La reforma
Lo de la reforma del mercado laboral ha sido como el primer gol de Villa a Chile. Hac¨ªa falta meterlo (con perd¨®n) para poder concentrarse de nuevo en el juego y pensar as¨ª en metas m¨¢s acordes con el verdadero potencial de la selecci¨®n.
Ha sido tanta la ansiedad provocada por "los mercados" ante el aparente desinter¨¦s del Gobierno en acometer la maldita reforma, que hasta Obama tuvo que interesarse por ella v¨ªa telef¨®nica para intentar apaciguarlos (y de paso, evitar que el d¨®lar siguiera subiendo), mientras que el PP, tan preocupado como est¨¢ desde siempre por este asunto, no deja pasar ni un solo d¨ªa sin advertir a los prestamistas del Reino de Espa?a que esto se parecer¨¢ cada vez m¨¢s a Grecia a menos que se castigue de manera contundente a Zapatero por sus irresponsables titubeos e improvisaciones. Su presidente, M. Rajoy, ese gran hombre de Estado de quien los historiadores del S. XXI dar¨¢n en su d¨ªa oportuna cuenta, no es tonto; sabe que, con cada punto adicional de prima de riesgo que paga la deuda, su partido sube tres o cuatro en las encuestas, lo que desde luego no parece un mal negocio para ¨¦l (aunque lo sea, y mucho, para los espa?oles).
Claro que si para el PP la reforma del mercado de trabajo era tan decisiva y urgente, alguien deber¨ªa preguntar en alg¨²n momento (?los periodistas, quiz¨¢?) a sus responsables por qu¨¦ no la hicieron ellos cuando gobernaban. No hace tanto tiempo de ello, y la globalizaci¨®n, tal como hoy la conocemos, ya habitaba entre nosotros. ?Acaso se olvidaron ya de que los gobiernos de Aznar se jactaban a menudo de los millones de empleos que se creaban entonces con la misma legislaci¨®n laboral que exist¨ªa hasta hace tan solo unos d¨ªas?
En fin, sea como sea, el caso es que ahora la reforma del mercado de trabajo ya est¨¢ donde tiene que estar, o sea en el Parlamento; el lugar m¨¢s adecuado sin duda para que todos esos grandes expertos distribuidos uniformemente por el extenso y variado abanico pol¨ªtico espa?ol, realicen sus agudas propuestas, garantizando as¨ª al menos que en el futuro no haga falta crecer a tasas superiores al 2% para poder crear un pu?etero empleo en este pa¨ªs; o destruir tanto, y tan r¨¢pido, cuando las cosas vienen mal dadas. A la vista de su acreditada solvencia t¨¦cnica no debemos albergar la menor duda de ello.
Relajada pues la ansiedad provocada por la urgencia de los mercados financieros, quiz¨¢ fuera el momento de concentrarnos ahora en lo importante. O sea en aquello que podemos hacer para que lo que producimos, con los trabajadores ya reformados por ley, sea m¨¢s atractivo para los otros mercados, los de verdad; esos a los que Standard&Poors no les presta la m¨¢s m¨ªnima atenci¨®n (afortunadamente para nosotros).
El hecho de que, contra todo pron¨®stico, esto no parezca importarle a nadie no debiera sorprendernos. Una cosa es dedicar unas cuantas horas a la ingrata tarea de proponer enmiendas a una ley, y otra trabajar duro durante 365 d¨ªas del a?o. Demasiado esfuerzo para un pa¨ªs como este.
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