"?Qui¨¦n te ha dicho que a los gays no nos gusta el f¨²tbol?"
Los participantes en la marcha del Orgullo tambi¨¦n corearon la victoria de la selecci¨®n espa?ola frente a la de Paraguay
Aunque a muchos lectores les cueste creerlo, ayer, pasadas las nueve y media de la noche, hab¨ªa cientos de miles de personas en el centro de Madrid que no ten¨ªan ni idea de que Iker Casillas hab¨ªa parado el penalti con el que el paraguayo Cardozo quer¨ªa dejar a la Roja fuera del Mundial. Tampoco sab¨ªan que a Xabi Alonso le hab¨ªan anulado un gol, y mucho menos que no pudo transformar una segunda pena m¨¢xima que llev¨® las manos del resto de los espa?oles a sus propias cabezas. Hasta el vitoreado 1-0 de Villa se redujo a un vago rumor que pasaba de boca en boca durante la marcha del orgullo gay.
"?Que va ganando Espa?a?", se aseguraba Pablo Crespo, un asistente a la cabalgata.
A pesar de la multitud de caras pintadas de rojo y amarillo y de las cientos de banderas nacionales que compart¨ªan el aire con miles de banderas del arco iris, a las ocho y media de la tarde, cuando la selecci¨®n daba los primeros toques, el cl¨¢sico t¨®pico parec¨ªa m¨¢s real que nunca.
"Yo no me pierdo esto ni aunque se jugase la final", dec¨ªa un participante
Hacia las diez parte del p¨²blico dej¨® el desfile y se fue a ver el partido
"A los gays no les gusta el f¨²tbol", aseguraba Isidro Garc¨ªa, un anciano vecino de La Latina. Como si el Madrid que bull¨ªa en la marcha del Orgullo no tuviese nada que ver con el que, en esos mismos momentos, hab¨ªa concentrado en el fan park de la Castellana situado junto al Bernab¨¦u, a unas 14.000 personas dispuestas a animar frente a una pantalla gigante la Roja en su partido contra Paraguay."?Toma!", abraza a su novio Michael y a seguir bailando al son que marcaban las carrozas del desfile. La multitud se olvid¨® del encuentro y prefiri¨® guardar sus puestos para ver las carrozas, que por esas horas tan solo hab¨ªan llegado desde la Puerta de Alcal¨¢ hasta la Gran V¨ªa. Pelucas de colores, medias de rejilla, r¨ªmel en exceso, travestis, gays, lesbianas, transexuales, familias homosexuales con sus propios hijos y heteros con ganas de fiestas decidieron continuar calentando la ocasi¨®n, que de por s¨ª ya estaba muy calentita.
Por eso nadie se quejaba de que an¨®nimos bromistas tirasen cubos de agua sobre las espaldas del gent¨ªo. "?F¨²tbol? ?S¨ª, hombre! Ni aunque fuese la final me pierdo yo el d¨ªa del Orgullo", afirmaba sin vacilar un instante un pirata ligero de cuero que prefer¨ªa no dar su nombre.
Por el barrio de Chueca la cosa no era mucho m¨¢s alentadora para La Roja. Los bares de la meca gay de la capital ten¨ªan sus teles conectadas con Sud¨¢frica pero el reclamo no bast¨® para llenar sus locales, y de los que fueron, apenas unos pocos, luc¨ªan banderas multicolores atadas a su cintura. Actuaciones como la de la transexual Supreme de Luxe congregaban en la calle a m¨¢s feligreses de los que gritaban gol en las tabernas.
"Que s¨ª que nos gusta el f¨²tbol. Y la selecci¨®n", se explicaba Francisco Su¨¢rez, un salmantino homosexual. "Pero es que hoy es nuestro d¨ªa. ?Crees que es el momento de ir a ver el partido? Los que estamos aqu¨ª somos mucho m¨¢s orgullosos que futboleros", a?ad¨ªa antes de que un forzudo con los abdominales al viento le agarrara de un brazo para obligarle de nuevo a zambullirse en la multitud.
Por supuesto hab¨ªa a quien su compromiso con la marcha no le iba a dejar sin ver al equipo de Del Bosque pasar a la semifinal. Forofos como Miguel y sus cinco amigos (o m¨¢s que amigos, a juzgar por los mordiscos que se daban dos de ellos en el cuello), que no pensaban perderse el partido. "Nos vemos en mi casa y volvemos a la fiesta. ?Qui¨¦n te ha dicho que no nos gusta el f¨²tbol? Ya est¨¢ bien de t¨®picos", se indignaban.
Y al final, resulta que algo de raz¨®n ten¨ªa Miguel. Hacia las diez, a pesar de que las carrozas a¨²n no hab¨ªan terminado el recorrido, muchos no soportaron la incertidumbre y el p¨²blico que asist¨ªa a la orgullosa reivindicaci¨®n se hab¨ªa reducido considerablemente.
Aguantaron muchos miles, los m¨¢s fieles, pero ya hab¨ªa espacio suficiente para caminar por las aceras de la Gran V¨ªa.
Ver¨®nica, un travesti que por el d¨ªa se llama Jorge, pon¨ªa los puntos sobre las ¨ªes en la pol¨¦mica cuesti¨®n: "hay a quien le gusta el f¨²tbol y hay a quien no. Y a otros les gusta y, a¨²n as¨ª, prefieren quedarse en la marcha porque lo consideramos m¨¢s importante que ver a 11 t¨ªos dando patadas a un bal¨®n".
Y de pronto un meg¨¢fono entre las carrozas anuncia que el partido se ha terminado. Que Espa?a est¨¢ en semifinales. "Oe, oe, oe, oe", core¨® entonces la muchedumbre entusiasmada. Y las plataformas, por muy altas que fuesen, no les impidieron a muchos dar gigantescos saltos de alegr¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.