Fuiste ingenua, Catalu?a
Con la sentencia del Constitucional le ha pasado a Catalu?a como a aquellos que creyendo dar la vuelta al mundo acaban descubriendo que s¨®lo han girado sobre s¨ª mismos. Durante a?os, se aliment¨® el espectro de que la estructura constitucional del Estado espa?ol admit¨ªa pasos de gigante en el desarrollo auton¨®mico. Eso era el Estatut. Una iniciativa con la que Maragall y el PSC, en sinton¨ªa con la mayor¨ªa de sus electores y un apoyo primerizo de Zapatero, pretendieron avanzar de una sola tacada m¨¢s que el pujolismo en d¨¦cadas. La vuelta de tuerca parlamentaria, primero, y constitucional, despu¨¦s, ha devuelto esa aspiraci¨®n a su suelo original. En Espa?a el progreso auton¨®mico no admite saltos kilom¨¦tricos, s¨®lo pasos cortos. Leyes que se fraguan en los l¨ªmites de la Carta Magna y que van ampliando pol¨¦micamente el campo de la libertades y derechos auton¨®micos. As¨ª fue antes del Estatut y as¨ª lo ser¨¢ despu¨¦s.
En el camino han quedado muchas aspiraciones leg¨ªtimas y, desde luego, una sensaci¨®n de hartazgo y tomadura de pelo para muchos catalanes, defraudados por la guerra de borradores de un tribunal politizado hasta la m¨¦dula y las pedradas de una derecha que otorga al texto constitucional caracter¨ªsticas propias del derecho divino.
Es verdad que en el resto de Espa?a la sentencia ha sido recibida con alivio y una cierta sensaci¨®n de justicia, pero m¨¢s all¨¢ del ajuste del Estatut a la Constituci¨®n, el rescoldo que hoy aviva la manifestaci¨®n en Barcelona, esa indignaci¨®n de cuatro a?os de giros conc¨¦ntricos, dif¨ªcilmente lo apagar¨¢ el juego de pesas jur¨ªdicas que es la sentencia del Tribunal Constitucional. Espa?a le ha fallado a Catalu?a. As¨ª lo sienten muchos catalanes. Y las consecuencias ser¨¢n m¨²ltiples. Por ejemplo, es dif¨ªcil creer que tras este viaje, el PSC pueda volver a ocupar la presidencia de la Generalitat. Dando por bueno ese pron¨®stico, el Palau ser¨¢ otra vez para CiU. Se ver¨¢ entonces si, en un nuevo triunfo del pragmatismo, se abre una era de tiras y aflojas con Madrid o si, visto el resultado, se embarca rumbo a un nacionalismo m¨¢s radical, dando la Constituci¨®n del 78 por jubilada y migrando pol¨ªticamente en pos de un nuevo asentamiento en el Estado espa?ol. Un viaje mucho m¨¢s proceloso que el de Estatut.
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