La cuasiteocracia israel¨ª
A Israel le convendr¨ªa echar una mirada hacia su pasado y sacar conclusiones. La deriva comenz¨®, quiz¨¢s, con la guerra de 1967, en la que el Gobierno de Jerusal¨¦n ocup¨® Cisjordania, el Sina¨ª egipcio, las colinas del Gol¨¢n sirias, y Jerusal¨¦n-Este, colmando al pa¨ªs de una glotoner¨ªa territorial que ha llevado a un punto de muerte virtual, en el que Israel simula que negocia para ganar o perder tiempo, y los palestinos disimulan su impotencia, hija de la odiosa divisi¨®n entre la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas y el movimiento terrorista de Ham¨¢s, que domina Gaza.
En los a?os noventa, por el contrario, crec¨ªa en Israel un sentimiento denominado postsionista, que hac¨ªa pensar que una nueva generaci¨®n se acomodaba a la idea de una paz sin vencedores ni vencidos y que, no sin l¨®gicas dificultades achacables al radicalismo palestino del todo o nada, pod¨ªa poner t¨¦rmino a la contienda m¨¢s longeva del mundo, un siglo bien contado. La teor¨ªa concomitante era la de que la demograf¨ªa palestina, la guerra de los vientres, har¨ªa inevitable la retirada de los territorios ocupados, para que Israel no tuviera que albergar un d¨ªa una mayor¨ªa ¨¢rabe que har¨ªa imposible la democracia o la judeidad del Estado. Pero un nuevo punto de inflexi¨®n se dio con la victoria del ultranacionalista Ariel Sharon en las elecciones de 2001. El general, aclamado h¨¦roe en una guerra sin cuartel contra el pueblo palestino, logr¨® acreditar la idea de que era posible retener la mayor parte de lo conquistado sin tener que pagar un alt¨ªsimo precio pol¨ªtico y militar. La paz pod¨ªa esperar. Y al un¨ªsono de lo anterior ganaba terreno una l¨ªnea de gobierno teocr¨¢tico-militar para la que toda salud se halla contenida en la Biblia: lo que el libro de libros dijo que pertenec¨ªa al pueblo elegido, deb¨ªa serlo para siempre jam¨¢s. En esa tesitura vive el gobierno de Benjamin Netanyahu. Y, por esa raz¨®n, la paz en Oriente Pr¨®ximo est¨¢ hoy m¨¢s lejos que nunca.
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