"Mis pel¨ªculas son a?icos, trocitos de verdades interiores"
Si Jean-Luc Godard pensaba que el cine tiene que ser realidad 24 fotogramas al segundo, el director y core¨®grafo de Cantando bajo la lluvia se coloca en el extremo opuesto. "El cine no representa el entorno en que todos estamos sumergidos, sino otro nivel de verdad, m¨¢s profundo, el de los sentimientos, de las emociones. Eso he buscado siempre. No el mundo en su totalidad, sino los pormenores. Alguien dijo que Dios est¨¢ en los detalles. Pues ten¨ªa raz¨®n".
Stanley Donen, el creador del musical m¨¢s popular, gran decano del cine cl¨¢sico de Hollywood (Un d¨ªa en Nueva York o Siete novias para siete hermanos), leve y profundo a la vez, moderno y ecl¨¦ctico director de pel¨ªculas tan distintas como la comedia de espionaje Charada (1963) y la esplendida historia de un amor aguado por el tiempo de Dos en la carretera (1967), naci¨® en 1924 en Carolina del Sur y mam¨® cine, baile y m¨²sica desde ni?o. A los 15 a?os pisaba los escenarios de Broadway (como corista) y a los 17 los estudios de Hollywood. Con 86, sigue cantando. En Bolonia, invitado por la Cineteca municipal, hilvana su discurso como si estuviera preparando un gui¨®n, con di¨¢logos directos. El hombre que ha cruzado la historia del cine es flaco y ligeramente doblado por los a?os, lleva gafas con cristales ahumados y una vistosa medalla con un mensaje -tierno y curioso-, compendio entre una auto-iron¨ªa de vodevil y un aire mitol¨®gico: "Mr. Stanley Donen, en caso de p¨¦rdida devolver a Elaine May ". Como si pudiera cruzarse con alguien que no sabe qui¨¦n es.
"Ya no hay un Welles, un De Sica. No se ruedan filmes para los mayorcitos"
Pregunta. Usted experiment¨® con varios g¨¦neros de cine. ?C¨®mo nacen las ideas para obras tan distintas?
Respuesta. Nunca tuve una actitud intelectual con el cine. No rodaba pel¨ªculas con la intenci¨®n de reflexionar sobre el mundo. Mis pel¨ªculas son trocitos, a?icos de verdades interiores. Tengo una idea y reacciono ante ella. No intento darle una direcci¨®n con la raz¨®n. Hacer cine es como enamorarse.
P. ?Por amor pas¨® del escenario a la c¨¢mara?
R. Estaba hechizado. Me compr¨¦ un billete solo de ida de Nueva York a Hollywood.
P. ?C¨®mo era Hollywood cuando lleg¨®?
R. Ten¨ªa 17 a?os. Para m¨ª era el sue?o. Hollywood era Fred Astaire, era Ciudadano Kane. Era el lugar donde se fabricaba la ilusi¨®n. Viv¨ªamos una ¨¦poca extraordinaria, el momento del paso al cine sonoro.
P. No tuvo que ser f¨¢cil rodar lo que sol¨ªa crear en el escenario.
R. ?Un verdadero infierno! El cine funcionaba con un mecanismo m¨¢s complicado que el teatro. Sin embargo, era excitante. Todo estaba por inventar. Hoy tiene que ser dif¨ªcil montar un musical, y una pel¨ªcula en general. Te acompa?a el agobio de que ya todo fue experimentado.
P. ?Sigue enamorado de cine y de los musicales?
R. ?Claro! Vivo en Nueva York, a menudo asisto a estrenos en Broadway. Hay algunos muy buenos. Y voy al cine. Pero ya no lo encuentro cercano a mis gustos.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. Es un traje a medida para los j¨®venes. La industria piensa que son los adolescentes los que decretan el ¨¦xito o el fracaso de un largometraje y buscan este p¨²blico. Puede que tengan raz¨®n. Pero ya no hay un Fellini, un De Sica, no hay un Renoir o un Welles. No se ruedan pel¨ªculas que encajen con los mayorcitos.
P. ?Se enfad¨® con Stanley Kubrick cuando us¨® Cantando bajo la lluvia en la secuencia de violencia de La naranja mec¨¢nica?
R. ?No! Sin embargo, Stanley estaba preocupado. Ambos viv¨ªamos en Londres por aquel entonces y ¨¦ramos amigos. Sol¨ªa ser muy reservado con sus trabajos. Un d¨ªa me llam¨® y me dijo que hab¨ªa terminado una pel¨ªcula. "Vente y la vemos entre t¨² y yo", me pidi¨® sin facilitarme ninguna pista. Al final, se dio la vuelta y me pregunt¨®: "?Entonces?". "Es perfecta, Stanley". "Pero, ?qu¨¦ me dices de aquello?", insist¨ªa. "Aquello, ?qu¨¦?". "Lo de Cantando bajo la lluvia. No quiero que pienses que me estoy cagando en tu pel¨ªcula". Ni se me hab¨ªa ocurrido.
P. La violencia absoluta y el himno de la felicidad.
R. No denigraba mi pel¨ªcula, al rev¨¦s. Kubrick me confes¨® que no hab¨ªa pagado los derechos para utilizar la canci¨®n -lo hizo luego- porque no estaba en el gui¨®n. Mientras rodaban, le sugiri¨® a Malcom McDowell que intentara interpretar la secuencia cantando una canci¨®n cualquiera. ?l empez¨® a canturrear justo aquella.
P. Usted dirigi¨® varias veces a Audrey Hepburn. ?Fue f¨¢cil?
R. Era incre¨ªble. Atractiva, femenina, generosa. Dulce. Tuvimos s¨®lo una bronca. En Una cara con ¨¢ngel ella baila vestida con pantalones y jersey negros y ten¨ªa que ponerse unos calcetines blancos. Pero empez¨® a refunfu?ar: "?No puedo! No pegan nada con el conjunto negro". "Claro que tienes que ponerlos, sin ellos no se van a distinguir tus movimientos", argumentaba yo. Ella se puso a llorar, pero bail¨® con los calcetines blancos. Al final admiti¨®: "Querido, ten¨ªas raz¨®n".
P. ?Gene Kelly era distinto?
R. Pele¨¢bamos horas por cualquier detalle, era agotador. De todos modos, las broncas nunca comprometieron nuestra amistad, que fue profunda y sincera.
P. ?Qu¨¦ hac¨ªan juntos cuando no rodaban?
R. Algo que tuvimos en com¨²n fue una mujer. ?l se cas¨® con mi ex. Un ¨®ptimo amigo.
P. ?Y Cary Grant?
R. Tambi¨¦n fue un compa?ero aut¨¦ntico. Cuando preparaba su testamento, me dijo que quer¨ªa dejarme algo. "?Qu¨¦ quieres?". "Tu pelo". Fue lo ¨²nico que se me ocurri¨®.
Babelia
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