Desaf¨ªos dram¨¢ticos
Las pel¨ªculas con protagonistas malencarados suelen ser una pedregosa cuesta arriba. A la falta de empat¨ªa con el personaje principal, en este caso una arisca joven que abandona su casa para perderse en el oc¨¦ano de la nada, se une en Nothing personal la nula informaci¨®n sobre el pasado de sus criaturas, sobre sus motivaciones, sobre los desencuentros con los dem¨¢s y consigo mismos. Y sin embargo el debut en el largometraje de la holandesa Urszula Antoniak, ganadora de tres premios en el Festival de Locarno, posee eso tan intangible llamado atm¨®sfera y algo dif¨ªcil de cumplir en los tiempos que corren: una coherencia absoluta entre el estilo y el magma dram¨¢tico, y una gran confianza en la madurez del espectador, que deber¨¢ ir (re)construyendo los antecedentes.
NOTHING PERSONAL
Direcci¨®n: Urszula Antoniak.
Int¨¦rpretes: Stephen Rea, Lotte Verbeek, Tom Charlfa, Fintan Halpenny, Sean McRonnel.
G¨¦nero: drama. Holanda, Irlanda, 2009.
Duraci¨®n: 85 minutos.
En la primera secuencia de la pel¨ªcula se ve el primer plano de una mujer destrozada, de mirada perdida; al fondo, lo que pod¨ªa haber sido su hogar, quiz¨¢ un matrimonio, quiz¨¢ unos hijos, quiz¨¢... Pero Antoniak se centra en el presente, en lo que ser¨¢ el deambular por caminos, campos y carreteras de una mujer que, al rev¨¦s que otras odas al cambio de vida, ya sean cl¨¢sicas como El filo de la navaja, de William Somerset Maugham, llevada repetidamente al cine, ya sean modernas como la sobrevalorada Hacia rutas salvajes, de Sean Penn, no tiene a un personaje que busca. S¨®lo tiene a un personaje que huye. No de nada ni de nadie. S¨®lo de s¨ª mismo. Pero desembarazarse de semejante problema resulta imposible.
Abandonada la Holanda inicial por una Irlanda campestre, e iniciada la relaci¨®n con un granjero del que, coherentemente, tampoco sabremos nada de su pasado, la pel¨ªcula parece empezar a desarrollarse por terrenos m¨¢s transitados. La perpetua cara de pasmo de Stephen Rea, al que siempre endilgan papeles inexpresivos seguramente porque su limitaci¨®n como actor no le permite otra cosa, parece el complemento ideal. Es entonces cuando el espectador avezado se adelantar¨¢ pensando que llega el camino de la redenci¨®n mutua. Sin embargo, Antoniak vuelve a sorprender, como con la magn¨ªfica utilizaci¨®n de las m¨²sicas (siempre dieg¨¦ticas, es decir, son parte de lo narrado: alguien toca, suena un casete...), sorprendentes, variopintas, adecuad¨ªsimas a cada momento: una ¨®pera, una canci¨®n tradicional irlandesa, un palo flamenco que remata, con tristeza infinita, la odisea de una mujer seguramente odiosa que en cambio atrapa por su coherencia. Una mujer desafiante para una pel¨ªcula desafiante.
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