Psicolog¨ªa de la felicidad
Qu¨¦ ocurre cuando nos intentan convencer ciertos psic¨®logos de que est¨¢ en nuestras manos el control absoluto de nuestras vidas y que, por ello mismo, podemos desterrar de su horizonte cualquier sufrimiento que la avasalle? Una cierta incredulidad nos invade, quiz¨¢s porque estemos acostumbrados a leer libros cuyo tema esencial es el sufrimiento humano, del que los autores de esos libros parecen saber bastante, puede que por experiencia propia o por esa asombrosa capacidad de simbiosis con lo ajeno de la que dispone su cerebro creador, esencialmente adivinador, esencialmente certero, esencialmente comprehensivo de la naturaleza humana.
?Estar¨¢n todos esos escritores equivocados o acertar¨¢n, al menos en cuanto que detectan un rasgo esencial de la condici¨®n humana, de por s¨ª tan fr¨¢gil, tan vulnerable, tan mortal? Para la psicolog¨ªa del optimismo sin duda estar¨¢n equivocados y su insistencia en el sufrimiento como condici¨®n no infrecuente del hombre ser¨¢ expresi¨®n de su condici¨®n patol¨®gica antes que de su perspicacia cr¨ªtica y de su sabidur¨ªa emp¨¢tica (en tanto que saben no solo de s¨ª mismos, sino de los dem¨¢s, y, en ocasiones, aun antes de los dem¨¢s que de s¨ª mismos).
El sufrimiento es parte de la existencia humana y como tal debemos aceptarlo
Dos ideas angulares difunden esas filosof¨ªas: la felicidad est¨¢ al alcance de la mano de cualquiera y el sufrimiento es una perfecta inutilidad, algo as¨ª como un absurdo capricho que se conceden ciertos hombres irresponsables que juegan con ¨¦l como juegan con su salud cuando fuman o con su dinero cuando juegan o con... Sin duda la literatura, muchas veces encargada de difundir una idea atribulada y sufriente, cuando no m¨ªsera, de la condici¨®n humana, es un error. Los artistas juegan, no son serios, fingen, no hablan de la verdad. En las ficciones todo est¨¢ permitido y los poetas, los menos ficcionales de los escritores, hablan de cosas irreales que solo caben en psicolog¨ªas complicadas, poco representativas del hombre com¨²n. Si alguien dice que su existencia no sabe de d¨®nde viene ni ad¨®nde se dirige, y que las piedras son mucho m¨¢s afortunadas que los hombres porque no conocen el placer ni el sufrimiento, ni saben nada de la muerte, ese puede ser un buen poeta -?y era buen¨ªsimo!- pero sin duda estaba mal de la cabeza porque ?acaso la existencia es tan compleja y carente de sentido como para desear ser piedra antes que hombre?
Pero hay m¨¢s. Esa filosof¨ªa de la dicha al alcance de la mano presupone que la felicidad es el ¨²nico objetivo de la existencia, el m¨¢s loable de todos, sin ponerse a pensar en el perfil endiosado de esa palabra, tal vez enga?osa por prometer demasiado, puede que exactamente lo inalcanzable, en vez de prometer lo posible real, la normalidad sin vuelos ext¨¢ticos pero capaz de engancharse a la vida sin padecimientos excesivos y con bienestares modestos, acarreando dignamente con las incertidumbres que el hecho de vivir y morir trae consigo. Por sus excesos prometedores, tan poco realistas a veces, es m¨¢s que probable que esa felicidad sea un enga?o, una rid¨ªcula e irreal abstracci¨®n, y prometerla puede que sea tambi¨¦n parte del enga?o y no digamos si, adem¨¢s, se anuncia como empresa f¨¢cil, con no m¨¢s que unas pildoritas aqu¨ª y all¨¢ de psicolog¨ªa cognitiva-conductual, que es la que ha inventado el sue?o americano de la felicidad al alcance de la mano para cualquier visitante de un gran centro comercial en un d¨ªa de domingo.
Pero, adem¨¢s, ?y si hubiera otros objetivos en la vida que no estuvieran marcados por El Dorado de la felicidad? Imaginemos que no existe tal cosa, o que designa un terreno vago irreal, ?qu¨¦ hace tanta gente en su busca, a cambio de buenos dineros, si lo que va encontrar, como mucho, es una mayor aceptaci¨®n de sus frustraciones, un mayor amor a s¨ª mismo y un control racional de la jungla ca¨®tica de su mente? Muchos dir¨¢n: ?te parece poco? No, no es poco, incluso es mucho, pero a eso es mejor no llamarlo felicidad, sino algo parecido a autocontrol, realismo, capacidad de adaptaci¨®n, equilibrio y sensatez.
Puede que bienestar fuera la palabra adecuada, la mejor de todas. Sentirse bien consigo mismo durante buena parte de los d¨ªas de la existencia: no est¨¢ nada mal, pero no suena a ¨¦xtasis, a nirvana, a cosas as¨ª de lejanas. Y no solo eso, sino tambi¨¦n hacerse cargo del sufrimiento propio y ajeno, sin estar encerrados en la c¨¢psula individual que protege nuestros grandes bienes, como peque?os capitalistas que somos todos, guardianes de nuestra empresa, y ciegos a los sufrimientos ajenos, puesto que no forman parte de nuestra felicidad, y encabronados con los propios puesto que nos han dicho que el sufrimiento es algo in¨²til. Con tal de que no sea devastador y espantosamente autodestructivo, el sufrimiento es parte de la existencia humana y como tal debemos aceptarlo, cuando as¨ª sea necesario: cuando alguien sufre a nuestro lado, cuando perdemos pie, cuando la existencia naufraga, cuando mueren los otros, cuando...
?ngel Rup¨¦rez es escritor.
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