Hispanos unidos de Am¨¦rica
No son estadounidenses ni tampoco mexicanos. Viven atrapados en el mundo de la frontera. Pero, en esa tierra de nadie, han sido capaces de construir una vida y, sin quererlo, como los h¨¦roes reluctantes de las pel¨ªculas del Oeste, se han convertido en los protagonistas de un movimiento que puede cambiar Estados Unidos. "Si me van a agarrar, que me agarren a m¨ª solo", explica Ricardo. Tiene 44 a?os, reside desde hace 19 en Estados Unidos, es mexicano y carece de papeles. Su oficio es pintar coches. Su esposa, Imelda, de 45 a?os, lleva el mismo tiempo que ¨¦l en Arizona y tampoco es residente legal. Sus hijas, Imelda (de 19), Hilda (de 14) y Elvia (de 9), son ciudadanas estadounidenses porque nacieron aqu¨ª, entre ellas hablan en ingl¨¦s y la mayor tiene una beca en la Universidad de Arizona. Encarnan el sue?o americano: llegaron sin nada a este pa¨ªs, tras jugarse la vida cruzando el desierto de Sonora. Prosperaron con trabajos no precisamente f¨¢ciles -"pintar carros" en Tucson, con m¨¢s de 40 grados ya en junio, no es un plato de gusto-, sacaron adelante una familia, son religiosos y solo han quebrantado una ley: cruzar ilegalmente una frontera en busca de un futuro.
"No podemos quedarnos y esperara que nos agarren. Hay que seguir con las marchas, con las manifestaciones"
"Si nos unimos en contra de esta ley podremos cambiar las cosas. Descendemos de C¨¦sar Ch¨¢vez y debemos tener fe en Dios"
"La diferencia entre esto y el movimiento chicano de los setenta es que ahora hay gente para la que somos una amenaza"
"EE UU ya no es un pa¨ªs de mayor¨ªa blanca o est¨¢ a punto de dejar de serlo. Y ese proceso desconcierta a mucha gente"
"Es una ley contra la gente m¨¢s pobre, m¨¢s trabajadora, gente religiosa, muy noble, muy de familia. Est¨¢n separando familias"
El encuentro tiene lugar en la iglesia de San Juan, en el sur de esta ciudad cercana a la frontera con M¨¦xico. Es uno de los pocos sitios a los que acuden juntos. Si les detienen, ser¨¢n deportados. Y, aunque hasta el 29 de julio no se aplicar¨¢ la nueva ley contra la inmigraci¨®n en Arizona, la SB 1070, que permitir¨¢ a la polic¨ªa pedir los papeles a quien parezca que se encuentra irregularmente en el pa¨ªs, el temor ha subido varios puntos: Ricardo acude a trabajar caminando en una ciudad en la que nadie camina porque no quiere ser detenido por cualquier infracci¨®n de tr¨¢fico; su hija no puede llevarle porque, si la paran con un indocumentado en el coche, podr¨ªa estar cometiendo un delito seg¨²n la nueva ley; su mujer tampoco. No quieren ir juntos porque no quieren arriesgarse a ser detenidos a la vez y expulsados los dos.
"Hace mucho tiempo que no hacemos ning¨²n plan todos. Vivimos en el miedo", asegura Imelda, que no puede evitar que se le escapen algunas l¨¢grimas. "No es tiempo de restaurantes", resume Ang¨¦lica ante otra iglesia, esta vez en Phoenix. Ella y su marido, Fernando, viven desde hace 17 a?os en Estados Unidos, dos hijos, cuatro d¨ªas y tres noches de cruce del desierto. Ellos no tienen papeles, sus hijos s¨ª. A Ang¨¦lica le acaban de despedir de su trabajo como cajera en un supermercado por ser residente sin papeles. "A m¨ª, ?c¨®mo me van a echar? Todos los que trabajamos en mi empresa somos ilegales, nadie tiene papeles", exclama Fernando entre carcajadas. "Deber¨ªamos andar para Tejas, all¨ª la migra [la polic¨ªa de inmigraci¨®n] no es como aqu¨ª, porque esto se va a poner muy crudo con la nueva ley", dice Ang¨¦lica, "pero ¨¦l no quiere por los ni?os y porque aqu¨ª tiene chamba [trabajo] y buenos patrones. Hay muchos que no pagan y te dicen: '?A qui¨¦n te vas a quejar?'. No podemos quedarnos a esperar a que nos agarren. Hay que seguir con las marchas, con las manifestaciones".
Son historias duras, de personas que viven con el miedo a la polic¨ªa, a no cobrar, a ser expulsadas, sin derechos. Del cerca de medio mill¨®n de sin papeles que residen en Arizona (en todo el pa¨ªs, el Pew Hispanic Center calcula que hay unos 11 millones), muchos llevan d¨¦cadas trabajando, han comprado casas y coches, sacado adelante a sus familias, pero miran con temor por el retrovisor cada vez que aparecen las luces de un coche patrulla. "Depende de nosotros", prosigue Ricardo, que prefiere que no se publique su apellido. Es un hombre pausado, que piensa las palabras y que no para de lanzar gestos de cari?o hacia su mujer. "Si nos unimos y apoyamos a los grupos en contra de esta ley, podremos pararla, podremos cambiar las cosas. Somos descendientes de C¨¦sar Ch¨¢vez y debemos tener fe en Dios". Ch¨¢vez (1927-1993), el activista latino m¨¢s famoso de Estados Unidos, fue el impulsor del llamado movimiento chicano, que en los a?os sesenta logr¨® nuevos derechos para los braceros hispanos en EE UU a trav¨¦s de movilizaciones masivas en todo el pa¨ªs. Es, junto a Martin Luther King, uno de los referentes de un nuevo movimiento que est¨¢ surgiendo en Arizona y que ha prendido en todo el pa¨ªs. Su lema es "de Selma a Phoenix" y pretende algo mucho m¨¢s profundo que acabar con la ley SB 1070 -que cuenta con un apoyo del 60% de la poblaci¨®n de EE UU y con el rechazo total de los latinos-, su objetivo es transformar este pa¨ªs.
"Estaba all¨ª cuando los autobuses en Montgomery, las mangueras en Birmingham, un puente en Selma y cuando un predicador de Atlanta dijo a la gente: 'Lo conseguiremos'. S¨ª, podemos", exclam¨® el presidente Obama en uno de los momentos m¨¢s emotivos de su discurso de investidura del 20 de enero de 2009, cuando narr¨® la vida de una mujer que naci¨® poco despu¨¦s de que se aboliese la esclavitud y que vivi¨® todo el movimiento de los derechos civiles que en los a?os cincuenta y sesenta acab¨® por sepultar la segregaci¨®n racial (por lo menos en las leyes).
Desde la elecci¨®n, hace dos a?os, del primer presidente negro, las referencias al movimiento de los derechos civiles, al "Tengo un sue?o" de Martin Luther King (el predicador de Atlanta al que se refer¨ªa el presidente) se han convertido casi en un lugar com¨²n. Pero forman parte de la realidad estadounidense. Montgomery, la capital de Alabama, donde Rosa Parks se sent¨® en la parte del autob¨²s reservada a los blancos y se neg¨® a levantarse; Selma, donde arrancaron las marchas de la libertad que fueron duramente reprimidas por la polic¨ªa, especialmente el domingo 7 de marzo de 1965, cuando fueron machacados tras cruzar el puente Edmund Pettus en esta ciudad; y Birmingham, donde se tomaron las c¨¦lebres im¨¢genes de los manifestantes aplastados por el chorro a presi¨®n de las mangueras, dibujaron el mapa de aquella revuelta que lo cambi¨® todo. Y ahora cientos de miles de hispanos de todo el pa¨ªs quieren incorporar a ese mapa de los derechos civiles Tucson y Phoenix, la capital de Arizona, con su sheriff Joe Arpaio, que hace gala de su acoso a los que no duda en llamar "ilegales". Seg¨²n numerosos abogados, expertos y medios de comunicaci¨®n, la nueva legislaci¨®n, si no es anulada por el Tribunal Supremo, permitir¨¢ que la polic¨ªa pare a la gente por su perfil racial -la revista brit¨¢nica The Economist, bastante conservadora y muy liberal, calific¨® la SB 1070 de "hist¨¦rica" y escribi¨® que puede convertir este territorio del suroeste de EE UU en un "Estado policial"-.
"Cuando promovieron esta ley, decid¨ª ponerme en marcha", explica Alma Mendoza en un modesto restaurante mexicano de la s¨¦ptima calle del norte de Phoenix. Tiene 37 a?os, est¨¢ separada, con tres ni?os, y ha montado su propio negocio de mantenimiento de casas. A trav¨¦s de detalles que se van colando discretamente en la conversaci¨®n se descubre que la vida de Alma, que es residente legal, no ha sido precisamente f¨¢cil. Y tal vez por eso tiene m¨¢s ganas de luchar que nunca. Ha montado un comit¨¦ de barrio (integrado por 40 personas en apenas tres semanas), pero lo m¨¢s importante es que se ha coordinado con comit¨¦s de toda la ciudad y, sobre todo, ha participado activamente en la organizaci¨®n de la marcha que el s¨¢bado 30 de mayo reuni¨® a decenas de miles de personas en Phoenix y que ocup¨® la portada de los diarios estadounidenses. "Tenemos que movilizar a toda la comunidad, porque no se trata solo de que expulsen a la gente, de que separen a familias, no es algo que afecta solo a los sin papeles, porque un d¨ªa tambi¨¦n pueden venir a nuestras casas. Est¨¢ uniendo a la comunidad como nunca antes nada lo hab¨ªa conseguido", explica.
Alma Mendoza, con su lucha en las puertas de las iglesias para que la gente se registre como votante (los latinos representan el 30% de la poblaci¨®n, pero solo est¨¢n registrados, paso previo imprescindible para poder votar en EE UU, un 12%) o entre en las diferentes organizaciones, simboliza este combate, que ha prendido en muchos otros Estados y que, adem¨¢s de en manifestaciones y movilizaciones, se ha plasmado en un creciente boicot comercial contra Arizona. Abogados de varios Estados, l¨ªderes indigenistas, estudiantiles y sindicales, antiguos senadores, pol¨ªticos en activo, trabajadores de ONG, veteranos de mil batallas, due?os de restaurantes que colaboran con unos d¨®lares, familias de sin papeles que vencen el miedo para marchar un s¨¢bado al grito de "?S¨ª, se puede!" (versi¨®n guerrera del "Yes, we can!" de Obama)? forman ese magma reivindicativo cuyo alcance es todav¨ªa dif¨ªcil de medir, pero que se expande a toda velocidad. La ley, que fue aprobada por la gobernadora republicana Jan Brewer el 29 de abril, no comenzar¨¢ a aplicarse hasta el 29 de julio, pero a finales de mayo el movimiento ya hab¨ªa calado en amplios espectros de la sociedad. Estas semanas se celebran en Phoenix reuniones de barrio, con un tono entre la utop¨ªa y la lucha estudiantil, pero tambi¨¦n tienen lugar encuentros que re¨²nen a l¨ªderes de 24 organizaciones diferentes de todo el pa¨ªs para coordinar acciones, una campa?a que afecta a productos fabricados en Arizona, a los viajes de turismo o negocios a este Estado, a los conciertos o los acontecimientos deportivos y que puede tener efectos econ¨®micos importantes a medio plazo.
"La SB 1070 ha sido como un cachete a todo el mundo", se?ala Alfredo Guti¨¦rrez, de 64 a?os, senador estatal dem¨®crata entre 1972 y 1986 y uno de los l¨ªderes hispanos m¨¢s respetados de Arizona. "Es un movimiento que se va a derramar, que va a cruzar nuestras fronteras, porque si no la paramos aqu¨ª llegar¨¢ a otros Estados. Se va a convertir en algo cada vez m¨¢s global. La diferencia entre lo que ocurre ahora y el movimiento chicano de los setenta es que ahora hay gente para la que representamos una amenaza, porque en menos de una d¨¦cada seremos mayor¨ªa en varios Estados. Entonces ¨¦ramos una minor¨ªa. Vivimos en un mundo globalizado en el que se mezclan las culturas y eso hay gente a la que le da miedo", prosigue Guti¨¦rrez.
Desde la oficina en el Downtown de Los ?ngeles de Maldef (Mexican American Legal Defense and Education Fund), una de las organizaciones latinas m¨¢s antiguas de EE UU, la abogada Gladys Limon, de 32 a?os, forma parte del equipo que dirige las demandas contra la SB 1070. "Queremos que la ley nunca llegue a aplicarse porque es inconstitucional. Los Estados y los Gobiernos locales no pueden legislar en materia de inmigraci¨®n, eso corresponde al Gobierno federal. Es una ley negativa, que promueve la discriminaci¨®n racial, pero que refleja un temor al cambio, una crisis de identidad profunda. Creo que es un debate que va a continuar durante muchos a?os". "Mis padres vinieron de M¨¦xico y sacaron adelante a tres hijas y ahora tienen papeles. Solo queremos que los que est¨¢n ahora en el pa¨ªs tengan esa oportunidad", se?ala por su parte Sof¨ªa Men¨¦ndez, que se instal¨® en Tucson proveniente de Chicago -la capital mexicana del norte de EE UU-, y que trabaja para la ONG Human Borders-Fronteras Compasivas, que se dedica a poner bidones de agua en los lugares por los que cruzan los sin papeles en el desierto. "Se habla mucho de derechos civiles, pero tambi¨¦n es un tema de derechos humanos".
"Un nuevo movimiento de los derechos civiles est¨¢ surgiendo en Arizona", explica en su despacho Phil Gordon, el alcalde dem¨®crata de Phoenix. Con tres millones de habitantes (40% de ellos de origen hispano), es la quinta ciudad de Estados Unidos y la que m¨¢s r¨¢pidamente crece. Phoenix est¨¢ situada en el Condado de Maricopa, donde reina el sheriff Arpaio con sus m¨¦todos m¨¢s que discutibles (por ejemplo, una prisi¨®n de tiendas de campa?a en la que los presos, la mayor¨ªa mexicanos, son obligados a vestir ropa interior rosa) que provocan tantas protestas como recogen votos. De los cuatro millones de habitantes de este condado, 1,1 son hispanos y, seg¨²n datos de la Oficina del Censo, es el quinto territorio de EE?UU con mayor porcentaje de poblaci¨®n latina (el primero es Los ?ngeles, con 4,7 millones). "No es solo un asunto de segregaci¨®n o de los hispanos. Es sobre este pa¨ªs, es sobre lo que significa este pa¨ªs", prosigue Gordon. Desde su ventana se percibe el siempre vac¨ªo Downtown de Phoenix y m¨¢s all¨¢, las inmensas avenidas que forman esta destartalada ciudad, robada al desierto.
"La relaci¨®n entre M¨¦xico y Estados Unidos ha estado marcada por las pol¨ªticas migratorias en los ¨²ltimos 100 a?os", explica Paul Espinosa, profesor de Estudios Chicanos en la Universidad de Arizona y documentalista, que lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas filmando las historias de la frontera y de la comunidad latina. "La Gran Depresi¨®n, en los a?os treinta, fue un periodo de repatriaciones masivas, casi un mill¨®n de personas, muchos de ellos ciudadanos americanos, fueron expulsados. Y hubo otro periodo en los a?os cincuenta. Tambi¨¦n se han producido ¨¦pocas de puertas abiertas. Hasta el a?o 2007, cuando empez¨® la crisis en Arizona, que viv¨ªa un boom inmobiliario, fue necesaria mucha mano de obra", prosigue, antes de llegar a la clave que se encuentra detr¨¢s de todo este conflicto, uno de esos enfrentamientos cruciales -como la eterna lucha entre ganaderos y agricultores de las pel¨ªculas del Oeste- que definen un pa¨ªs. "Todo esto tiene que ver con la demograf¨ªa, con un cambio profundo, porque Estados Unidos ya no es un pa¨ªs de mayor¨ªa blanca o est¨¢ a punto de dejar de serlo. Y ese proceso desconcierta a mucha gente".
La Oficina del Censo de Estados Unidos cifra en 47,8 millones el n¨²mero de hispanos (un 15,5% de la poblaci¨®n total, aunque ahora se est¨¢ realizando un nuevo censo) y ya son la minor¨ªa m¨¢s importante del pa¨ªs, por encima de los negros. Ahora mismo hay m¨¢s hablantes de castellano en EE?UU que en Espa?a. Seg¨²n los estudios oficiales, en 2050 los hispanos representar¨¢n el 24,4% de la poblaci¨®n estadounidense (102,6 millones). En ciudades como Phoenix o en megal¨®polis como Los ?ngeles es posible conducir (caminar es una quimera o un ejercicio reservado para los centros comerciales) durante kil¨®metros entre carteles en espa?ol y llevar a cabo la vida cotidiana sin hablar una palabra de ingl¨¦s.
"Para ingl¨¦s, pulse 1. Para deportaci¨®n, pulse 2". Este es uno de los muchos carteles que pod¨ªan leerse en un mitin de republicanos ultras que tuvo lugar en Phoenix la misma tarde de la manifestaci¨®n. "Las armas salvan vidas", "Es imposible gobernar sin Dios y sin una pistola (George Washington)", "Ilegal no es una raza, es un delito", "Ilegales go home", "Viva la SB?1070" son lemas a los que se puede aplicar sin exagerar el histerismo del que hablaba The Economist, espoleado no solo por el cambio demogr¨¢fico sino tambi¨¦n por una crisis que resulta palpable en muchos aspectos de la vida cotidiana en este Estado, lleno ahora de viviendas vac¨ªas tras los a?os locos de la construcci¨®n. Arizona es un Estado complejo, cuya poblaci¨®n se ha multiplicado por cuatro desde los a?os cincuenta (gracias a la generalizaci¨®n del aire acondicionado, porque de junio a octubre hace un calor insoportable), que cuenta con los territorios indios m¨¢s importantes del pa¨ªs (sobre todo navajo en el norte y tohono o'dham en el sur, en el desierto de Sonora, en la frontera con M¨¦xico, aunque tambi¨¦n es la tierra de los m¨ªticos apaches, de Ger¨®nimo) y con la mayor atracci¨®n tur¨ªstica del Oeste: el Gran Ca?¨®n del Colorado. Es un territorio muy permisivo en cosas como las armas (es uno de los pocos que permite llevarlas en p¨²blico escondidas) y famoso por sus leyes represivas en el terreno de la inmigraci¨®n.
El ex senador Guti¨¦rrez proviene de una familia mexicana que se forj¨® en las minas de Arizona y su padre fue deportado en 1936 para volver a ser llamado a EE?UU, aunque luego tuvo que vivir en el temor durante la nueva oleada de deportaciones de los a?os cincuenta. "Recuerdo, de peque?o, los soldados en las calles y a mi padre dici¨¦ndonos fantas¨ªas, como en la pel¨ªcula esa del italiano [La vida es bella, de Roberto Benigni), para alejarnos del miedo", asegura Guti¨¦rrez, un tipo atl¨¦tico, de voz contundente, que acude a la cita matinal en bicicleta. La abogada Isabel Garc¨ªa tambi¨¦n lleva muchos a?os en el combate. Vive en Tucson, la principal ciudad del sur de Arizona, apenas a una hora de la frontera. Dirige la oficina legal del Condado de Pima, al frente de un equipo de 14 abogados defensores, pero es conocida sobre todo como luchadora por los derechos humanos. "Esto es algo que lleva ocurriendo desde los a?os sesenta, este tipo de leyes surgen una y otra vez, como la llamada Propuesta 100, que prohib¨ªa a los inmigrantes sin papeles acceder a la libertad bajo fianza y que fue declarada inconstitucional, o la ley que en 2007 persegu¨ªa a las personas que contrataban sin papeles", asegura Garc¨ªa. "Desde que se implant¨® el tratado de libre comercio, el Nafta, en 1994, M¨¦xico se ha empobrecido, todo lo tienen que importar, hasta el ma¨ªz. Desde entonces, han venido seis millones de personas, sobre todo de zonas rurales", prosigue.
Al ser preguntada sobre el paralelismo con el movimiento de los derechos civiles, esta mujer de 56 a?os, abogada desde los 24 y activista por los derechos de los emigrantes desde la universidad, responde: "Hay similitudes pero tambi¨¦n diferencias. Ahora es una lucha mucho m¨¢s dif¨ªcil porque entonces era algo que todo el mundo ve¨ªa mal, la segregaci¨®n racial no la justificaba casi nadie, pero ahora las encuestas revelan que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n est¨¢ a favor de la SB 1070". Lidia Guzm¨¢n, de 42 a?os, presidenta de Somos Am¨¦rica, una organizaci¨®n que re¨²ne a 40 grupos y que es una de las m¨¢s activas en la movilizaci¨®n contra la nueva ley, afirma: "La lucha nos est¨¢ uniendo y nuestra meta es la misma que hace 40 a?os: acabar con la injusticia. En 1994, cuando se aprob¨® una ley contra los inmigrantes en California, los hispanos se registraron para votar y el Estado cambi¨® el signo pol¨ªtico. Son leyes promovidas por gente que tiene miedo, que se siente ofendida por los carteles en espa?ol, que no puede aceptar el mundo diverso que estamos creando".
Aunque geogr¨¢ficamente distante -a unas tres horas de coche a trav¨¦s del desierto-, en Phoenix la frontera est¨¢ muy presente: marca la diferencia entre el trabajo y la amenaza constante del paro, entre la residencia legal y el miedo, entre los derechos y la indefensi¨®n. Pero en Tucson, una ciudad con una fort¨ªsima poblaci¨®n hispana (39,5% de sus 500.000 habitantes), es una presencia constante, aunque todav¨ªa quede una hora de ruta hasta la valla. En uno de sus libros m¨¢s bellos, Las ciudades invisibles, Italo Calvino describe Despina, una ciudad que los que llegan por mar ven como un camello y los que llegan por el desierto ven como un barco. Algo parecido ocurre en el inmenso territorio del desierto, la frontera lo domina todo, lo cambia todo, es una frontera f¨ªsica pero tambi¨¦n mental.
Con m¨¢s de 600 kil¨®metros de l¨ªnea fronteriza y un desierto inmenso, el de Sonora, que lo une tanto como lo separa de M¨¦xico, ha pasado a convertirse en uno de esos puntos por los que pasan las grandes migraciones de la humanidad, del Sur al Norte. Desde que hace una d¨¦cada Tejas, al este, y California, al oeste, reforzaron sus fronteras con m¨¢s medidas de seguridad, Arizona se ha convertido en un paso mayor de inmigrantes que tratan de entrar en EE?UU. Entre 600 y 1.200 cruzan cada d¨ªa, seg¨²n la ¨¦poca y los a?os (ahora con la crisis ha bajado mucho). Y tambi¨¦n, como el estrecho de Gibraltar o la traves¨ªa del Atl¨¢ntico que separa ?frica de Canarias, como los contenedores que llegan a los grandes puertos europeos, es el escenario de una enorme tragedia: de las 344 personas que murieron en 2008 al tratar de cruzar a EE?UU desde M¨¦xico, a la mitad se los trag¨® el despiadado y bell¨ªsimo desierto de Sonora. La Patrulla Fronteriza (Border Patrol), en teor¨ªa la ¨²nica con poder para pedir los papeles a las personas sospechosas de estar ilegalmente en el pa¨ªs, aparece por todas partes: tiene controles en las autopistas, patrulla Nogales en bicicleta, vigila los pasos m¨¢s complicados, utiliza helic¨®pteros o aviones con radar, y sus coches blancos con franjas verdes surgen de la nada en las desoladas carreteras del desierto, en las que reinan los saguaros, los cactus con brazos t¨ªpicos de Arizona.
"No me importa c¨®mo la disfracen, es una ley contra los hispanos", exclama Tony Estrada, el sheriff del Condado de Santa Cruz, al que pertenece el principal puesto de frontera con M¨¦xico, Nogales. Estrada, el ¨²nico sheriff de origen mexicano de Arizona, no se muestra precisamente tenue a la hora de hablar de la SB 1070: "Claro que van a hacer perfil racial. Es una ley contra la gente m¨¢s pobre, m¨¢s trabajada, gente religiosa, muy noble, muy de familia. Est¨¢n separando familias. Mi responsabilidad es proteger a los ciudadanos de los criminales y, en la frontera, con las mafias y el narcotr¨¢fico, no andan escasos, no he sido elegido para realizar el trabajo del Gobierno federal". Estrada naci¨® en Nogales, M¨¦xico, pero vino a EE UU con un a?o y medio. Como sheriff o como polic¨ªa, lleva cuatro d¨¦cadas observando lo que ocurre en la frontera, c¨®mo se ha vuelto m¨¢s violenta y m¨¢s cruel. Y tambi¨¦n ha visto los cambios en la comunidad hispana. "Hace mucho tiempo que nuestra gente tendr¨ªa que haber despertado ante los abusos que sufre, ante la discriminaci¨®n. Todos estamos de acuerdo en que deber¨ªan venir legalmente, pero los que cruzan son las m¨¢s d¨¦biles, personas que huyen de la pobreza extrema. Hace falta una reforma migratoria global porque van a seguir viniendo".
En lo que ocurre estos d¨ªas en Arizona se mezclan argumentos ic¨®nicos de la cultura estadounidense: la historia de personas que luchan por la justicia por encima de la pertenencia racial (Matar a un ruise?or), el poder del odio, del racismo y del miedo (Centauros del desierto), el derecho a buscar una vida mejor lanz¨¢ndose a la carretera (Las uvas de la ira), pero tambi¨¦n la defensa de lo que es justo y c¨®mo los d¨¦biles, unidos, pueden vencer a los fuertes (?Qu¨¦ bello es vivir!). Si la SB 1070 es aprobada y otros Estados comienzan a poner en marcha legislaciones similares, EE UU ser¨¢ un tipo de pa¨ªs. Si triunfa la movilizaci¨®n hispana, que poco a poco va prendiendo en todo el mundo latino de EE?UU, ser¨¢ otro. O tal vez, como en la Alabama en la que Harper Lee situ¨® a su inolvidable Atticus Finch, seguir¨¢n conviviendo los dos mundos.
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