Los papas le echan teatro en Avi?¨®n
El festival m¨¢s grande del mundo acoge 900 compa?¨ªas y m¨¢s de 1.200 montajes
?Tiembla, Benedicto XVI! ?Alucina, Roma! Los pasos de los papas vuelven a resonar otra vez, seis siglos despu¨¦s, entre las murallas de Avi?¨®n. ?Un traslado de nuevo?, ?resucita la Babilonia de Occidente, como la llamaba escandalizado por su lujo Petrarca?, ?habr¨¢ cisma?, ?regresar¨¢n los antipapas? Solo le faltar¨ªa eso a la Iglesia cat¨®lica, con lo que le est¨¢ cayendo.
El papado de Avi?¨®n (siglo XIV) ha vuelto a sentar sus reales en el palacio de los Papas por la magia del teatro. El director suizo Christoph Marthaler lo ha conjurado y ha resucitado a sus pont¨ªfices con su espect¨¢culo Papperlapapp (en alem¨¢n blablabl¨¢, pero el palabro tambi¨¦n se ha elegido como t¨ªtulo, claro, por su sonoridad papal), estrenado el mi¨¦rcoles por la noche en el Patio de Honor del palacio como inauguraci¨®n del 64? Festival de Avi?¨®n, que convierte a la ciudad de la Provenza en bulliciosa capital internacional del teatro hasta el 27 de julio.
El 'Papperlapapp' de Christoph Marthaler protagoniza una pol¨¦mica apertura
En el programa oficial, con 11 millones de euros de presupuesto, 36 espect¨¢culos, con cosas tan interesantes como un nuevo Ricardo II, el deb¨² en el festival de la espa?ola Ang¨¦lica Liddell con su Ricardo III, una versi¨®n teatral de El hombre sin atributos de Musil o las nuevas creaciones de Alain Platel y Josef Nadj.
La tarde antes del arranque oficial millares de artistas del certamen off que inunda la ciudad (900 compa?¨ªas y ?1.079 espect¨¢culos! en 123 lugares), incluyendo cualquier espacio p¨²blico, y ha cubierto todas las paredes con sus carteles, desfilaron por la avenida de la Rep¨²blica ante una muchedumbre en la ya tradicional parada hasta la plaza del palacio, donde reina el elefante acr¨®bata de Miquel Barcel¨® con motivo de su exposici¨®n Terramare.
El off presenta montajes tan interesantes como Full metal Moli¨¨re, Gainsbourg et Bardot, La revancha de Macbeth; la obra Montaigne, Shakespeare, mon p¨¨re et moi, una versi¨®n teatral de 20.000 leguas de viaje submarino o El sue?o de una noche de verano a cargo del viejo amigo Carlo Boso. Avi?¨®n es estos d¨ªas una pura sorpresa, r¨ªete del Quinteto de Larry Durrell, del tesoro de los templarios y de los misterios de Ophis en Macabru: te despierta una gaita, te tiran agua por la calle, te vuelve a besar la chica de ayer y puedes admirar los entorchados de Stanislavsky cuando interpretaba en Rusia Las tres hermanas, el bomb¨ªn de Ch¨¦jov o el vestuario del Ricardo II de la primera edici¨®n del festival en 1947 (exposiciones en la Maison Jean Vilar).
El montaje inaugural del festival oficial, representado ante los 2.000 espectadores -entre ellos el ministro de Cultura, Fr¨¦d¨¦ric Mitterrand, toda una tradici¨®n- que llenaban el espacio emblem¨¢tico, el Patio de Honor del palacio papal, fue acogido con divisi¨®n de opiniones: cerca de un centenar de espectadores abandonaron sus butacas antes de que la funci¨®n de dos horas largas concluyera y hubo conato de abucheo y pateo, tapado por los aplausos, al final.
El espect¨¢culo, precedido por varios actos de protesta contra la pol¨ªtica cultural, tiene momentos geniales y otros enervantes. Desde luego, si alguien esperaba que Marthaler le explicara la historia de los papas de Avi?¨®n como si fuera Georges Duby o Daniel Rops, va listo. De entrada, el escenario, obra de Anna Viebrock, est¨¢ ocupado por elementos tan variopintos como un confesionario, bancos de iglesia, varias capillitas, siete grandes sarc¨®fagos medievales de piedra (uno con un colch¨®n estilo Pikol¨ªn encima), unas sillas y una mesa de formica, una nevera de coca-colas y una lavadora; en un lateral hay un helipuerto, una pista de aterrizaje para helic¨®pteros, como la del Vaticano, faltar¨ªa m¨¢s. Por el escenario y por diversos espacios del palacio, haciendo uso de las ventanas y de una torre, circulan los 13 actores-cantantes (y dos m¨²sicos) que componen una extravagante y a menudo divertid¨ªsima y entra?able congregaci¨®n de pastores y feligreses envuelta en situaciones que a veces escapan a la comprensi¨®n del p¨²blico.
En teor¨ªa, seg¨²n el propio director suizo, ex alumno de Lecoq, y su dramaturga Maite Ubenauf, Papperlapapp deb¨ªa hablar de la historia del palacio, de la del papado de Avi?¨®n y de la de los conflictos entre el poder temporal -el rey de Francia- y el poder espiritual -los papas-. Pero es sabido que Christoph Marthaler, que considera la comunicaci¨®n oral un asunto ambiguo y el lenguaje una fuente de malentendidos y mentiras, no est¨¢ por la labor de que los textos y la palabra en general posean un sentido claro. Mete en cambio (no en balde fue int¨¦rprete de oboe) mucha m¨²sica y a la m¨ªnima ocasi¨®n pone a sus actores a cantar, cosa que por cierto hacen maravillosamente: bellos motetes, madrigales, ant¨ªfonas, arias... As¨ª que el espectador ha de ir tomando retazos de aqu¨ª y de all¨¢ para saber de qu¨¦ diablos le est¨¢n hablando.
Cuando siete individuos trajeados se estiran sobre las siete tumbas deben de ser Clemente V, Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI, Urbano V y Gregorio XI, la selecci¨®n titular del papado de Avi?¨®n (a los suplentes, los antipapas Clemente VII y Benedicto XIII no supe verlos). El hombre a lo Kantor que parece dirigir al grupo de perturbados y les suelta un discurso de tono pol¨ªtico quiz¨¢ sea Felipe IV el Hermoso de Francia o su canciller Nogaret, n¨¦mesis del papado romano (y de los templarios) o Dios mismo. Que tras ataviarse de papas con capas y mitras, los actores metan todo el vestuario en la lavadora es una referencia que habr¨ªa entendido Petrarca.
Lo de que al reba?o cat¨®lico lo dirija un ciego, que salgan chispas del confesionario, un cura haga de artificiero, los personajes forniquen por parejas sobre los bancos de iglesia y aparezca un tipo patoso en armadura hizo gracia al p¨²blico. En cambio, algunos momentos de movimientos repetitivos y los 10 minutos de injustificable estridencia musical a palo seco que desgarraba los t¨ªmpanos (vete t¨² a saber si era una met¨¢fora sonora del cisma o Marthaler quer¨ªa epatar en mal rollo a su admirado Castellucci) causaron una desaz¨®n general. En una escena al menos, la referencia hist¨®rica aparece muy clara: una mujer le larga una lista de reproches a uno de los papas tendido sobre su tumba; lo de los bastardos, el patronazgo del manual de inquisidores y la decapitaci¨®n de eclesi¨¢sticos son pecadillos de la ¨¦poca, pero la mujer contin¨²a con la ayuda a los nazis en su huida a Sudam¨¦rica y luego se mete con Ratzinger...
Hasta el 17 de julio. Para quien se haya quedado con ganas de m¨¢s Marthaler, el Coll¨¦ge Champfleury acoge su Schutz vor der zukunft, sobre las pr¨¢cticas de eutanasia eugen¨¦sica nazi, espect¨¢culo realizado a partir del descubrimiento del director de que el lindo hospital Otto Wagner de Viena hab¨ªa sido centro de experimentaci¨®n criminal y conservaba una colecci¨®n de cerebros de ni?os en formol...
Babelia
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