El mudo, el loco y el sabio
Juan, Lucio y Gilberto Silva son los pilares defensivos de un Brasil crecido que juega con orden y sobriedad gracias a ellos
El autor del gol que lanz¨® a Brasil en un partido que le ha consolidado como aspirante a la Copa del Mundo sali¨® del estadio Ellis Park ensimismado, sin reflejar alegr¨ªa ni pena. No hab¨ªa nada que ver en la cara de Juan Silveira dos Santos. Su celebraci¨®n consisti¨® en un beso a la alianza matrimonial que le une a Monique y una mirada fija, inexpresiva, a una de las c¨¢maras que le grababan. El central del Roma reh¨²ye las situaciones de exposici¨®n p¨²blica, algo extra?o en el representante de una colectividad que trabaja en vivo para la televisi¨®n.
Por su timidez excesiva, sus compa?eros le llaman El Mudo y es uno de los pilares de este Brasil cuyo punto de apoyo est¨¢ en su ¨¢rea y en las zonas adyacentes. Los zagueros Juan y Lucio, el portero Julio C¨¦sar y el mediocentro Gilberto Silva son la catapulta de un equipo que Carlos Dunga ha intentado construir en lo posible como el que gan¨® el Mundial en 1994.
Juan es cerebral y contenido. Lucio, el reverso: se transforma en el campo
Muchos consideraban a Silva, de 33 a?os, muy mayor para los rigores de un Mundial
En el ¨²ltimo a?o, Juan solo hizo una declaraci¨®n p¨²blica y fue para explicar que ten¨ªa una lesi¨®n real, no imaginaria, y que, por favor, la prensa romana dejara de acusarle de estafador. El lunes volvi¨® a hablar cuando, al salir del vestuario, se encontr¨® con una multitud de brasile?os que le dec¨ªan que hab¨ªa sido el mejor del partido contra Chile. "Fue una gran actuaci¨®n del equipo", replic¨®; "Robinho, Gilberto Silva y Bastos jugaron muy bien tambi¨¦n".
Juan naci¨® en R¨ªo de Janeiro hace 31 a?os, pero nunca le vieron ni en la playa, ni en una batucada ni bailando en Carnaval. Hace ocho a?os que fich¨® por el Bayer Leverkusen y se acostumbr¨® al fr¨ªo de Europa.
En Roma, ciudad alegre, no hay un solo brasile?o que no aparezca de vez en cuando por Gilda, la discoteca que re¨²ne semanalmente a todos los jugadores. La ¨²nica excepci¨®n ha sido Juan, este defensa sobrio, de trazo prolijo, medido para la violencia y siempre competitivo. Como dijo un compa?ero suyo, asombrado de conocer a un brasile?o que no a?ora su patria: "Le importa un carajo la saudade".
Juan trabaja en silencio. Es el jugador de Brasil que m¨¢s balones ha recuperado: 34. Le sigue Lucio, que ha robado 28 y se parece poco a su colega en casi todo. "Nuestro secreto es que jugamos juntos desde hace muchos a?os", dice Lucio cuando le preguntan por Juan; "manejamos los tiempos sin equivocarnos porque este es nuestro segundo Mundial en pareja". Lucio es el que lleva el brazalete de capit¨¢n. El que reza varias veces al d¨ªa. El que da gracias a Dios por cada partido, por cada gol. El que habla de continuo y el que pierde la cabeza seg¨²n se pone las botas.
Si Juan es cerebral y contenido, Lucio, que tiene 32 a?os, es el reverso. Posicionalmente, es m¨¢s err¨¢tico y su agresividad, muchas veces, no viene a cuento. Motta, compa?ero suyo en el Inter, cont¨® una vez la extra?a ambivalencia de este zaguero devoto: "Fuera del campo es una bell¨ªsima persona. Pero cuando se pone las botas se vuelve loco. No distingue a nadie. En los entrenamientos es capaz de pegar patadas a cualquier compa?ero".
Los dos han ganado t¨ªtulos importantes con Brasil. Lucio, el Mundial de 2002. Juan, las Copas de Am¨¦rica de 2004 y 2007. Juntos, la pasada Copa Confederaciones. En este Mundial, viven al amparo de Gilberto Silva, que ante Chile movi¨® el equipo al ritmo que le dio la gana. El mediocentro nacido en Minas Gerais responde al arquetipo de minero. Es hincha del Atl¨¦tico Mineiro y se ufana de su origen, patria chica de varios presidentes de Brasil. "Los mineros hablan poco y hacen mucho", dice Gilberto, que ya se podr¨ªa retirar tranquilo porque ha ganado un Mundial (2002) y una Copa de Am¨¦rica (2007). "Mi familia era muy pobre y, cuando era joven, tuve que trabajar como operario en una f¨¢brica. Pero estoy orgulloso de haber comenzado de aquella forma porque hizo que me identificase con la gente que no ha tenido suerte en la vida", explica.
Dunga, el seleccionador, le ha mantenido a pesar de que muchos brasile?os consideran que Gilberto, que gast¨® sus ¨²ltimas temporadas en el Panathinaikos, es con 33 a?os demasiado mayor para los rigores de un Mundial. ?l t¨¦cnico sabe que no hay una gran selecci¨®n sin un buen mediocentro. Que su Brasil tuvo a Mauro y que Did¨ª, con 34 a?os, levant¨® la Copa en 1962.Sud¨¢frica 2010
Brasil
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