Ni tan sucio, ni tan lac¨®nico
Su muerte prematura en 1988 nos priv¨® de saber si el legendario Raymond Carver, como Jayne Anne Phillips, tampoco hubiera querido que lo encasillaran en el realismo sucio que se invent¨® Buford en el n¨²mero 8 de Granta, y lo priv¨® a ¨¦l de cualquier posible intento de evitar ser el chef de files del realismo sucio, etiqueta a la que, de forma inconsciente, consagr¨® su enorme talento. El caso es que De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor (Alfred A. Knopf, 1981), buque insignia de la narrativa carveriana, es una de las biblias de lo que se dio en llamar realismo sucio, y al parecer una biblia profanada por el editor neoyorquino Gordon Lish que, corrigiendo y podando de forma desaforada el original de los diecisiete textos que Carver le entreg¨® en 1980, contribuy¨® a fabricar, dig¨¢moslo as¨ª, ese estilo lac¨®nico y el¨ªptico que m¨¢s tarde Buford bautiz¨®. Parece que la intervenci¨®n de Manostijeras Lish en el manuscrito de Carver no fue moco de pavo: tach¨® p¨¢ginas enteras, redujo textos hasta un 78% (reduciendo al mismo tiempo el supuesto minimalismo de Carver que el autor, dicho sea de paso, nunca acept¨® del todo), cambi¨® el t¨ªtulo de diez relatos, alter¨® el final de catorce, suprimi¨® frases por supuestos prejuicios socio-pol¨ªticos, recompuso los di¨¢logos convirtiendo a los personajes en tipos a¨²n m¨¢s lac¨®nicos, esto es, deform¨® el libro, hasta el extremo de que su amigo Carver, que al fin y al cabo aprob¨® las libertades que Lish se tom¨® con sus textos, no quiso ya admitir amputaciones de este calibre en su siguiente libro, Catedral (1983). ?Reacciones al editing de Fish despu¨¦s de haber procedido al cotejo de ambos textos? Para todos los gustos. Philip Roth condena al editor con veleidades art¨ªsticas, si bien cr¨ªticos como Giles Harvey, de The New York Review of Books, advierten del tono melodram¨¢tico del original de Carver, de la tendencia a la verborrea de sus personajes y del talante de culebr¨®n o de soap-opera de algunos de sus di¨¢logos, o se?alan que un Carver vacilante entreg¨® varias veces textos con distintos finales, lo que contradir¨ªa el supuesto car¨¢cter definitivo de los originales, que la relaci¨®n autor-editor siempre es mucho menos maniquea y que ni Carver debi¨® de andar con un lirio en la mano ni Lish fue un demonio, sino un excelente lector profesional, la m¨¢quina literaria bien engrasada que logr¨® acercar la narrativa carveriana al gran p¨²blico, corrigiendo y hasta mejorando el texto original, en cuyo caso la publicaci¨®n de Principiantes le estar¨ªa haciendo un flaco favor a Carver. En cualquier caso, la edici¨®n restituida y cr¨ªtica que Anagrama publica ahora en espa?ol permite constatar lo que ya sab¨ªamos, que algunos editores desean ser autores, y lo que no sab¨ªamos, que el realismo sucio de Carver no era en realidad tan sucio, ni tan lac¨®nico, ni tan minimalista. Rele¨¢moslo, y ahora no s¨®lo por placer, sino por justicia.
Principiantes
Versi¨®n original de De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor
Raymond Carver
Traducci¨®n de Jes¨²s Zulaika
Anagrama. Barcelona, 2010
312 p¨¢ginas. 19 euros
Principiants
Traducci¨®n de Ferran R¨¤fols Gesa
Emp¨²ries. Barcelona, 2010
291 p¨¢ginas. 19 euros
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