Bailar
El amor es como un cigarrillo que se quema a medida que se va acercando a los labios, dice la canci¨®n. Venimos de una oscuridad y de un silencio infinitos. Salimos a la luz en un punto del universo donde se est¨¢ celebrando un baile, en el que se nos obliga a danzar, unos arreados por el l¨¢tigo, otros al son de ese blues de Duke Ellington, que cantaba Yvie Anderson, mientras damos unas cuantas vueltas al sol, no muchas, ochenta y tantas en el mejor de los casos. Luego nos apeamos de esa noria y penetramos de nuevo en otra oscuridad infinita. La vida se quema en el aire como la brasa de un cigarrillo que se fuma siempre por ¨²ltima vez entre dos silencios infinitos. Volver a nacer, tal como somos, es un imposible matem¨¢tico, por eso hay que considerar un milagro el haber sido invitados a este baile. Aunque haya pocos motivos para alegrarse de semejante destino, mucha gente est¨¢ empe?ada en que esta fiesta sea lo m¨¢s placentera posible y merezca la pena haber estado vivo. Los or¨¢culos no dejar¨¢n nunca de recitar las desgracias que van a venir, pero si uno trata de pasar algunos ratos agradables en este planeta la primera regla consiste en no estropearlo m¨¢s de lo que est¨¢. Puede que la sabidur¨ªa consista en contemplar la forma en que la brasa se acerca a nuestros los labios y convertir ese suceso en una ficci¨®n maravillosa y perenne. Esa brasa contiene todas las pasiones humanas que inspiraron a Esquilo y a S¨®focles, la locura que desarrollaron los personajes de Shakespeare y toda la belleza. La pantalla de plasma del televisor ha sustituido a la antigua palestra de los teatros griegos y romanos o al Globo de Londres donde se rifaban pollos en el patio de butacas mientras los reyes shakesperianos se apu?alaban en el escenario. Todas esas pasiones est¨¢n condensadas en tres minutos de telediario, el tiempo que necesita la brasa para acercarse a tus labios. La realidad es una simple representaci¨®n en forma de algodones azules y rosas, que sirven lo mismo para representar los cuerpos destrozados por la bomba de un suicida que los caderazos que da una modelo en la pasarela contra el destino. Hemos venido a este mundo a bailar. Unos bailar¨¢n arreados por un l¨¢tigo, otros lo har¨¢n mecidos por un blues que les llenar¨¢ de dulzura los cart¨ªlagos. Es verano.
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