A qui¨¦n se le ocurre traerme al mundo
No segu¨ª con mucho detalle las extra?as circunstancias de la muerte del actor David Carradine, har¨¢ un a?o, en un hotel de Bangkok. No fui aficionado a la serie Kung Fu, y si le ten¨ªa simpat¨ªa era m¨¢s por ser hijo de John Carradine, el aristocr¨¢tico tah¨²r de La diligencia de Ford, el elegante asesino de El hombre atrapado de Lang y tantos otros personajes inolvidables, que por sus propias y err¨¢ticas interpretaciones. Pero recuerdo que fue hallado en el interior del armario de su habitaci¨®n, desnudo y ahorcado. Las autoridades tailandesas descartaron el asesinato r¨¢pidamente, ya que las c¨¢maras del hotel no registraron entrada de persona alguna en su cuarto ni tampoco salida, pese a que, seg¨²n leo ahora al recuperar un recorte, "parece ser que una huella de un zapato que no pertenec¨ªa al actor se ha encontrado sobre las s¨¢banas". En verdad cosa rara, si era cierta: una sola huella, no dos, y sobre las s¨¢banas. Se sospech¨® un suicidio, y la idea fue alimentada por una de sus cuatro ex-mujeres (se cas¨® cinco veces), que se apresur¨® a hablar de su "car¨¢cter depresivo", y por una antigua entrevista en la que hab¨ªa afirmado que guardaba siempre en un caj¨®n un Colt 45 cargado -nada de particular en un ciudadano de los Estados Unidos- y que pensaba a menudo en volarse los sesos. Hab¨ªa a?adido que a veces los pensamientos suicidas le ven¨ªan en hoteles de cinco estrellas, v¨¢yase a saber si porque no le gustaban o porque nunca pisaba los de menor categor¨ªa.
"Los jueces deber¨ªan ser m¨¢s sensatos y desestimar tanta queja rocambolesca y rid¨ªcula"
La escenificaci¨®n de ese posible suicidio parec¨ªa alambicada, pues la pobre mujer de la limpieza que descubri¨® su cad¨¢ver lo vio dentro del armario "acurrucado, y con un cordel de nailon -probablemente de la cortina- atado alrededor del pene y otro alrededor del cuello. Ambos cordeles estaban a su vez sujetos a las manos del actor, seg¨²n algunas versiones, a su espalda". Seg¨²n otras, sin embargo, "ten¨ªa una cuerda atada al cuello, otra a los genitales y ambas al armario". En todo caso no hab¨ªa rastro de lucha en la habitaci¨®n y ¨¦sta se hallaba cerrada por dentro, y tampoco se?ales de magulladuras en el cuerpo. Se concluy¨® que m¨¢s bien, por tanto, a Carradine se le hab¨ªa ido la mano al masturbarse barrocamente, hab¨ªa hecho un mal c¨¢lculo. La prensa record¨® que este tipo de "pr¨¢ctica extrema autoer¨®tica" -de risa esta ¨²ltima palabra-, que procura aumentar el placer al hacer coincidir la eyaculaci¨®n con la sensaci¨®n de asfixia, est¨¢ m¨¢s extendida de lo que se presume, y que ya se hab¨ªa cobrado v¨ªctimas "en el Parlamento brit¨¢nico" -un lugar de perdici¨®n, sin duda- y en la persona del cantante Michael Hutchence, del grupo australiano INXS, en 1997. Yo me acord¨¦, por mi parte, del Reverendo Paul de Fortis, importante en el Reino de Redonda, que se mat¨® con un artilugio bastante m¨¢s elaborado mientras sus feligreses aguardaban a que bajase a la parroquia a decir la Misa del Gallo. Pero esa novelesca historia la contar¨¦ en otra ocasi¨®n. Sea como fuera, Carradine sufri¨® un "accidente sexual" o se suicid¨®, y nadie tuvo parte en ello.
Pero ahora leo que su viuda, Annie Bierman, ha denunciado por negligencia a la productora a cuyas ¨®rdenes estaba el int¨¦rprete en Bangkok, y que el caso ha sido llevado ante un tribunal de Los ?ngeles. La viuda Carradine sostiene que la noche de su muerte el actor deb¨ªa haber cenado con el director de la pel¨ªcula Stretch, lo cual nunca se produjo. Alega que el asistente de la productora encargado de la agenda y el transporte de Carradine no cumpli¨® con su obligaci¨®n aquella noche. Lo llam¨® antes de la cena, pero el protagonista de Kill Bill no respondi¨®, por lo que decidi¨® acudir a la velada sin ¨¦l. Nada habr¨ªa ocurrido, termina la viuda, "si la productora hubiera satisfecho el cuidado y las atenciones debidas a una estrella".
No s¨¦ en qu¨¦ parar¨¢ esta demanda, pero que haya sido admitida a tr¨¢mite es un exponente m¨¢s de la locura a que se est¨¢ llegando en la atribuci¨®n de responsabilidades absurdas, siempre a otros, cada vez que alguien mete la pata por su cuenta y riesgo y acaba da?ado. Se pretende que los dem¨¢s hagan de ni?era permanente, y que sobre todo lo haga el Estado. "?C¨®mo es que no se me ha impedido robar?", exclama el ladr¨®n que sale malparado de un atraco. "?C¨®mo no se me advirti¨® que no pod¨ªa secar al perro en el microondas?", chilla el ama de casa que ve a su mascota calcinada tras hacer la prueba. "?C¨®mo se me permiti¨® adentrarme en una zona de guerrillas?", brama el miembro de una ONG una vez secuestrado por ¨¦stas. "?C¨®mo no me detuvo la Guardia Civil de Tr¨¢fico cuando me ech¨¦ a la carretera, sin cadenas ni nada, en medio de una nevada?" ?C¨®mo es que no se llam¨® a David Carradine infinitas veces, tras no coger ¨¦l el tel¨¦fono? ?C¨®mo es que el hotel ten¨ªa cordeles en la habitaci¨®n, con los que cualquiera podr¨ªa ahorcarse? No veo por qu¨¦ la viuda no lo demanda tambi¨¦n, en vista de eso. Ya sabemos que el mundo est¨¢ lleno de picapleitos caraduras y de clientes suyos igual de jetas, pero los jueces deber¨ªan ser m¨¢s sensatos y desestimar tanta queja rocambolesca y rid¨ªcula: me tentaron con el tabaco, la droga, el juego, la bebida, la velocidad, los F¨®rmula-1. Vi noticias que ensalzaban a los alpinistas, a los aventureros, a las ONGs compasivas, a los bomberos y a los soldados, me incitaron a seguir su ejemplo. No me cabe duda de que llegaremos a esto: me trajeron al mundo, ?qu¨¦ culpa tengo yo de lo que hago? Que carguen con ella mis padres, y, si ya est¨¢n bajo tierra, entonces el Estado. Al fin y al cabo les consinti¨® tener hijos, a qui¨¦n se le ocurre.
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