malos. Fui ministro de la Presidencia y portavoz del ¨²ltimo Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. Aquellas ruedas de prensa eran terror¨ªficas, no se las deseo ni a mi peor enemigo.
-?Qu¨¦ ocurri¨® para que la corrupci¨®n alcanzara a las estructuras mismas del Estado?
-No es que tuvi¨¦ramos corrupci¨®n, que la ten¨ªamos, sino que se?nos hab¨ªa agotado el proyecto. Es cierto que mucha gente pensaba que pertenecer al Partido Socialista equival¨ªa a poseer una superioridad moral que nos pon¨ªa a salvo de la corrupci¨®n. Pero ya digo que hubo una mezcla de todo.
-?Tiene usted relaci¨®n con personas como Barrionuevo o Vera?
-Yo he tenido, creo, nueve atentados (los cuenta), no, once atentados. En cuatro a?os de ministro he ido a once entierros. No dejo de pensar qu¨¦ pasar¨ªa aqu¨ª cuando hab¨ªa dos muertos cada tres d¨ªas... Cuando voy a los entierros, s¨ª, pienso en Barrionuevo.
A las 18.15 acudimos a un Consejo de Direcci¨®n de secretarios de Estado y directores generales. Me entero de que el Ministerio del Interior posee 3.455 edificios, lo que representa el 43,2% de los 8.000 edificios que pertenecen a la Administraci¨®n General del Estado. Todas las cifras son as¨ª de curiosas y de mareantes. A las 19.30 acudimos a otra reuni¨®n, esta vez con la Asociaci¨®n de Inmigrantes Colombianos. A las 20.15 entra en el m¨®vil del ministro un mensaje: tiene que acudir al Congreso a votar algo. Vamos, votamos y estamos de vuelta a las 21.20 para despachar con el jefe de Gabinete. Mientras habla con ¨¦l, el ministro contesta a los correos electr¨®nicos que se han acumulado en el ordenador a lo largo del d¨ªa. Entra Camacho, secretario de Estado de Seguridad, y discuten acerca del velo isl¨¢mico. Servidor languidece.
-?Quieres cenar en casa? -me pregunta el ministro.
Hago c¨¢lculos. Deduzco que estoy ganando la batalla y que ma?ana, con suerte, podr¨ªa dar la puntilla a este hombre que si no fuera malo estar¨ªa muerto y si no fuera dulce no podr¨ªa vivir.
-No, gracias, estoy agotado -respondo de forma irresponsable.
Ahora es el d¨ªa siguiente. El ministro ha conseguido tenerme de un lado a otro toda la ma?ana para que desviara mi atenci¨®n de ¨¦l. No digo que no haya visto cosas interesant¨ªsimas, dignas de un reportaje que quiz¨¢ un d¨ªa escriba, pero no estoy dispuesto a soltar la presa que he venido a cobrarme. Y la presa es ¨¦l. Por eso estamos comiendo en la antesala del infierno citada al principio (ese h¨ªbrido entre oficina consular, residencia de noble arruinado y ginec¨®logo de lujo). En un rinc¨®n de esta estancia inquietante est¨¢ la escalera de caracol por la que se accede a la vivienda propiamente dicha del ministro. Pero el ministro, cuando come, que tiende a evitarlo porque dice que luego no trabaja bien, lo hace aqu¨ª, a veces en compa?¨ªa de un colaborador. Cabe imaginar que son unas comidas tristes, pues de un momento a otro pueden llegar la enfermera, o el c¨®nsul, o el noble arruinado, para decir que podemos pasar al siguiente c¨ªrculo del infierno. Mientras atacamos las verduras consigo, pese a su resistencia, arrancarle algunas raciones de biograf¨ªa.
-Pertenezco -dice- a una familia conservadora. Mi padre hizo la guerra en el bando nacional. Mi abuelo materno era republicano, de lo que no me enter¨¦ hasta los 30 a?os. Observado con detenimiento, mi padre no carec¨ªa de sensibilidad social. Era muy trabajador, se hizo a s¨ª mismo. Entr¨® en Iberia de mec¨¢nico de vuelo y desde ah¨ª lleg¨® a piloto. Era un enamorado de la aviaci¨®n, se llamaba a s¨ª mismo "aviador", no piloto.
-?Tuvieron una relaci¨®n conflictiva?
-Conflictiva, pero no especialmente conflictiva, hasta los 30 a?os. Despu¨¦s fue a mejor, incluso a mucho mejor. Mis padres respetaron siempre mis inclinaciones pol¨ªticas, mi carrera, jam¨¢s hubo un "d¨®nde te metes". Tuve la suerte de ser un buen estudiante y a los buenos estudiantes se les respetaban las rarezas.
-?Qu¨¦ sucedi¨® para que diera el salto a la pol¨ªtica?
-Creo que fue muy importante el asesinato de Enrique Ruano, que era de mi colegio (el Pilar) y muy religioso. Cuando a alguien de tu colegio lo tiran por una ventana y luego te cuentan esa historia... Para m¨ª fue muy importante ese momento. Luego tuve la oportunidad de reivindicar su nombre.
-?Y despu¨¦s?
-Despu¨¦s empiezas a leer, te haces delegado de curso, coqueteas con el PC, con la ORT, lees a Bakunin, a Kopropkin, tonteas con el anarquismo y acabas en el PSOE. El tr¨¢nsito del anarquismo al socialismo est¨¢ chupado porque socialismo es libertad.
-?Tuvo inclinaciones religiosas?
-Fui un chaval muy religioso hasta los 14 o 15 a?os, que entr¨¦ en lo que llam¨¢bamos "crisis de fe", una crisis que me condujo a separarme de la religi¨®n hacia los 16 o los 17 a?os. No es una trayectoria singular. Yo, como mucha gente de mi generaci¨®n, no eleg¨ª ser pol¨ªtico. Llegu¨¦ a la izquierda desde el antifranquismo. Si no hubiera habido franquismo creo que hubiera sido un buen profesor. Buena parte de mi capacidad como portavoz viene de la docencia. Si es verdad que soy un buen comunicador es porque no he olvidado mi pasado de profesor.
-?Habr¨ªa preferido, entonces, ser catedr¨¢tico?
-No, prefiero ser lo que he sido. La oportunidad de trabajar en Educaci¨®n, por ejemplo, de hacer leyes, eso no tiene precio.
-Lo veo muy de acuerdo con su vida.
-S¨ª, soy un tipo que est¨¢ de acuerdo con su vida. Y he tenido momentos mal¨ªsimos. Hay etapas de las que apenas hablo porque lo pas¨¦ muy mal. Aun con todo, he sido un privilegiado. He tenido muchas oportunidades para desarrollar mi vocaci¨®n reformista. Doy por bueno todo lo mal que lo he pasado.
-?Lee ficci¨®n?
-S¨ª, fundamentalmente novela policiaca.
-?Y va al cine?
-Nada, todo conspira para que te quedes aqu¨ª. Mover la escolta te da apuro. Tengo un grupo de amigos de la facultad con los que veraneo y con los que cenaba el s¨¢bado por la noche. He ido suspendiendo esas cenas porque este trabajo te succiona.
-?Se va usted alejando de la realidad?
-Me conecto de otros modos. Pero lo cierto es que esto va ocupando cada vez m¨¢s espacio, como los gases, que ocupan todo el espacio que les dejas. Eso s¨ª que lo siento. Luego hay una cosa muy de mi educaci¨®n: el sentido de la responsabilidad, del trabajo bien hecho. El vivir aqu¨ª tiene problemas. Est¨¢s un s¨¢bado viendo un programa de la tele y te acuerdas de que un piso m¨¢s abajo tienes la mesa llena de papeles. Pues me bajo y pongo el programa en el despacho. La tendencia es un poco parecida a la de La Moncloa. Hablo mucho con Zapatero los s¨¢bados por la noche.
-?De qu¨¦?
-De la vida, de que piensas en salir, por ejemplo, y, ?joder!, mover los coches, que los escoltas te esperen hasta las tantas... Este es un sitio del que hay que salir porque acaba posey¨¦ndote y desprofesionaliz¨¢ndote. Por eso hago mucho por ir a maitines y a las ejecutivas. Pero llega un momento en que, no s¨¦, tienes una familia arriba y otra abajo.
-?Los problemas inmediatos desideologizan la acci¨®n del conjunto?
-No, este es un ministerio con un elemento social muy importante. Aqu¨ª juegas con una cosa que para mi generaci¨®n es vital: la seguridad y, por tanto, la libertad. Cuando el PP dijo aquello de la seguridad para quien se la pague nos hizo un favor, porque explicaron como nadie que si t¨² vives en una urbanizaci¨®n con seguridad est¨¢s protegido, pero si vives en un barrio donde no te la puedes pagar, no puedes salir por la noche. Por eso, lo que hemos hecho aqu¨ª es aumentar la seguridad y el n¨²mero de guardias civiles y polic¨ªas. Hemos metido casi 40.000 polic¨ªas y guardias civiles m¨¢s que est¨¢n ah¨ª para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos, vivan donde vivan y tengan el dinero que tengan.
-?Hay tensiones ocasionales entre su ideolog¨ªa y su pr¨¢ctica profesional?
-No hay tensiones entre mi ideolog¨ªa y mi pr¨¢ctica profesional. M¨¢s a¨²n, no las hay entre mi biograf¨ªa y mi pr¨¢ctica. ?Recuerdas la huelga de transportes de junio de 2008?
-Mmm...
-Empez¨® un s¨¢bado o un domingo. La cosa se fue calentando y perd¨ªamos el control del pa¨ªs. Aquella huelga del sector del transporte fue, desde el punto de vista del conocimiento, apasionante. El mi¨¦rcoles por la ma?ana pens¨¦ que hab¨ªa que tomar decisiones. Convoqu¨¦ a mi gente y les dije: "Ahora mismo sac¨¢is los camiones de la carretera de Burgos". "Pero ministro...", me dec¨ªan. Nada, me los sac¨¢is.
-?Hab¨ªa problemas jur¨ªdicos?
-Ninguno. Y aquello lo taponaba todo, imag¨ªnate, una ciudad como Madrid en la que, por citar solo una cosa, no entraban los v¨ªveres. Hab¨ªa que mandar un mensaje de que aquello no pod¨ªa ser. Fue una decisi¨®n comparable a la de Blanco con los controladores a¨¦reos. Pero si lo hago el lunes en vez del mi¨¦rcoles me habr¨ªa equivocado. Los tiempos son fundamentales. Bueno, aquel d¨ªa me sent¨ª raro. Algo colisionaba con mi biograf¨ªa, algo me rechinaba...
-?Y qu¨¦ le rechinaba?
-Que yo sacara a unos trabajadores cuando hace 35 a?os yo habr¨ªa ido all¨ª a gritar a la polic¨ªa.
-Hablando de gritar a la polic¨ªa, ?por qu¨¦ cree que la oposici¨®n de derechas desautoriza tanto a los cuerpos de seguridad?
-Mi ministerio se divide en antes y despu¨¦s de G¨¹rtel. Despu¨¦s de G¨¹rtel aparece esa cosa de la "polic¨ªa pol¨ªtica que falsifica pruebas". Como llevo mucho tiempo aqu¨ª s¨¦: a) que es falso, b) que el que lo dice sabe que es falso, c) que sabe tambi¨¦n el da?o que hace a los profesionales. Adem¨¢s es un modo, mafioso, por cierto, de amenazar a la polic¨ªa. A m¨ª no me toques, que te doy, ded¨ªcate a la delincuencia com¨²n, pero a m¨ª ni me toques. Y la polic¨ªa dice: ?Qu¨¦ culpa tenemos de que exista Correa? A la polic¨ªa y a la Guardia Civil les da igual de qu¨¦ partido seas.
-?Le gusta la valoraci¨®n que recibe en las encuestas?
-Todo el mundo quiere que le quieran y hay pol¨ªticos que llevan muy mal que no les quieran. Yo he asumido que hubiera gente que no me quisiera, pero reconforta mucho que te quieran.
Despu¨¦s de comer, el ministro me hizo asistir a tres o cuatro reuniones m¨¢s, para darme doctrina. Al despedirnos era otra vez de noche. Detuve en la puerta del ministerio un taxi cuyo conductor debi¨® de tomarme por un subsecretario (quiz¨¢ haya una hora del d¨ªa en la que a todos se nos pone cara de subsecretario del Interior). El caso es que sin necesidad de que le provocara dijo:
-Hay una tensi¨®n enorme en la calle. Esto est¨¢ a punto de estallar.
-?Asocia usted paro a delincuencia? -pregunt¨¦.
-No digo que no -dijo ¨¦l.
Y eso fue todo.
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