La danza del guerrero
En Paraguay no hay nadie que no se identifique con Nelson Valdez
Al ver que Caba?as escond¨ªa la pelota y se giraba sobre s¨ª mismo atrayendo la l¨ªnea de presi¨®n hacia el medio campo, Nelson Haedo Valdez inici¨® un desmarque sigiloso sobre la izquierda y traspas¨® el ¨¢ngulo de visi¨®n del ¨²ltimo marcador argentino. Cuando Zanetti vio que Caba?as filtraba el pase ya era tarde. Se gir¨® y solo alcanz¨® a ver la espalda de Valdez enfilando al arco. El delantero se escap¨® por potencia, clav¨® los tacos en la tierra, recibi¨® el bal¨®n dentro del ¨¢rea, control¨® con la zurda y definiendo con un tiro cruzado. Fue el gol que clasific¨® a Paraguay para el Mundial y cuando Haedo invit¨® a sus compa?eros a que formaran un c¨ªrculo para danzar como guerreros todo el estadio Defensores del Chaco bail¨® con ellos.
Manda a su pueblo natal, San Joaqu¨ªn, 10.000 euros mensuales
La danza ritual guaran¨ª fue el punto de partida de un camino que conduc¨ªa a Sud¨¢frica. Esta noche Espa?a se interpondr¨¢ a Paraguay en el Ellis Park y antes de acudir al campo los jugadores de La Roja ver¨¢n el v¨ªdeo que describe la defensa y el ataque de su adversario. Pero hay cosas que no ver¨¢n. Como dijo el Tata Martino, el seleccionador del equipo sudamericano: "Futbol¨ªsticamente ellos nos superan. En un campeonato de 30 partidos perder¨ªamos. Pero en 90 minutos puede ganar el que tenga m¨¢s coraz¨®n. Y yo no s¨¦ si ellos tienen m¨¢s coraz¨®n que nosotros".
No fue circunstancial que desencadenante de la fiesta de la clasificaci¨®n fuera Valdez. En todo Paraguay no hay un jugador con el que se identifique m¨¢s la gente. Nacido en 1983 en el seno de una familia de jornaleros de San Joaqu¨ªn, una peque?a localidad rural del sureste del pa¨ªs, entre el r¨ªo Tapiraku¨¢i y una sierra umbr¨ªa, las probabilidades de que aquel chico de ojos rasgados acabara haci¨¦ndose millonario eran escasas. No ten¨ªa ni recursos ni condiciones innatas para dominar la pelota. "Nunca he sido un buen futbolista", reconoce, "pero ni siquiera mis padres pudieron quitarme de la cabeza que yo quer¨ªa ser futbolista".
A los 16 a?os se fue a probar al Club Atl¨¦tico Tembetary, en la ciudad de Ypan¨¦, otro humilde rinc¨®n en el algodonal paraguayo. Altern¨® los entrenamientos con un trabajo en un aserradero. Por las noches, como no ten¨ªa d¨®nde quedarse, deambul¨® m¨¢s de la cuenta por la ciudad, bebi¨® licor de ca?a y durmi¨® debajo de las gradas del estadio. Expuesto al calor sofocante del tr¨®pico y a las lluvias torrenciales. "Fue un infierno", recuerda. "Creo que estuve cerca del alcoholismo". Tard¨® dos a?os en salir de debajo de la tribuna. La culpa la tuvo J¨¹rgen Born, por entonces representante del Deutsche Bank en Am¨¦rica Latina. Este aficionado al f¨²tbol detect¨® algo que le llam¨® la atenci¨®n. "Vi un loco que no paraba de correr. O lo enlazabas o no lo deten¨ªas con nada", le cont¨® a Klaus Allofs, t¨¦cnico del Werder Bremen. Cuando le hicieron la oferta no se lo pens¨®. Acababa de cumplir 18 a?os y se traslad¨® a Alemania. El uso indistinto de ambas piernas para sacar fuertes disparos, el dominio del juego a¨¦reo, la astucia para comprender el juego y una entrega febril, le han convertido en una figura de la Bundesliga. Aprendi¨® a hablar alem¨¢n a la perfecci¨®n, fich¨® por el Borussia, y hace unos a?os se cas¨® con Trinka, una chica de Stuttgart. "Ella es buena hasta para preparar la sopa paraguaya", dice. Tiene dos hijos: Nelson Manuel y Noem¨ª.
Nelson Haedo manda a su pueblo natal, San Joaqu¨ªn, 10.000 euros mensuales. All¨ª hay 200 personas que dependen de ¨¦l. Son sus familiares. Su clan. Los visita todos los a?os. Es guaran¨ª de pura cepa y est¨¢ orgulloso de pertenecer a ese pueblo humilde, castigado y luchador, que, pase lo que pase, esta noche rendir¨¢ homenaje a sus jugadores en el Pante¨®n de los H¨¦roes, en Asunci¨®n.
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