Mediocre sentencia

Los cuatro tortuosos a?os empleados por el Tribunal Constitucional para dictaminar sobre la constitucionalidad del Estatuto de Catalu?a no han servido siquiera para redactar una sentencia de calidad jur¨ªdica. Por el contrario, la resoluci¨®n exhibe una mediocre textura t¨¦cnica. Por su farragosa extensi¨®n, de 881 p¨¢ginas. Por su reiterativa apelaci¨®n (una docena de menciones) al menos acertado de los art¨ªculos constitucionales, el que alude a la "indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola", impuesto en su momento al presidente Su¨¢rez por la c¨²pula militar de la Transici¨®n. Con raz¨®n uno de los votos particulares, el ¨²nico progresista, tilda de decimon¨®nico el enfoque del tribunal, como si la era de la globalizaci¨®n, las soberan¨ªas compartidas, las integraciones supranacionales y la transformaci¨®n de los viejos Estados-naci¨®n para nada afectasen a Espa?a.

El texto es deficiente, sobre todo, por su confusa ambig¨¹edad, que alienta y prefigura enconadas batallas interpretativas en torno a su alcance. Dista de ser buena una decisi¨®n judicial, pues desencadena nuevas pol¨¦micas en vez de zanjar las viejas y apaciguar a los contendientes. Y ese pudiera ser el caso en un elemento capital del Estatuto como es el modelo ling¨¹¨ªstico escolar. El Tribunal no invalida el modelo de aprendizaje por inmersi¨®n a trav¨¦s de la lengua vehicular catalana, anterior a este Estatuto, como pretend¨ªa el recurso del PP, pero suscita interpretaciones encontradas respecto a la posibilidad de que abra la puerta a recursos posteriores que exijan el uso del castellano como lengua vehicular.

Por lo dem¨¢s, la sentencia sigue la pauta de lo ya sabido. Cuantitativamente, en favor de los estatutarios, valida una inmensa mayor¨ªa de los art¨ªculos impugnados por el PP. Solo desmantela tres elementos completos: la descentralizaci¨®n del aparato de Justicia, la competencia exclusiva del S¨ªndic de Greuges frente al Defensor del Pueblo y el blindaje de las competencias auton¨®micas. Rechaza parcialmente otros, como el uso "preferente" de la lengua catalana, el alcance de los s¨ªmbolos y de la bilateralidad, as¨ª como algunos aspectos menores del modelo de financiaci¨®n. De modo que los impugnantes reciben un sonoro varapalo, como vienen a reconocer los magistrados conservadores en sus votos particulares. Aunque c¨ªnica en los causantes del problema, la estrategia de mirar solo "al futuro" aspira a minimizar h¨¢bilmente sus da?os.

Tampoco los autores del Estatuto, desde el Parlamento hasta la mayor¨ªa del Congreso, pueden cantar victoria, pese a que incremente el autogobierno, principal objetivo de la operaci¨®n. Lo hace con muescas y cortapisas, desde un tono receloso y distante que es precisamente lo que tiene mayor potencial conflictivo. Ocurre aqu¨ª lo mismo que sucedi¨® con el afeite de la Constituci¨®n europea. El Tratado de Lisboa que la sustituy¨® ser¨¢ eficaz, pero no despierta emociones. La peor consecuencia de esta sentencia ser¨ªa que, adem¨¢s, las enconara en todas las direcciones.