El eclipse del 'decano del rock'
Estos d¨ªas ha dejado de publicarse la Consumer guide. Durante 41 a?os, Robert Christgau desarroll¨® un formato infalible del periodismo musical: breves cr¨ªticas de discos, valorados seg¨²n una escala que iba de A+ a E-. Unos 15.000 lanzamientos pasaron por su filtro, que se correspond¨ªa con una sensibilidad de hipster neoyorquino particularmente culto y ecl¨¦ctico. La desaparici¨®n de la Gu¨ªa del consumidor puede parecer una an¨¦cdota meramente gremial pero ilumina el asedio que vive el periodismo cultural.
Los comentarios de Christgau sol¨ªan ser densos, ricos en complicidades, representativos de una est¨¦tica del rock que se estableci¨® a finales de los sesenta. Hasta entonces, la cr¨ªtica musical tend¨ªa a los comentarios triviales, la condescendencia con los gustos juveniles o la complicidad con la industria. Con Christgau y compa?¨ªa aument¨® el nivel de exigencia, se estableci¨® un marco de referencias aut¨®nomo y hasta se atac¨® la pretenciosidad que caracterizaba a muchos artistas, convertidos de repente en l¨ªderes generacionales.
Siempre surge un brillante ejecutivo dispuesto a cobrarse una cabellera ilustre
Responsable de m¨²sica del semanario Village Voice, Christgau fue mentor de sucesivas oleadas de cr¨ªticos: era uno de esos redactores jefe que discuten cada coma y cada afirmaci¨®n. Puso en marcha Pazz & Jop, una encuesta anual con comentarios que el Voice publica en febrero y es lo m¨¢s parecido a un estado de la naci¨®n (musical).
En el mundillo neoyorquino, Christgau reinaba. Cuando John y Yoko se instalaron en la ciudad, acudieron a verle a su modesto apartamento. El periodista intent¨® ejercer de buen anfitri¨®n pero el ex Beatle no estaba acostumbrado a la bohemia del downtown: terminaron yendo a un restaurante de lujo. Un fiasco que confirm¨® la sospecha de Christgau: escribir sobre m¨²sica no debe usarse como pasaporte para alternar con las estrellas.
De hecho, si la antipat¨ªa de los m¨²sicos equivale a medallas, Christgau hizo bien su trabajo. Sonic Youth, en su etapa insolente, grab¨® un tema de t¨ªtulo amenazador: I killed Christgau with my big fucking dick; Lou Reed le dedic¨® una parrafada insultante en Take no prisoners; un miembro de Suicide le agredi¨®.
Christgau era mayor que el resto de sus colegas y eso explica su mote: "El decano de los cr¨ªticos de rock estadounidenses". Demostr¨® habilidad para incorporar otras m¨²sicas a su dieta, desde el hip-hop a los sonidos africanos. A la vez, mantuvo sus prejuicios contra las propuestas muy marcadas por las f¨®rmulas p¨¦lvicas, desde el dancehall al heavy metal. Hu¨ªa del impulso gregario: ten¨ªa argumentos para defender que Animal Collective no era el gran grupo de 2009 ni, desde luego, Radiohead la banda del siglo.
Tuvo menos fortuna con los medios. Cuando el Voice cambi¨® de propietario en 2006, fue despedido. Estuvo un a?o con Rolling Stone, una relaci¨®n imposible, saltando luego a Blender, revista que no prosper¨®. En los ¨²ltimos tres a?os y medio, su Comsumer guide aparec¨ªa en MSM Music, servicio de Microsoft que pretend¨ªa competir con iTunes.
Y ahora le echan, aunque el formato de la Gu¨ªa parec¨ªa perfecto para los soportes digitales. Pero ya no hay instituciones period¨ªsticas eternas: siempre surge un brillante ejecutivo, reci¨¦n ascendido por su instinto asesino, dispuesto a cobrarse una cabellera ilustre. Imaginamos su lema: "En 15 d¨ªas, todo se ha olvidado".
Christgau prefiere destacar lo positivo: dice que la Gu¨ªa era un trabajo de siete d¨ªas a la semana: "Siempre pens¨¦ que se pod¨ªan hacer otras cosas con mis o¨ªdos. Tengo la intenci¨®n de mantenerme al d¨ªa con la evoluci¨®n de la m¨²sica popular, aunque ser¨¢ de un modo menos enciclop¨¦dico, lo que significa a la vez una p¨¦rdida y un alivio". Enfrentado a un dilema similar, uno envidia su imperturbabilidad.
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