La arquitectura anfibia
Fachadas m¨®viles y escamosas envuelven una planta de residuos en Pamplona
Una CRRU -central de recogida de residuos s¨®lidos urbanos- es un gran est¨®mago para la ciudad: aspira la basura desde el punto donde se origina. La deglute, la separa y luego compacta los restos para evacuarlos en camiones a los puntos de tratamiento y reciclaje. Es un succionador enterrado el que introduce los residuos en la central a trav¨¦s de un gran intestino, pero est¨¢ claro que un bicho capaz de aspirar, compactar y clasificar basura cobija bajo su cubierta artefactos de todo tipo: desde turbinas hasta decantadores conectados por tubos a cada uno de los hogares del futuro barrio de Ripagaina, en construcci¨®n a las afueras de Pamplona. El arquitecto Antonio Vaillo lo explica en simple: "Es el esf¨ªnter del barrio". ?C¨®mo lidiar con semejante artilugio? ?C¨®mo hacerle un hueco en el paisaje?
La central se conecta por tubos a cada casa del barrio en construcci¨®n
Vaillo y su socio, Juan Luis Irigaray, que recibieron el encargo de dise?ar el urbanismo del vecindario donde se encuentra la central, explican que la mayor¨ªa de estos edificios buscan la discreci¨®n: "Son ciegos, fabriles, industriales". Es cierto que no es necesario esconderlos, pero tambi¨¦n lo es que parecen sentir pudor a la hora de alzar la voz. As¨ª, cuando menos, son instalaciones herm¨¦ticas y, con frecuencia, edificios insensibles al entorno.
Con esos precedentes, la soluci¨®n biom¨®rfica se le antoj¨® a este estudio de arquitectura pamplon¨¦s como la m¨¢s apropiada para facilitar la convivencia entre la central y las casas de los vecinos. Un gran ventanal y un ojo peque?o perforan la piel escamosa, las chapas de gran formato de hojalata de aluminio reciclado y lacado que, gracias a su m¨ªnimo espesor, adquieren un aspecto ondulado cuando envuelve al edificio. Esas dos ¨²nicas aberturas, el ventanal y el ojo, permiten que trabaje all¨ª una sola persona y que abra a los camiones cuando los vea llegar, sin salir de su oficina.
Las escamas, pintadas de verdes y amarillos -tonos obtenidos de los p¨ªxeles de una imagen de ese campo en primavera- y, clavadas una sobre otra, forman el caparaz¨®n que es la fachada. No solo buscan mimetizar el edificio con el paisaje. Su naturaleza fragmentaria obedece a una suma de capas de protecci¨®n ac¨²stica que, de nuevo, facilita la convivencia entre el inmueble y el lugar, desvaneciendo los decibelios que produce su funcionamiento. Cuenta Vaillo que el sistema constructivo de la fachada se basa en un proceso de "optimizaci¨®n del material de recubrimiento" que busca aprovechar la deformaci¨®n de la l¨¢mina fina de chapa. "La deformaci¨®n no solo se permite sino que se fomenta para generar una imagen de escamas hinchadas que dota de la escala adecuada a la composici¨®n". El resultado evoca tambi¨¦n el patchwork de los campos de labor a vista de p¨¢jaro.
La forma deformada de la central deriva de su funci¨®n mec¨¢nica. El volumen obedece a la maquinaria que encierra. El contenedor no es un cuerpo biol¨®gico, pero act¨²a como tal, distorsion¨¢ndose durante la digesti¨®n de la basura. Eso en cuanto al est¨®mago. Pero la clave es traducir ese funcionamiento a la fachada. Un est¨®mago que funciona se trasluce en un rostro limpio. La fachada de este devorador de residuos da la cara. Y trata de sumar a la ciudad.
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